LA CRÓNICA

Concierto de lelos y de trapisondistas

Demasiada información equivale a ninguna información, como es bien sabido, y en esta crisis de la empresa Aguas de Valencia (AVSA) que nos ameniza a diario se está produciendo el mentado fenómeno. Muchos medios de comunicación nos abruman con noticias más o menos verosímiles mediante las cuales, y por lo general, tratan de arrimar el ascua a su particular sardina tratando de eludir una quema que los involucra y chamusca. No mienten, claro, pero tampoco nos dan las claves últimas de un panorama socio-político inspirado más en la esperpéntica Guinea de Teodoro Obiang que en el liberalismo embrid...

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Demasiada información equivale a ninguna información, como es bien sabido, y en esta crisis de la empresa Aguas de Valencia (AVSA) que nos ameniza a diario se está produciendo el mentado fenómeno. Muchos medios de comunicación nos abruman con noticias más o menos verosímiles mediante las cuales, y por lo general, tratan de arrimar el ascua a su particular sardina tratando de eludir una quema que los involucra y chamusca. No mienten, claro, pero tampoco nos dan las claves últimas de un panorama socio-político inspirado más en la esperpéntica Guinea de Teodoro Obiang que en el liberalismo embridado de Adam Smith.

No obstante, de lo mucho dicho y publicado se puede sacar ya unas conclusiones algo más que provisionales. Y la primera de ellas, por más anecdótica que nos parezca, es que el único ganador de este conflicto es el ilustre grupo de notarios que ha protocolizado la resma de testimonios y declaraciones hechas por las partes para fijar su proceder y el de terceros en determinados trances. A partir de esta excepción, todo el suceso o folletón es un corolario de descalabros protagonizado por lelos, trapisondistas y beneficiarios de la sopa boba o fondo de reptiles.

Pierden, obviamente, los gestores de AVSA despedidos -el consejero delegado y el director general-. No les fue retributivamente mal mientras empuñaron el palo de la gaita e incluso les fue demasiado bien, lo que pudo suscitar aprensiones y envidias. En su día se verá ante los tribunales -si antes no se pacta una salida discreta- la enormidad de las irregularidades que se les imputa, a las que sólo falta agregar que mataron a Manolete en la plaza de Linares. Eso sí, se les fue la mano en el nepotismo y los signos externos, pero está por saber si fueron ilícitos todos o una parte de ellos, al margen de que no se les pueda reputar de prudentes.

Tampoco la empresa, AVSA, queda en buen lugar. La "valencianizada" compañía ha resultado ser un cónclave de sordos y ciegos ante los presuntos desaguisados de sus gestores principales. Y mudos, habida cuenta que no sueltan prenda ni siquiera estando inmersos en este turbión escandaloso. Su presidente, Vicente Boluda, lleva trazas de convertirse en un personaje virtual, que es aproximadamente como lo describieron cuando fue elegido. Confiemos, eso sí, en que la firma sea más eficiente en el cumplimiento de su cometido principal, que no es otro que el suministro de aguas a los municipios que le hayan adjudicado el servicio. En cuanto a las opulentas subvenciones a los medios de comunicación -que no a todos- sólo a los accionistas (¿y qué alega el Ayuntamiento de Valencia con su 20% del capital?) concierne pedir explicaciones acerca de este patrocinio dudoso. ¿O acaso es necesario debido a la "praxis" comercial que se observa?

Y queda, cual personaje estelar de esta historia, el ministro de Trabajo y ex presidente de la Generalitat, Eduardo Zaplana. A él se le endosa la responsablidad de haber pinchado el globo de munificencias mediáticas y laborales que es AVSA al haberle presionado o exigido que financiase un conglomerado de medios de comunicación regional más deficitario que Terra Mítica. El ministro lo niega hasta en arameo y asegura que nadie podrá probar tamaña iniciativa. Un reflejo pueril y autoinculpatorio, éste, fruto sin duda del estrés a que le aboca la superactividad. Hay, para su infortunio, demasiados papeles y grabaciones que acreditan sus denodadas gestiones con este propósito. Pero lo que es peor: hay la certidumbre generalizada de que así debe ser porque nunca la urdimbre empresarial valenciana ha tenido mayor sensación de estar mediatizada o ser cautiva de un político y partido.

Mañana la consejera portavoz del gobierno autonómico, Alicia de Miguel, comparecerá en las Cortes para hacerle un quite al ministro y aventarle el alud de sospechas y condenas que le ha sobrevenido. Lo tiene crudo. Incluso le valdrá de poco recurrir a "vosotros más", evocando los desmanes periodísticos de los socialistas, pues apenas se conserva memoria de tales. Tampoco es previsible que haga penitencia al tiempo que revalida los principios liberales, que son los suyos, para que de verdad no nos parezcamos demasiado a Malabo. Ímproba tarea la suya, que esperamos expectantes.

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UN ÓRGANO INÚTIL

El presidente del Consejo de Administración de RTVV, José Vicente Villaescusa, ha comparecido ante un tribunal acusado de haber negado la requerida información sobre los presupuestos del ente. Se le piden penas de inhabilitación para empleo y cargo público. Por lo pronto, ha tenido que pagarse de su propio bolsillo la fianza. Pero lo más grave es que, de los alegatos expuestos, puede desprenderse la conclusión de que el mentado órgano de Administración no sirve para nada, pues no es competente para la referida función. Inhabilítese, en consecuencia, a quienes lo concibieron. ¿Para qué se convoca y reúne? ¿Sólo para pagar dietas?

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