OPINIÓN | APUNTES

Universidad yuxtapuesta

Al margen de los discutidos efectos de la puesta en marcha de LOU, esta ley poco va a dejar sentir su influencia en la cultura interna de la universidad. Los hábitos profundamente arraigados entre el profesorado, y de los que depende la calidad de la enseñanza y la investigación, no parecen llamados a adquirir un talante distinto. Las universidades seguirán siendo no unas organizaciones cohesionadas con rumbo claro, sino una suma de institutos y departamentos que se ignoran. La sensación de que la universidad es un mosaico en vez de una obra única no va a desaparecer. Paradójicamente, es la re...

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Al margen de los discutidos efectos de la puesta en marcha de LOU, esta ley poco va a dejar sentir su influencia en la cultura interna de la universidad. Los hábitos profundamente arraigados entre el profesorado, y de los que depende la calidad de la enseñanza y la investigación, no parecen llamados a adquirir un talante distinto. Las universidades seguirán siendo no unas organizaciones cohesionadas con rumbo claro, sino una suma de institutos y departamentos que se ignoran. La sensación de que la universidad es un mosaico en vez de una obra única no va a desaparecer. Paradójicamente, es la reverenciada autonomía docente, investigadora y de administración, piedra angular del sistema, la que actúa en contra de que cada universidad vaya más allá de una yuxtaposición de equipos e individualidades. La autonomía de los docentes, basada en el supuesto de que nadie como ellos conoce el objeto de su labor, propicia un método de trabajo poco uniforme y de escaso control externo. La complejidad y especialización de su tarea hacen difícil comprobar su eficiencia, dificultad que agudizan los privilegios otorgados por la libertad de cátedra.

El personal docente e investigador se sabe la base para que la universidad consiga sus fines y juega esa baza. Entiende su propia formación como perfeccionamiento en su materia, y no como conveniencia para lograrlos. El profesor se identifica más con su sector de ciencia que con la universidad donde la aplica, y se siente más afín a cualquier colega de un departamento de su especialidad en otra parte del mundo que con los de otros pasillos de su centro; de los del resto del campus con frecuencia ni conoce la existencia, salvo por las fricciones por obtención de influencias o disputas por la asignación de recursos. El profesor apenas cuenta con recompensas económicas a su trabajo. Las gratificaciones que espera son fundamentalmente el reconocimiento en sus círculos científicos, sobre todo internacionales, o la opción a parcelas de poder dentro de la propia organización universitaria, en cuyo ámbito docente la jerarquía se basa más en una graduación del conocimiento que en el concepto de autoridad. La universidad no la concibe como institución a la que sirve, sino como una maquinaria puesta a disposición de sus particulares objetivos docentes o investigadores. Los profesores no sienten que sean ellos quienes deban dar cuenta de su rendimiento a la universidad: es a ésta a la que exigen explicaciones del modo en que les facilita su cometido. Y aún no hay norma legal que clarifique si la universidad es el instrumento de los docentes para conseguir sus fines o debe ser al contrario.

José Luis Muñoz y Mario A. Sierra son integrantes del PAS de la Universidad de Alicante.

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