La banda mantenía "en régimen de semiesclavitud" a 27 chinos que hacían el trabajo encerrados en pisos

La banda de falsificadores había basado la prosperidad de su negocio en dos pilares: una agresiva política comercial y la semiesclavitud. El grupo liderado por Yan Hong Rong, un treintañero que se ha hecho rico en poco tiempo, mantenía encerrados en varios pisos de Madrid capital y en una nave industrial de Pinto a 27 compatriotas a los que explotaba "en régimen de semiesclavitud". Y con eso había tirado los precios, ya de por sí bajos en el mercado de lo falso.

Los agentes que entraron en la nave, donde el grupo almacenaba el grueso del material virgen, se sorprendieron al encontrar de...

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La banda de falsificadores había basado la prosperidad de su negocio en dos pilares: una agresiva política comercial y la semiesclavitud. El grupo liderado por Yan Hong Rong, un treintañero que se ha hecho rico en poco tiempo, mantenía encerrados en varios pisos de Madrid capital y en una nave industrial de Pinto a 27 compatriotas a los que explotaba "en régimen de semiesclavitud". Y con eso había tirado los precios, ya de por sí bajos en el mercado de lo falso.

Los agentes que entraron en la nave, donde el grupo almacenaba el grueso del material virgen, se sorprendieron al encontrar dentro del edificio "a varios chinos" a los que el jefe de la banda "dejaba encerrados con llave cuando él abandonaba el local para repartir material a los pisos donde se efectuaba la duplicación" de música y películas.

Lo mismo les ocurrió a los que, el jueves pasado, intentaron entrar en los pisos donde se hacían las copias "En esos pisos trabajaban igualmente otros inmigrantes que carecían de llave de la puerta de entrada, por lo que fue necesario forzar las puertas a pesar de que había personas dentro". Los agentes están convencidos de que los inmigrantes vivían acogotados por los jefes de la red. "Algunos estaban trabajando por la comida y no les dejaban salir casi nunca. Y si cuando estaban trabajando en las copiadoras de discos se despistaban o había algún problema, entonces, entonces... palo". El agente que lo cuenta hace un brusco movimiento con la mano.

La presencia de los chinos en los pisos apenas había sido detectada y ni por la factura de la luz ni por el sonido se podía saber que dentro había una fábrica de falsificaciones. "Estas tostadoras no hacen ruido; ellos son muy silenciosos y en cualquier casa, con una potencia contratada de electricidad de 4.500 vatios, cualquiera se monta un negocio similar sin levantar sospechas". La red contaba además con la colaboración de nueve senegaleses y dos ciudadanos españoles naturales de Taiwan para colocar el producto en la calle. "Esta gente había hecho OPAs a otros chinos que hacían falsificaciones de forma independiente hasta secarlos", agrega la policía, que investiga las conexiones del grupo con las mafias chinas. "Ahora hay que seguir el rastro patrimonial de Hong Rong, pero mucho me temo que esté en China", un país que ahora es el gran bazar de lo falso.

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