Crítica:

Gran mosaico de 175 años

En el mundo taurino, cuando sale un toro de bandera, con bravura, casta y presencia, se suele decir de él: 'Es un tío'. No hay elogio mayor. Bien, pues este libro es un tío. El narrador norteamericano Richard Ford ha hecho una selección de cuentos que va de 1820 a 1999. Lo cierto es que en la literatura de Estados Unidos hay cuentistas para dar y tomar porque el género se ha cultivado con fruición desde que los narradores norteamericanos hubieron de dedicarse a él si querían publicar en la prensa y las revistas, ya que el prestigio y la tradición de publicar en forma de libro estaba reservado ...

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En el mundo taurino, cuando sale un toro de bandera, con bravura, casta y presencia, se suele decir de él: 'Es un tío'. No hay elogio mayor. Bien, pues este libro es un tío. El narrador norteamericano Richard Ford ha hecho una selección de cuentos que va de 1820 a 1999. Lo cierto es que en la literatura de Estados Unidos hay cuentistas para dar y tomar porque el género se ha cultivado con fruición desde que los narradores norteamericanos hubieron de dedicarse a él si querían publicar en la prensa y las revistas, ya que el prestigio y la tradición de publicar en forma de libro estaba reservado a los escritores pertenecientes a la cultura inglesa y europea. Afortunadamente, este cauce literario ha conducido un caudal creativo de apariencia inagotable y de corriente cada vez más poderosa, que ha sacado a flote, además, una creación novelística de primer orden.

ANTOLOGÍA DEL CUENTO NORTEAMERICANO

Richard Ford Varios traductores Galaxia Gutenberg Barcelona, 2002 1.280 páginas. 45 euros

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Pues lo cierto es que no se trata tanto del mayor o menor acierto de Ford en la elección como del extraordinario material de trabajo. Ford es un excelente escritor con muy buen gusto lector, pero su trabajo no era tanto qué incluir como qué excluir. Por ejemplo: no es difícil elegir Rip van Winckle o Bartleby el escribiente, pero ¿qué hacer con Poe o James?; los dos textos elegidos son indiscutibles: La carta robada y El rincón feliz; pero sus lectores sabemos que hay razones muy serias para haber elegido El corazón delator o El banco de la desolación. Por otro lado, la rectitud y la convicción de su buen gusto le llevan a seleccionar un cuento tan extenso como El chico de Pedersen, de William Gass, que está a la altura de los mejores relatos del mismo James o a confiar en Delmore Schwarzt. Pero hay que apresurarse a decir que todos los cuentos seleccionados son homogéneamente buenos y ofrecen el añadido de ser una carta de presentación de autores poco familiares al lector español.

Con todo, su mayor aliciente

esta en su carácter de mosaico de la vida estadounidense a lo largo de 175 años. Lo admirable es ver cómo se representa esa vida desde 65 puntos de vista, cada uno de los cuales son interesantes y distintos y proceden de todos los estratos sociales incluido el de inmigrante o hijo de inmigrante. A medida que nos vamos adentrando en el siglo XX observamos la presencia cada vez más fuerte de lo cotidiano y la transformación del lenguaje, lo que se corresponde con la atención que los escritores estadounidenses han dedicado a su vida práctica sin olvidar la búsqueda del sentido de la realidad. El lector queda anonadado ante la compacta presencia de las líneas vitales de una sociedad multirracial y la relación que todos los cuentos muestran entre sí dentro de su diversidad. Ahí está finalmente la mano de Ford: en la coherencia literaria de este libro, que me parece imprescindible para conocer el peso de la narrativa norteamericana en el último siglo y medio. Lo dicho: un tío. Un diez.

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