Tribuna:

¡Viva la fotografía!

En su sexta edición, Paris Photo confirma su posición de punto de encuentro internacional con la presencia de 100 galerías procedentes de todo el mundo. Ha vuelto a dar sensación de gran vitalidad, además de constituir un acto social parisino por excelencia. La galería Sabine Smith de Colonia mostraba lo que según ellos eran los primeros fotocollages de la historia del arte, una afirmación exagerada puesto que existen numerosos ejemplos de fotocollages populares de la segunda mitad del siglo XIX, aunque sin duda éstos son unos de los primeros (ya que están fechados en 1860...

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En su sexta edición, Paris Photo confirma su posición de punto de encuentro internacional con la presencia de 100 galerías procedentes de todo el mundo. Ha vuelto a dar sensación de gran vitalidad, además de constituir un acto social parisino por excelencia. La galería Sabine Smith de Colonia mostraba lo que según ellos eran los primeros fotocollages de la historia del arte, una afirmación exagerada puesto que existen numerosos ejemplos de fotocollages populares de la segunda mitad del siglo XIX, aunque sin duda éstos son unos de los primeros (ya que están fechados en 1860) con pretensiones artísticas. En ellos se ve a un hombre blandiendo un hacha o una gigantesca espada; más allá se ven cabezas decapitadas, reposando en sendas sillas; y más allá una pareja de campesinos a punto de ser quemados en una pira... Casi todos coloreados a mano. Me los hubiera comprado inmediatamente si hubieran mostrado un poco más de sentido del humor y si no hubieran costado... ¡6.000 euros (un millón de pesetas) por cada imagen! Pues lo interesante de la fotografía, como fenómeno dentro del mercado del arte, es su constante revalorización. La fotografía no costaba nada en las décadas de 1920 y 1930, ni incluso en las de 1960 y 1970, hasta que, en la década de 1990, se "convirtió" en un arte como la pintura y la escultura. Para Artprice, banco de datos en el mercado del arte, se trata de una inversión sólida: su tasa de crecimiento ha oscilado entre el 5% y el 20% en siete años. Pero no hace falta ser Artprice para comprobarlo: yo misma he visto fotografías de la surrealista Claude Cahun que costaban 400 euros hace 10 años y que ahora se vendían a 30.000 euros (en la parada de la galería VU, que mostraba también a la española Cristina García Rodero), o también cómo se duplicaban y cuatriplicaban los precios de Pierre Molinier o de Hans Bellmer en estos últimos dos años. Por no hablar de las fotografías de Man Ray, desdeñadas casi por él mismo -pues se consideraba ante todo pintor- y cuyos precios van de los 6.000 a los 60.000 euros y más.

Y ahora, cuando los inversores en Bolsa, dados los resultados catastróficos del último año, vuelven al mundo del arte, no extraña que inviertan también en fotografía. Sólo que, como afirman los expertos, los compradores son cada vez más exigentes y selectivos.

En el terreno de la fotografía, hay ahora tres momentos estelares a nivel de mercado y de lo museográficamente coleccionable: los grandes precursores del XIX, las vanguardias clásicas -en las décadas de 1920 y 1930- y lo contemporáneo, siempre que sea de excepcional calidad. La fotografía contemporánea se beneficia de un efecto de moda tal y como vemos que existe en el terreno de las artes plásticas, que siempre necesita renovar su marketing para atraer a una nueva clientela (y así, este año ha visto la cota irracional para una fotografía de Andreas Gursky, vendida el pasado 6 de febrero en Christies por la friolera de 650.000 euros). Junto a ello también se da una proliferación de creaciones mediocres, sin ningún interés: ahora son las imágenes con adolescentes tirados en sus camas, mucha chica guapa con liguero, los retratos de gente corriente en vista frontal y los suburbios de los cinturones industriales.

Pero al lado de esto podían verse obras de los pioneros de la fotografía (Gustave Le Gray en la galería Verneuil; bellas obras de Maxime du Camp y Théodule Deveria en Kowassa, quien también descubría al público francés la obra de Carlos Barrantes y la de José Ortiz Echagüe, con su España negra de la década de 1930) y tres pictorialistas espléndidos en la galería Grenier sur l'eau: Missone, Sleeth y Fleureau. La feria homenajeaba al norteamericano Walker Evans, con una selección de sus sublimes paisajes y, por primera vez, se mostraban sus 50 polaroids realizadas entre 1941 y la década de 1960. Con esta nueva técnica, más visceral y de resultados únicos, Adams pretendía vender sus fotografías a un dólar, hacer su arte asequible a todos.

Curiosas y preciosas son también las fotografías que José M. Sert hizo de maniquíes articulables como inspiración y ayuda para sus grandes composiciones murales, que eran mostradas por Michèle Chomette.

El puesto de la galería 1900-2000 era sin duda uno de los

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mejores, con obras de Man Ray, Hans Bellmer, Pierre Molinier, Germaine Krull, André Kertész, Dora Maar, la mítica imagen del Obrero asesinado de Álvarez Bravo, el fotógrafo mexicano recién fallecido, y la famosa foto anónima, de una mujer niña subtitulada L'écriture automatique, y que encabezaba en número 9-10 de La Révolution Surréaliste. Pero la galería enseñaba también fotografías de Gerard Malanga, que formó parte de The Factory de Andy Warhol y fue amigo de Burroughs, Brion Gysin, Nico y Bob Dylan.

Paris Photo suponía también la consagración de Francesca Woodman (visible en la Edwyn Houlk Gallery de Nueva York y que nosotros habíamos expuesto en Tecla Sala en 1998), cuyos vintages adquieren ahora precios astronómicos. Y era asimismo la ocasión para ver más fotografías de Lee Miller, quien fuera amante de Man Ray y esposa de Roland Penrose, expuestas en The photographers Gallery de Londres.

Confirmamos la genialidad de Sally Mann, que fotografiaba a sus hijos en situaciones ambiguamente eróticas (también en Edwyn Houk) y la de Helen Levitt, cuyos vintages de sus imágenes del Bronx están también ahora por las nubes (35.000 dólares). Mágnum mostraba obras de la excelente Inge Morath, recientemente fallecida, de Lise Sarfati, que será la revelación de estos próximos años, y de Susan Meiselas (en dossier), con sus trabajos sobre un palacio del sadomasoquismo en Nueva York.

En cuanto a autores españoles, vimos a García Alix, que tiene gran éxito en París (representado en la galería Kamel Mennour y en Juana de Aizpuru, que también mostraba a Ana Laura Alaez, Pierre Gonnord y Carmela García); a Toni Catany y a David Nebreda. Éste es un madrileño de 50 años cuya obra revela su patología mental (no come y se autolesiona). Sólo en Francia se ha hecho caso a este singular personaje, que alguien ha comparado, exageradamente, con Artaud.

Victoria Combalía es crítica de arte

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