VISTO / OÍDO

Nada de nueva era

La nueva era proclamada por Bush a raíz del atentado salvaje contra Nueva York no tiene el efecto feliz que alcanzó en los mercados: la etiqueta amarilla o roja -colores estudiados- que pone "¡Nuevo!" en las ofertas de hojas de afeitar, pornografía en Internet o tomate frito. La nueva era es repugnante: el miedo que daban palabras como ética y moral se convierten en aspiraciones y deseos. Por favor, un poco de ética. No sé de qué vale el Congreso de "luz y taquígrafos" que pedía Prieto; hoy es de televisión y radio, y la inmoralidad se ve y no importa. Da vergüenza ajena oír al presidente del ...

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La nueva era proclamada por Bush a raíz del atentado salvaje contra Nueva York no tiene el efecto feliz que alcanzó en los mercados: la etiqueta amarilla o roja -colores estudiados- que pone "¡Nuevo!" en las ofertas de hojas de afeitar, pornografía en Internet o tomate frito. La nueva era es repugnante: el miedo que daban palabras como ética y moral se convierten en aspiraciones y deseos. Por favor, un poco de ética. No sé de qué vale el Congreso de "luz y taquígrafos" que pedía Prieto; hoy es de televisión y radio, y la inmoralidad se ve y no importa. Da vergüenza ajena oír al presidente del Gobierno acusar al de la oposición por "compañero de viaje de Sadam": así encarcelaba y mataba Franco a los "compañeros de viaje" del comunismo. Y Hitler, evidentemente, para quien los judíos eran "el eje del mal" (frase que hoy tienen derecho a pronunciar los palestinos). Yo sí fui "compañero de viaje" de los comunistas, "tonto útil", como se decía: con la salvedad de que luego descubrí que ni uno solo de aquellos compañeros era de verdad comunista (muchos son hoy compañeros de viaje del PP); y no fui tonto, pero sí inútil. No tengo ánima de conspirador. Lo digo todo. Sobre todo lo que no se puede: por ejemplo, que la actuación de Bush y su cuadrilla es inmoral y falta de ética, ahora y antes; que el seguidismo -con una palabra roja, más bien trotskista- tiene las mismas carencias demostradas en la imposición de una minoría legal -en la Cámara- y de propaganda -en los medios- sobre la mayoría real del país, de la ONU y del mundo en la calle. Esta situación está produciendo, en España, un equívoco: el de creer que el desgaste atroz que sufre Aznar es sólo por la amenaza de guerra tan injusta. Si este Gobierno y su partido tuvieran una posición moral sólida previa se les escucharía con más atención y se pensaría en posibles razones del asalto a un país al que previamente están desposeyendo de sus armas; desgraciadamente, hay una larga carrera de imposiciones que habían desmedulado a este partido previamente: la cuestión de los embriones, la Ley de Extranjería, el decretazo, el chapapote, la enseñanza privada y religiosa, las elecciones vascas, la ocupación de los medios de expresión... Un talante de "derechas" que huele, incluyendo la actitud: Aznar y Rajoy en el Congreso acusando a sus enemigos de decir lo que todos habíamos comprobado que no habían dicho.

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