Crítica:

Todos los árboles. El árbol

Acostumbrados a contemplar exposiciones en las que se presentan obras intrascendentes, cuya presencia en ellas se justifica por la pertinencia o afinidad a un tema elegido por el comisario y no por su excelencia artística, la exposición titulada Obras de Árboles se revela como una muestra espléndida, a pesar de que en el título la palabra 'árboles' se escriba con mayúscula, dando la impresión de que las obras van a quedar 'minusculadas'. No ha debido ser difícil, sin embargo, elegir un conjunto de hermosos trabajos que traten o se conformen con árboles, ya que pocos elementos de la natu...

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Acostumbrados a contemplar exposiciones en las que se presentan obras intrascendentes, cuya presencia en ellas se justifica por la pertinencia o afinidad a un tema elegido por el comisario y no por su excelencia artística, la exposición titulada Obras de Árboles se revela como una muestra espléndida, a pesar de que en el título la palabra 'árboles' se escriba con mayúscula, dando la impresión de que las obras van a quedar 'minusculadas'. No ha debido ser difícil, sin embargo, elegir un conjunto de hermosos trabajos que traten o se conformen con árboles, ya que pocos elementos de la naturaleza gozan de mayor prestigio y fuerza plástica que los árboles y que cada vez son más los artistas que fijan su atención en la naturaleza y sus elementos.

OBRAS DE ÁRBOLES

Colectiva. Diversos medios Diputación de Huesca, Porches de Galicia, 4 Centro Cultural Matadero, Martínez Velasco, s/n. Huesca Hasta el 17 de marzo

Organizada por el Museo de Bellas Artes de Pau (Francia), la muestra está formada por una cuidada selección de obras de artistas prestigiados, tales como Paul-Armand Gette, Jochen Gerz, Andy Goldsworthy, Alfredo Jaar, Nils-Udo, Giuseppe Penone, Anne & Patrick Poirier, Herman de Vries, junto a otros menos conocidos, pero de gran interés, que rastrean el hálito poético de los árboles a través de trabajos que van desde la fotografía hasta la instalación, desde la presentación de elementos naturales, como hojas o ramas, hasta la elaboración de formas simbólicas, descubriendo un amplio abanico de posibilidades expresivas que se abren entre el land art y la objetividad fotográfica.

El diálogo entre las prácticas del arte y los fenómenos de la naturaleza, que se inició hacia 1968, con las primeras obras de land art, está mostrando una sostenida fertilidad que va más allá de las modas y los estilos. Este interés, surgido en el Reino Unido, se ha ido extendiendo a los artistas de otros países europeos, incluida España, que se ve representada en esta exposición con obras de Enrique Carbó, Javier Garcerá y Joachim Mogarra.

De la misma manera que

de los árboles se aprovechan sus frutos, su madera y sus hojas para proporcionar alimentos y medicinas, construir mobiliario o edificios y fabricar objetos, los árboles, como muestra esta exposición, ofrecen infinidad de posibilidades a los artistas que aprovechan desde la diversidad de sus imágenes hasta las posibilidades plásticas de su madera, pasando por las cualidades expresivas de su materia o la coloración de sus hojas, elementos con los que crean un universo estético muy atractivo y sugerente, rico en metáforas y hallazgos poéticos.

En nuestra cultura, el árbol es un símbolo, un mito y una fuente de alimentación. Considerado sagrado en la antigüedad, ha sido emblema del saber, ha servido de hábitat humano y proporciona frutos deliciosos. Aislado hoy en un triste alcorque urbano, entre una farola y un contenedor de basuras, rodeado de automóviles, sigue siendo imagen de aquel Paraíso perdido del que la humanidad fue expulsada para siempre por abusar de sus frutos. Pasada la edad del mito, el árbol conserva aún intacto su prestigio, y muestra, en la época de la tecnología alienadora, que es una referencia cierta y un símbolo de la regeneración de la vida natural.

Pero la imagen del árbol, que recuerda y sintetiza simbólicamente el paraíso, no es sólo utilizada de forma idílica o acrítica, sino que, en manos de algunos artistas, como es el caso de Alfredo Jaar, sirve como elemento de denuncia cuando, por medio de la imagen de un esbelto árbol que emerge, tan imponente como solitario, en medio de un campo de refugiados en el norte de Goma (Zaire), muestra la desolación y la miseria de la codicia humana.

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