Columna

Jardines

Están los jardines de Madrid que se salen. Junio es una exquisitez de la naturaleza. Un sencillo geranio, con su sola presencia, demuestra que la vida, a pesar de todo, también sabe ser bella. Hace justamente un cuarto de siglo, el país inauguraba un jardín llamado Democracia.

El parterre era Madrid, clamor barroco de geranios, por supuesto, rosas, claveles, pensamientos, nomeolvides, dondiegos de noche y de día, pitiminís, azahar, heliotropos incluso. También había lilas y unos cuantos capullos. Pocos días antes nos habían matado a los abogados de Atocha. Pocos días después llegó aquel...

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Están los jardines de Madrid que se salen. Junio es una exquisitez de la naturaleza. Un sencillo geranio, con su sola presencia, demuestra que la vida, a pesar de todo, también sabe ser bella. Hace justamente un cuarto de siglo, el país inauguraba un jardín llamado Democracia.

El parterre era Madrid, clamor barroco de geranios, por supuesto, rosas, claveles, pensamientos, nomeolvides, dondiegos de noche y de día, pitiminís, azahar, heliotropos incluso. También había lilas y unos cuantos capullos. Pocos días antes nos habían matado a los abogados de Atocha. Pocos días después llegó aquella mítica mujer con nombre de flor doliente, Pasionaria (la democracia costó muchos Dolores). Y la vimos entrar al Parlamento del brazo de Adolfo Suárez. Cuántas emociones juntas, santo cielo.

Las alegrías colectivas que nos está deparando ahora mismo el balompié (pase lo que pase hoy) son una broma comparadas con el júbilo metafísico y salvaje que se apoderó de nuestras calles aquel memorable 15 de junio de 1977. Fuimos a votar acicalados, limpios y guapines, como quien procede a acostarse con su amor tras meses de asedio. Luego, nos colocamos una flor en el ojal (las gardenias se agotaron en Madrid, y las violeteras hicieron horas extra) y nos bebimos el vino de bastantes tabernas. Y dimos rienda suelta a nuestras más queridas coplas panfletarias. Hace 25 años estrenamos libertad. Y unos cuantos llegamos a casa a cuatro patas y a horas impresentables de la madrugada.

Mienten quienes afirman que la democracia es mentira, pero no les falta razón a quienes sospechan que es un bolero necesario. La libertad, sueño posible que busca la noche, a veces es un capullo de alhelí, un floripondio, un reloj que no marca las horas. Ahora bien, si tú me dices ven lo dejo todo, por la sencilla razón de que toda una vida me estaría contigo, y no me cansaría de decirlo. Eso no es óbice para que, si un atardecer las gardenias de mi amor se mueren, es porque han adivinado que la palmé. Solamente una vez se vive en la vida, o eso parece. De todo lo cual se colige que me gustas tú, ojos negros, piel canela, libertad. Santo cielo, cómo se pasa la vida tan cantando.

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