Crítica:

Un siglo de edición

En 1922, Rafael Calleja resumía así las funciones del editor: "Saber pulsar el gusto de los lectores, saber descubrir al autor antes que la fama lo señale, saber luego atraerlo y encariñarlo con su editor; tener visión rápida y clara para juzgar las proposiciones que recibe...". El surgimiento de esta figura, y el entorno empresarial e industrial que le hizo posible, es el objeto de este completo volumen.

La edición contemporánea en España ha venido siendo explorada insuficientemente, "concibiendo el libro como hecho autónomo desgajado de la historia socio-cultural" (Martínez Martín). E...

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En 1922, Rafael Calleja resumía así las funciones del editor: "Saber pulsar el gusto de los lectores, saber descubrir al autor antes que la fama lo señale, saber luego atraerlo y encariñarlo con su editor; tener visión rápida y clara para juzgar las proposiciones que recibe...". El surgimiento de esta figura, y el entorno empresarial e industrial que le hizo posible, es el objeto de este completo volumen.

La edición contemporánea en España ha venido siendo explorada insuficientemente, "concibiendo el libro como hecho autónomo desgajado de la historia socio-cultural" (Martínez Martín). Esto es reflejo del estado de relativo abandono en que se han encontrado sus estudios, entre la penuria de fuentes y el desinterés académico: sólo ahora comienzan a normalizarse los estudios universitarios sobre la edición actual.

HISTORIA DE LA EDICIÓN EN ESPAÑA, 1836-1936

Jesús A. Martínez Martín (editor) Marcial Pons. Madrid, 2002 528 páginas. 29,50 euros

La primera parte (siglo XIX) la abre Martínez Martín con los efectos de la libertad de imprenta, la relación personal del autor con el editor, y la ruptura con la práctica de que el autor cediera las obras al editor a perpetuidad. Sánchez García se centra en la morfología del libro: en cómo "los tipos de letras, incorporación de imágenes, diálogo de éstas con los textos, división de párrafos, formatos, encuadernaciones" invitan a (y crean) distintas formas de lectura. Jean François Botrel estudia el negocio librero, empezando por los puestos de lectura de prensa y los tenderetes callejeros, hasta librerías. El siglo se cierra con una edición artesanal que se ha profesionalizado y crecido: la editorial Calleja declara en 1893, entre otros fondos, un stock de 1.150.000 tomos de Recreo Infantil.

Martínez Martín abre la sección del siglo XX con la contradicción entre una crisis ("en España no se lee") y la pujanza de un sector cada vez más profesionalizado. Sánchez García explica la consolidación de la imagen y catálogos de las editoriales y la importancia creciente de la tipografía. Martínez Rus aborda el comercio de libros, ayer -como hoy- lastrado por prácticas de consignación de mercancía a unos libreros que ignoran qué recibirán y que pueden devolverlo; estudia también el creciente mercado americano, con el problema de los precios altos en destino y la consiguiente aparición de "piratería".

Rueda Laffond trata la industrialización de la fabricación de papel, la encuadernación y la imprenta en todo el periodo. Por géneros, se habla del libro escolar, los infantiles y juveniles, el importante libro religioso, las colecciones literarias, como El Cuento Semanal, y la prensa. La última sección analiza las prácticas de lectura: su aprendizaje, las bibliotecas y la socialización de la lectura.

Esta autorizada mirada al pasado editorial explica muchas cosas de su crisis actual. Y recuerda cómo es imposible hablar de cultura, de creación literaria o de lectura, sin estudiar las bases sociales o empresariales de la más compleja de las industrias: la editorial.

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