Editorial:

Delitos en Madrid

Mientras el ministro del Interior, Ángel Acebes, se consuela porque la delincuencia sólo ha aumentado en España un 4,95 % durante 2002, frente al 10,41 en el año anterior, la que se produce en Madrid y su comunidad autónoma no sólo no remite estadísticamente, sino que se aleja cada vez más de la media nacional. El mismo día, justo en Madrid, una autonomía de cuya seguridad es responsable, se producen en apenas 12 horas tres hechos violentos, con el resultado de cuatro personas muertas, dos hombres y dos mujeres. A veces, la realidad estropea la mejor elocuencia.

Madrid y su comunidad au...

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Mientras el ministro del Interior, Ángel Acebes, se consuela porque la delincuencia sólo ha aumentado en España un 4,95 % durante 2002, frente al 10,41 en el año anterior, la que se produce en Madrid y su comunidad autónoma no sólo no remite estadísticamente, sino que se aleja cada vez más de la media nacional. El mismo día, justo en Madrid, una autonomía de cuya seguridad es responsable, se producen en apenas 12 horas tres hechos violentos, con el resultado de cuatro personas muertas, dos hombres y dos mujeres. A veces, la realidad estropea la mejor elocuencia.

Madrid y su comunidad autónoma siempre han estado, en lo que se refiere a delincuencia, por encima de la media. Nada tiene de particular que ese rasgo criminológico sea constante. Lo preocupante es que la tasa de criminalidad -infracciones denunciadas por cada 1.000 habitantes-, que, según Interior, es del 49,58% en el conjunto de España, esté a punto a duplicarse en Madrid y que los homicidios y asesinatos se aproximen al centenar.

La inseguridad ciudadana es el problema que más preocupa a los madrileños, según afirmó hace algunos meses Alberto Ruiz-Gallardón. ¿Pero preocupa en igual medida al Gobierno, si se tiene en cuenta el fracaso de su Plan Policía 2000, cuyo objetivo era el descenso progresivo de la delincuencia en los núcleos urbanos? Su plan contra la inseguridad ciudadana se centra en los delincuentes de poca monta, a los que hay que "barrer" de las calles y meter en la cárcel incluso sin juicio, como preven las últimas reformas legales. Pero los delitos de sangre son obra en gran medida de bandas delictivas formadas por españoles y extranjeros en torno al narcotráfico, el blanqueo de dinero, el fraude y la estafa a gran escala y el tráfico de seres humanos -prostitución e inmigración-, y cuyo principal campo de operaciones es Madrid y las autonomías del arco mediterráneo.

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No parece, según las estadísticas, que el inmigrante que viene a España a ganarse la vida tenga mucho que ver con este tipo de delincuencia. Que se sepa, ningún inmigrante ha intervenido en las cuatro muertes violentas producidas últimamente en Madrid. Pero aunque lo hubiera hecho seguiría siendo igual de rechazable el discurso de relentes xenófobos de la candidata del PP al Ayuntamiento madrileño Ana Botella, insistiendo una vez más en vincular inseguridad con inmigración. Una conexión que su jefe de candidatura, Alberto Ruiz-Gallardón, juzga "perversa" y que ha rechazado públicamente en múltiples ocasiones.

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