CARTAS AL DIRECTOR

¿Por qué se mata en Colombia?

El asesinato del arzobispo de Cali, Isaías Duarte, se suma a miles de muertes selectivas que se producen anualmente en Colombia desde hace décadas. La siembra de cadáveres obedece a múltiples razones o sinrazones. Mata la guerra abierta entre las guerrillas y el Ejército. Matan los grupos paramilitares. Mata el narcotráfico.

Pero es la corrupción política el peor de los males que atenazan al país latinoamericano. El dinero del narcotráfico inunda las billeteras de políticos sin escrúpulos que sólo piensan en mantenerse en el poder.

Las campañas electorales colombianas son, sin du...

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El asesinato del arzobispo de Cali, Isaías Duarte, se suma a miles de muertes selectivas que se producen anualmente en Colombia desde hace décadas. La siembra de cadáveres obedece a múltiples razones o sinrazones. Mata la guerra abierta entre las guerrillas y el Ejército. Matan los grupos paramilitares. Mata el narcotráfico.

Pero es la corrupción política el peor de los males que atenazan al país latinoamericano. El dinero del narcotráfico inunda las billeteras de políticos sin escrúpulos que sólo piensan en mantenerse en el poder.

Las campañas electorales colombianas son, sin duda, las más corruptas del mundo. Hay que ser claros: el dinero de la droga sería un problema menor si no hubiese políticos dispuestos a ser corrompidos.

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Echar la culpa a 'fuerzas oscuras' indeterminadas cada vez que se produce un crimen execrable como el del arzobispo Duarte es muy fácil y cómodo. Pero lo escandaloso tiene que ver con la incapacidad del Estado para investigar los crímenes de lesa humanidad. Como ha ocurrido en ocasiones anteriores, los políticos, y muy especialmente los vinculados a los partidos tradicionales, utilizan la demagogia más execrable para explicar el último crimen. Echan la culpa a los grupos ilegales y ofrecen recompensas.

Después, pasarán los días, los meses y los años y nunca se sabrá quiénes son los responsables del crimen. Ha ocurrido en el pasado: en Colombia fueron asesinados tres candidatos presidenciales en el mismo año y nunca se han conocido los nombres de los verdaderos responsables. Cada año mueren o desaparecen miles de personas. Rara vez son localizados los culpables. La supuesta investigación del último crimen quedará aparcada en una vía muerta cuando el grito de protesta de millones de colombianos se apague. El actual presidente dirá adiós a mediados de este año a cuatro años de promesas inútiles y fracasos escandalosos.

Colombia cambiará el día que sus políticos tengan el arrojo de investigar a fondo los crímenes que diariamente ensucian la imagen del país. El próximo Parlamento debería investigar la corrupción política, las vinculaciones entre sectores del Ejército y los grupos paramilitares de extrema derecha, las conexiones entre la mafia del narcotráfico y el Estado y la financiación de los grupos guerrilleros. Colombia necesita un Informe de la Verdad. Caiga quien caiga.

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