Editorial:

Mujer y soldado

La pasividad por parte del Ministerio de Defensa sería la peor respuesta posible a la gravísima denuncia hecha por una aspirante a soldado profesional de que los mandos militares encubrieron la supuesta violación de que fue objeto por un teniente en el campamento donde se entrenaba. No caben dudas jurídicas ni morales sobre los tratos vejatorios de un superior a un subordinado, y especialmente cuando es un hombre el primero y una mujer el segundo. Pero es más grave todavía si el superior es un mando militar y la segunda un soldado, y el maltrato consiste en hacerla desnudarse de madrugada al f...

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La pasividad por parte del Ministerio de Defensa sería la peor respuesta posible a la gravísima denuncia hecha por una aspirante a soldado profesional de que los mandos militares encubrieron la supuesta violación de que fue objeto por un teniente en el campamento donde se entrenaba. No caben dudas jurídicas ni morales sobre los tratos vejatorios de un superior a un subordinado, y especialmente cuando es un hombre el primero y una mujer el segundo. Pero es más grave todavía si el superior es un mando militar y la segunda un soldado, y el maltrato consiste en hacerla desnudarse de madrugada al final de una guardia, enfrentando así los galones y el arma a la desnudez y a la vulnerabilidad. Es más grave y permite sospechar que no todo pudo quedar en un trato vejatorio. La condena ahora confirmada por el Supremo fue por abuso de autoridad, en la modalidad de trato degradante a un inferior, y sólo le impuso al teniente, que se halla actualmente en Bosnia, cinco meses de prisión al aplicar las atenuantes de embriaguez y arrepentimiento espontáneo.

La soldado que denunció los hechos ha ampliado ahora las imputaciones y ha acusado al teniente de haberla violado. Por supuesto que sus abogados deberán obtener pruebas convincentes de esta nueva acusación, pero no suena extraño ante los antecedentes del caso. Lo extraño sería que un hombre armado, que luego se confesó en estado de embriaguez, dejara partir sin más a la joven a la que ordenó que se desnudara, abusando de su grado y superioridad.

La joven ha declarado también que fue objeto de amenazas por parte del teniente, que no hubo investigación oficial y que altos mandos del Ejército intentaron encubrir los hechos poco después de que ocurrieran. Muy convincentes deberán ser las explicaciones que proporcione a partir de ahora el Ministerio de Defensa, entre otras cosas sobre su propia pasividad, para despejar las numerosas dudas que levanta el caso. La única hasta el momento es la difusión de una nota en la que informa de que ha trasladado a la fiscalía las declaraciones de la joven "para el inmediato esclarecimiento de los hechos", algo que fácilmente puede entenderse como una reacción defensiva ante sus nuevas imputaciones.

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Todos estos comportamientos, el tufo corporativista de muchas conductas, la ausencia de explicaciones y de medidas disciplinarias, además de constituir hechos posiblemente delictivos, contravienen los más elementales principios de una organizacion militar moderna y permiten sembrar la duda sobre la eficacia del Ministerio de Defensa en la incorporación de la mujer y en la profesionalización de las Fuerzas Armadas. El Ejército profesional, si quiere de verdad serlo, debe desterrar los viejos hábitos de compadreo y corporativismo y ser intrasigente con quienes siguen aferrados a ellos.

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