¿No hay más soluciones?
Veo con tristeza las soluciones que nuestros gobernantes dan a los problemas que nos tocan de una forma más cercana. Al incipiente consumo de bebidas alcohólicas de parte de nuestra juventud (botellón, para que nos entendamos), y al pernicioso efecto del tabaco sobre nuestra salud, las respuestas del Gobierno se centran en la prohibición, la represión y el castigo.
A los parados, a los que se iguala en el supuesto de que ninguno quiere trabajar y todos quieren vivir del cuento y sangrar las arcas del Estado, se les va a aplicar una especie de tercer grado para reducir su número....
Veo con tristeza las soluciones que nuestros gobernantes dan a los problemas que nos tocan de una forma más cercana. Al incipiente consumo de bebidas alcohólicas de parte de nuestra juventud (botellón, para que nos entendamos), y al pernicioso efecto del tabaco sobre nuestra salud, las respuestas del Gobierno se centran en la prohibición, la represión y el castigo.
A los parados, a los que se iguala en el supuesto de que ninguno quiere trabajar y todos quieren vivir del cuento y sangrar las arcas del Estado, se les va a aplicar una especie de tercer grado para reducir su número.
A los estudiantes les intentan vender la moto de que el fracaso escolar es culpa suya y no del sistema educativo y, sobre todo, del modelo social y familiar en que vivimos.
Parece ser que para nuestros gobernantes resulta más fácil censurar y prohibir que promover una concienciación sobre la necesidad de los cambios de actitud mediante la explicación, la formación, la prevención y la reflexión.
En fin, que debe resultar más barato un decreto-ley que un programa de cambio integral basado en la prevención y en la promoción de valores fundamentados en el respeto, la confianza, la tolerancia y la creencia en que el ser humano no es malo por naturaleza.