Columna

Fascistas

A las pocas horas de que el alcalde de Málaga destapara la placa que recuerda la muerte de García Caparrós fue destrozada. Los fascistas no descansan. Están en las catacumbas de la dictadura más negra, agazapados para negar la historia; la que a ellos no les agrada recordar. Pues habrá que insistir, por muchas placas que rompan y mucho odio que aniden en sus viejos corazones.

El pasado día 4 hizo veinticinco años que murió asesinado García Caparrós en Málaga. Una bala, reglamentaria, terminó con su vida. Yo vi la mancha de sangre por la acera. Hubo más disparos. Veinticinco años después...

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A las pocas horas de que el alcalde de Málaga destapara la placa que recuerda la muerte de García Caparrós fue destrozada. Los fascistas no descansan. Están en las catacumbas de la dictadura más negra, agazapados para negar la historia; la que a ellos no les agrada recordar. Pues habrá que insistir, por muchas placas que rompan y mucho odio que aniden en sus viejos corazones.

El pasado día 4 hizo veinticinco años que murió asesinado García Caparrós en Málaga. Una bala, reglamentaria, terminó con su vida. Yo vi la mancha de sangre por la acera. Hubo más disparos. Veinticinco años después no se sabe, oficialmente, quiénes dispararon. Seguro, dos policías, con galones. Los tenía cerca de mis narices. Uno de ellos, visiblemente nervioso, apuntaba hacia donde cayó Caparrós. Este mismo policía sería dado de baja meses después y más tarde abandonó el cuerpo. Nunca había estado antes en una manifestación. No es un eximente, ni mucho menos, pero sí la demostración de las improvisaciones, con macabros resultados, que rodearon el Día de Andalucía en Málaga y los graves sucesos de días posteriores, con los momentos más tensos y dramáticos de su reciente historia.

Las investigaciones que se hicieron fueron una vergüenza. La policial, incompetente; la judicial, incompleta; la parlamentaria, una burla. Los periodistas investigamos hasta donde pudimos. Fruto de ello fue el primer libro reportaje que se escribió en nuestro país, Morir por Andalucía, que dirigí y hubo de ser impreso en Cataluña porque no pudo hacerse en nuestra tierra.

Es hora de reabrir la investigación. No es fácil. Pero me consta que existen documentos aún clasificados como secretos que podrían arrojar luz sobre el asesinato de Caparrós. Hágase porque bastantes sombras quedan sobre una etapa tan apasionante como fue la transición democrática en Andalucía, trabajo que, a modo de crónica periodística, estamos escribiendo un grupo de periodistas que vivimos de forma directa aquellos acontecimientos y cuyo primer libro de los editados, Crónica de un Sueño. Memoria de la Transición Democrática en Andalucía, ha merecido el premio Andalucía de Periodismo. Vamos por buen camino.

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