Crónica:REPORTAJE

Los colombianos temen al 'cartel de Madrid'

La comunidad colombiana en España siente pánico de sí misma. Para ser más exactos, de la nefasta aureola de delincuencia, marginalidad y exclusión que rodea a muchos de los colombianos que han venido llegando en los últimos años.

'Esto no se te ocurra publicarlo, que va a parecer que estoy en contra de mi propia gente. Pero yo reconozco a los colombianos por el acento, y apenas se me acerca uno volteo para otro lado, porque uno nunca sabe en qué están metidos'. Lo dice la sencilla trabajadora doméstica y lo dice el estudiante reenganchado, y el sin papeles recién llegado, ...

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La comunidad colombiana en España siente pánico de sí misma. Para ser más exactos, de la nefasta aureola de delincuencia, marginalidad y exclusión que rodea a muchos de los colombianos que han venido llegando en los últimos años.

'Esto no se te ocurra publicarlo, que va a parecer que estoy en contra de mi propia gente. Pero yo reconozco a los colombianos por el acento, y apenas se me acerca uno volteo para otro lado, porque uno nunca sabe en qué están metidos'. Lo dice la sencilla trabajadora doméstica y lo dice el estudiante reenganchado, y el sin papeles recién llegado, y la pequeña empresaria, y el oficinista, y el repartidor de publicidad. Un rumor preocupado y tenso recorre al colectivo inmigrante en nuestro país en los últimos meses. Un murmullo de alarma y desconfianza, entre espantado y dolorido. 'Hasta España se nos llenó de nuestros malandros', musitan voces envueltas en el temor del anonimato. Los colombianos afincados en España se muestran tanto más taxativos cuanto más años llevan residiendo fuera del país. 'Es doloroso constatar la tajante división que enfrenta a la colonia colombiana', señala Yolanda Villavicencio, presidenta de Aesco, la principal ONG de integración de inmigrantes colombianos. 'Quienes ya están bien asentados sienten que los recién llegados les están perjudicando porque los delitos de los que los medios no dejan de informar arruinan la imagen que la sociedad española tiene de la colonia colombiana en su conjunto. Eso ha hecho mucho daño a los miles de colombianos que han llegado en los últimos años porque son estigmatizados como perturbadores de una imagen conseguida a través del trabajo y la integración'.

Olga Montoya: 'Los colombianos nos hemos acostumbrado a que nos roben y amenacen, y luego interiorizamos unos hábitos que casi nadie condena del todo'
Marina González, asistenta: 'Después de que en una semana asesinaran a siete colombianos, mi patrona me pidió las llaves del chalet y me mandó a la calle'

No se trata de una impresión injustificada. En comisarías, locutorios, discotecas y lugares de ocio es un secreto a voces el desembarco de bandas de narcotraficantes, sicarios y delincuentes comunes integradas por colombianos, con experiencia en su país y que vienen a trabajar durante breves temporadas.

Ajustes de cuentas

En Madrid, los ajustes de cuentas entre colombianos han alcanzado tal virulencia, que Colombia ha enviado un destacamento de la Dijin (policía judicial) a solicitud española. Sólo en esta ciudad, según datos de la policía municipal, entre 1999 y 2000 murieron asesinados 14 colombianos; el año pasado la cifra subió ya a 17. Mientras proliferan los casos de asaltos con extrema violencia y empiezan a denunciarse incluso secuestros, fuentes oficiosas constatan la instalación en la capital española de una auténtica mafia interdelictiva que algunos apodan el cartel de Madrid, estructurado en múltiples bandas o clanes familiares independientes.

Pese a la extendida sensación de impunidad que perciben muchos colombianos respecto a la actividad delictiva de sus connacionales, el ritmo de detenciones se ha disparado. Según la Dirección General de Instituciones Penitenciarias, a fecha de 1 de febrero había 1.954 colombianos en prisión, condenados o aguardando juicio. En contraste, Ecuador, con una población residente entre un 25% y un 40% mayor y parecido perfil humano y cultural, contaba en la misma fecha 162 presidiarios. Un porcentaje unas 12 veces más bajo. En los últimos cinco meses, las estadísticas aseguran que han ingresado en prisión un promedio de 45 colombianos por mes.

'Es un lastre para los colombianos que llevamos muchos años en España ver la colonia que se nos está afincando. Hasta hace una década todos venían para instruirse o trabajar honradamente, y entró gente muy valiosa de la ciencia y las artes que huía del país; ahora nos está llegando lo peor, aunque también entiendo que la mayoría es gente humilde que quiere trabajar', se lamenta Gabriel Alzate, un músico de orquesta tropical que llegó a España en 1963: 'Es una pena tener que decirlo, pero la degradación de Colombia se nos está trasladando para acá'.

Un ex presidiario colombiano, encarcelado en Soto del Real por su participación como correo de la droga, explica: 'Los ajustes de cuentas que se dan acá se debe a que los que reciben la cocaína desde Colombia tardan en pagarla. Entonces, el socio de allí se desespera pensando que le han jugado sucio. Quien recibe la droga aquí pone de garantía a su familia en Colombia: si falla con los pagos, su acreedor puede secuestrar a su madre o hijo para presionar. Sé de un caso en el que le mandaron el dedo del hijo menor como indicio de que si tardaba más al muchacho lo irían desmembrando'.

