Columna

Barceloneses: instrucciones de uso



Cualquiera que visite nuestra ciudad en estos días de eurocumbre sacará una impresión equivocada porque la gente que verán por la calle, trabajando o soportando estoicamente las restricciones de tráfico, sólo son una representación minoritaria de la barcelonalidad. Los otros, esos a los que, cuando conducen, les gusta utilizar un único carril de la calzada dejando los otros libres, esos que, como peatones, invaden los pasos cebras añadiendo riesgos a la circulación, esos maestros en el arte de aparcar en doble fila, ésos están encerrados en sus casas esperando a que amaine el te...

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Cualquiera que visite nuestra ciudad en estos días de eurocumbre sacará una impresión equivocada porque la gente que verán por la calle, trabajando o soportando estoicamente las restricciones de tráfico, sólo son una representación minoritaria de la barcelonalidad. Los otros, esos a los que, cuando conducen, les gusta utilizar un único carril de la calzada dejando los otros libres, esos que, como peatones, invaden los pasos cebras añadiendo riesgos a la circulación, esos maestros en el arte de aparcar en doble fila, ésos están encerrados en sus casas esperando a que amaine el temporal. Cuando se celebraron los Juegos Olímpicos, fueron muchos los ciudadanos que, hartos de tantos consejos oficiales y medidas extraordinarias, se marcharon a sus segundas residencias o aprovecharon para tomarse sus vacaciones. Los que entonces nos quedamos aquí, descubrimos de repente que la ciudad era un lugar maravilloso, con poca circulación y una vida hotelera generosa, nada masificada y con grandes e inolvidables momentos. Nunca lo dijimos en voz alta porque no era muy elegante, pero en el fondo, sospechábamos que cuando mejor está Barcelona es cuando los barceloneses son minoría.

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