UNIVERSIDAD

Historia de un campus inhóspito

El complejo de la UPV en Leioa cumple 30 años sin haber logrado atraer a sus usuarios

El campus de Leioa no ha salido bien parado de su enfrentamiento con el tiempo. La infraestructura más grande de la Universidad del País Vasco (UPV) ha cumplido treinta años entre la general indiferencia de sus cerca de 20.000 usuarios, entre alumnos, profesores y personal de administración y servicios. Plasmación inacabada de un proyecto ambicioso, aislado de los principales núcleos urbanos, con unas comunicaciones manifiestamente mejorables, en un estado de conservación en muchos casos precario y con una escasísima, por no decir nula, vida fuera de las aulas, dista mucho de ser lo que sus di...

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El campus de Leioa no ha salido bien parado de su enfrentamiento con el tiempo. La infraestructura más grande de la Universidad del País Vasco (UPV) ha cumplido treinta años entre la general indiferencia de sus cerca de 20.000 usuarios, entre alumnos, profesores y personal de administración y servicios. Plasmación inacabada de un proyecto ambicioso, aislado de los principales núcleos urbanos, con unas comunicaciones manifiestamente mejorables, en un estado de conservación en muchos casos precario y con una escasísima, por no decir nula, vida fuera de las aulas, dista mucho de ser lo que sus diseñadores querían y lo que sus actuales inquilinos desean.

La primera piedra de este complejo académico se colocó el 3 de agosto de 1970 en lo alto de una colina del municipio de Leioa, a 10 kilómetros de Bilbao. Dos años después, en el curso 1972-1973, los alumnos y profesores de las facultades de Ciencias y de Medicina, las primeras en asentarse de las siete actuales, ocupaban unas aulas que en más de una ocasión recibieron la visita poco amistosa de la Policía Armada, más conocida entonces y ahora como los grises. "En esa época la universidad era muy movida, había muchas huelgas, la política tenía un gran peso. Había muchas manifestaciones en el campus y de vez en cuando entraba la policía", recuerda el catedrático José María Rivera, a la sazón decano de la Facultad de Medicina.

De hecho, la decisión de situar el nuevo campus lejos del entorno urbano no fue casual. Con las revueltas estudiantiles de mayo del 68 muy presentes, el régimen franquista optó por aislar las nuevas universidades, y con ellas los universitarios y sus manifestaciones, de las ciudades para disminuir su efecto y facilitar su represión. Así ocurrió con la Universidad Autónoma de Madrid y así sucedió también con Leioa.

Modelo estadounidense

Aunque el lugar era apartado, la idea original era que el campus tuviera vida propia, como así lo tiene el modelo de universidad estadounidense de donde nace esta palabra. El anteproyecto de los diseñadores del complejo incluía residencias de alumnos y viviendas de profesores con capacidad para 3.000 personas, amén de otras infraestructuras útiles como punto de encuentro de sus usuarios que no han llegado nunca a materializarse, lo que ha convertido a Leioa, según palabras de José Luis Ortega, uno de los arquitectos que lo diseñaron, en "un desierto". "Es una pena que no tenga residencias, porque así no tiene ninguna vida. Además, no se han construido las instalaciones previstas en la zona norte, este y oeste. Tal y como está, el campus es un bodrio", critica Ortega.

Lo cierto es que las dependencias de la universidad pública en Leioa no generan entusiasmo entre quienes las ocupan. Begoña Juaristi, miembro del servicio de Contabilidad de la UPV, ha tenido que sufrir desde su construcción las carencias de un campus que no parece contentar a nadie. "Siempre hemos tenido una sensación de aislamiento. El transporte se ha mejorado, pero es algo que está aún pendiente. Ahora es difícil, pero antes era toda una aventura. Además, no es un lugar cálido, ni agradable, ni cómodo, y el panorama de los edificios, sin cuidados y sin renovación, es lamentable. Creo que la palabra que mejor le puede definir es inhóspito", resume.

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Un lavado de cara urgente

La mala vejez del campus de Leioa de la UPV es una realidad que ni las autoridades académicas niegan. El desangelado aspecto que ofrecen muchas de las dependencias del complejo universitario ha hecho que el vicerrector del campus de Vizcaya, Juan Ramón Murua, reconociera durante la celebración de su 30º aniversario la necesidad de "un intenso lavado de cara". Dentro de unos meses se presentará el plan director que guiará esa mejora, basado en la propuesta ganadora del concurso de ideas, obra de Alonso, Hernández & Asociados del Grupo Norte. El objetivo del proyecto es recuperar la zona universitaria como espacio de relación y vida socio-cultural. Entre las medidas que se proponen, están llevar los aparcamientos a los extremos del campus, peatonalizar vías, y potenciar la presencia de la naturaleza en el interior del recinto.

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