Crítica:

Tiempos sin rencor

Las condiciones en que se produjo la extinción esencial del franquismo permitieron que los peores criminales guerra se fuesen, como el propio Franco, de rositas a sus tumbas. No contaban, sin embargo, con que entre los supervivientes y sus descendientes quedarían quienes, utilizando la historiografía, las artes o las letras, podían ejecutar la única venganza lícita y recomendable, esto es, restituir la memoria de los derrotados.

La aparición de Los que no están, del dramaturgo y cuentista José Antonio Garriga Vela (Barcelona, 1954), contiene ese elemento vengador en la raíz misma...

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Las condiciones en que se produjo la extinción esencial del franquismo permitieron que los peores criminales guerra se fuesen, como el propio Franco, de rositas a sus tumbas. No contaban, sin embargo, con que entre los supervivientes y sus descendientes quedarían quienes, utilizando la historiografía, las artes o las letras, podían ejecutar la única venganza lícita y recomendable, esto es, restituir la memoria de los derrotados.

La aparición de Los que no están, del dramaturgo y cuentista José Antonio Garriga Vela (Barcelona, 1954), contiene ese elemento vengador en la raíz misma de su planteamiento: un hombre descubre a los sesenta años su verdadera identidad y decide hacer justicia, a título póstumo, contra su terrible padrastro, un coronel franquista de la peor catadura. Pero lejos de quedar reducido a un acto de rectificación histórica, el libro es un bellísimo recorrido por las tortuosas paredes de una memoria inocente, la infancia de un niño condenado a sobrevivir en una Casa de Misericordia y a partir de los nueve años, en la inmisericorde casa del asesino Abelardo Rico.

LOS QUE NO ESTÁN

José Antonio Garriga Vela Anagrama. Barcelona, 2002 198 páginas. 11,72 euros

Garriga ha sabido manejar muy bien la parcela de realidad elegida, construyendo esta desconsolada novela que rebosa verdades históricas y sentimentales. Salpicada de un humor negro como la España que describe, la historia dibuja un laberinto de recuerdos ordenados por el pulso entre la ansiedad de la liberación y la serenidad de la supervivencia. Imágenes precisas y sutiles referencias al imaginario colectivo de tres generaciones completan este antimodelo literario que estimulará a quienes mantienen su fe en la lectura como placer y confortará a los que piensan que la ausencia de rencor no deslegitima determinadas venganzas, siempre que se caractericen, como esta novela, por su excelencia (y no por la Otra).

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