La otra forma de cobrar es secuestrar directamente al deudor en España 'Lo conducen a un piso y lo atan y amordazan para torturarlo. Lo sueltan bajo amenaza de liquidarlo si no paga dentro en un plazo dado'. Sólo como último recurso se decide contratar a un mercenario. 'Cuando ven que su dinero definitivamente se ha perdido, contratan en Bogotá o Medellín a un cobrador serio. Le pagan 10 millones de pesos (cerca de 6.000 euros), le reciben en Barajas, le entregan el arma, le hospedan en un piso o en un hostal y le dan los datos del deudor. El sicario le hace el seguimiento y en uno o dos días es cuando lo deja muñeco'. Este ex preso asegura que la delincuencia colombiana ha penetrado en un sector de la colonia en España: 'Algunas agencias de viajes, locutorios, discotecas y sitios de ocio son empresas fachada para blanquear dólares'. Según su relato, a los sitios frecuentados por colombianos acuden intermediarios que husmean para descubrir quién está pasando penalidades para convencerlo de que vaya al banco a comprar dólares: 'La gente desesperada, sin papeles, sin trabajo, ve como caídas del cielo las 20.000 pelas que les dan por cambiar medio millón a dólares. Luego contratan a personas que viajan de regreso, a azafatas de aerolíneas y hasta a pilotos para que lleven miles de dólares a Colombia'.

Asegura saber que en Madrid hay varias oficinas del narcotráfico: 'En pisos alquilados funcionan como una oficina normal con asesores fiscales, recepcionistas, mensajeros y cobradores'.

Este colombiano habla porque considera que debe alertar que la delincuencia procedente de Colombia puede convertir Madrid en la capital del crimen en Europa: 'Esas bandas que están atracando joyerías y chalets son peligrosas de verdad. Entre ellos tienen la consigna expresa de matar si encuentran la menor resistencia'.

Permisividad con el delito

La pillería generalizada en buena parte de la sociedad colombiana parece estar en la raíz de una actitud permisiva hacia el delito. Así lo cree Olga Montoya, investigadora científica: 'Los colombianos nos hemos acostumbrado a que nos roben, intimiden y amenacen, y luego muchos de nosotros acabamos interiorizando unos hábitos que casi nadie condena del todo porque siempre hay alguien próximo que se apropia de bienes privados o públicos'.

Una perversa 'mentalidad del vivo' sentencia que quien no se aprovecha del prójimo merece que se aprovechen de él.

'Los colombianos tenemos una astucia mal entendida. Hay una fuerte tentación a aprovecharse de la aparente ingenuidad del español, que como no está prevenido ante formas de actuar deshonestas es visto como una víctima fácil', coincide Adriana Hoyos, divulgadora del cine hispanoamericano que vive en España.

Claro que son los inmigrantes de más reciente llegada los que están sufriendo las consecuencias de esa predisposición a la pillería. 'En septiembre, después de que en una semana asesinaran a siete colombianos, mi patrona me pidió las llaves del chalet y me mandó a la calle', comenta Marina González, caleña que llevaba ocho meses trabajando como asistenta y dos años radicada en España. 'Yo no me daba cuenta del extremo a que llega el bochorno, hasta que mi hijo de siete años me pidió que no dijera en su colegio que era colombiano', relata Federico Q., español casado con colombiana.

Ante la ola de asesinatos de colombianos desatada en septiembre de 2001, Carlos Mayol, un colombiano veterinario, organizó en Madrid una manifestación que reunió a 500 colombianos en repulsa tanto de la delincuencia cometida por sus compatriotas como de la estigmatización de toda la colonia por parte de la sociedad española. 'Es doloroso que se señale a todos los colombianos por lo que hacen algunos', explica Mayol.

Olga Gayón es periodista colombiana.

La inutilidad del visado

EL BRUTAL DESCALABRO económico que sufre la sociedad colombiana ha llevado a emigrar a pequeñas organizaciones delictivas en busca de mejores mercados. Hace décadas que Colombia padece la plaga de los apartamenteros, desvalijadores de pisos que aprovechaban la ausencia de sus dueños para llevarse hasta los grifos (literalmente). Las ciudades colombianas están acorraladas por la delincuencia. Los delincuentes formados en un entorno tan crispado encuentran fácil trasladar sus métodos a España. Efectivamente, el 90% de los asaltos a viviendas en España corre a cargo de colombianos, según la empresa consultora de seguridad Belt Ibérica. Y el atraco a joyerías con empleo de expeditivos procedimientos de la mayor brutalidad es la otra especialidad de estos grupos. 'Al asentamiento de grupos mafiosos en España contribuyen el idioma, el clima y la facilidad para moverse después por el resto de los países Schengen', afirma Belt en un análisis sobre la delincuencia colombiana. 'España ha tenido tradicionalmente una economía informal muy grande, a la que ahora se añade la mano de obra sin documentación y que este país sea la entrada natural a todo el continente del narcotráfico procedente de Latinoamérica', apunta Yolanda Villavicencio, de Aesco. 'Para que exista una economía informal es imprescindible que haya unas autoridades que no la persigan. ¿Por qué la delincuencia colombiana no ha ido a Alemania, Francia, Austria o Italia, donde también hay colonias colombianas importantes?', se pregunta. Si las autoridades de inmigración tenían la esperanza de frenar la ola de delincuencia colombiana restringiendo la entrada de sus nacionales mediante la obligatoriedad de portar visado, esta experimentada asociación ya predice su fracaso por anticipado. 'Pensar que el visado acaba con la entrada de delincuentes es una ingenuidad. Lo que restringe es la entrada de inmigrantes económicos honrados, que no tienen dinero para falsificar declaraciones de renta, certificaciones de empleo o extractos bancarios'.

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