El Prat: una solución que nadie prefiere ni nadie rechaza

En ese mar agitado, el ministro de Ciencia y Tecnología y futuro candidato del PP al Gobierno catalán, Josep Piqué, lanzó una piedra para atraer la atención. Propuso una solución a medio camino entre todas las propuestas. Ni por Cornellà ni por el aeropuerto, quizá bastaba con que el tren realizara el recorrido pactado por Fomento con los alcaldes en octubre del pasado año. La idea nueva era instalar una estación en El Prat, dentro de la población, no del aeropuerto, y conectar las terminales con una lanzadera. La propuesta tenía no pocas virtudes. De hecho, un aeropuerto con 40 millones de us...

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En ese mar agitado, el ministro de Ciencia y Tecnología y futuro candidato del PP al Gobierno catalán, Josep Piqué, lanzó una piedra para atraer la atención. Propuso una solución a medio camino entre todas las propuestas. Ni por Cornellà ni por el aeropuerto, quizá bastaba con que el tren realizara el recorrido pactado por Fomento con los alcaldes en octubre del pasado año. La idea nueva era instalar una estación en El Prat, dentro de la población, no del aeropuerto, y conectar las terminales con una lanzadera. La propuesta tenía no pocas virtudes. De hecho, un aeropuerto con 40 millones de usuarios y 40.000 empleados, que es el que se está planeando en El Prat, exige un sistema de movilidad interior, además de una conexión con el exterior. Hasta el aeropuerto llegarían Cercanías y el metro, transporte que sería utilizado por la gente que fuera a trabajar; los pasajeros llegarían a la nueva estación de El Prat, donde podrían facturar el equipaje, y a partir de ahí moverse en la lanzadera hasta la terminal desde la que tuvieran que partir hacia su destino. Eso sí, tenía que ser una estación multimodal: para el AVE, pero también para las grandes líneas (incluido el Euromed que procede del sur), regionales y de cercanías, además de disponer de dos líneas de metro.

Una estación que debería estar muy cerca del aeropuerto, porque una lanzadera no está pensada para cubrir grandes distancias. Además, la ubicación de la estación debía dejar espacio para el crecimiento previsto de la localidad de El Prat.

No era la solución de nadie; de hecho, anteayer ni siquiera Josep Piqué la reconoció como la suya, pese a ser él quien la presentó por vez primera. Pero se ha convertido en la única capaz de concitar el acuerdo de unas partes cada vez más enconadas.

Las administraciones catalanas no aceptan que el aeropuerto quede fuera de la línea principal. El Gobierno central, con Fomento a la cabeza, no admite que el AVE pase por el aeropuerto. La solución está en el medio, como la virtud aristotélica: ni para unos ni para otros y, a la vez, para los dos. Una estación en una zona de El Prat cercana al aeropuerto cumple todas las expectativas.

El problema ahora es otro: ¿quién da su brazo a torcer?

El consejero de Política Territorial, Felip Puig, rechaza la propuesta (añadiendo que no le parece mal estudiarla) porque supone, afirma, tener que renunciar a una estación en pleno corazón del aeropuerto. El propio Piqué asegura que prefiere la opción de Cornellà por "motivos técnicos", aunque admite que por razones políticas puede inclinarse por El Prat, no por el aeropuerto. Los alcaldes asisten atónitos al espectáculo de un baile en el que todos quieren participar pero nadie da el primer paso. Uno de ellos se preguntaba qué sentido tiene que las partes sigan trabajando en la propuesta propia, rechazada por los demás, en lugar de empezar a analizar la que nadie ama pero tampoco rechaza nadie.

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