CIRCUITO CIENTÍFICO

Los ciudadanos demandan conocimientos

El uso generalizado de teléfonos móviles y la instalación progresiva de las correspondientes antenas ha sido recientemente tema de actualidad. Según reconoce el informe que realizó un comité de expertos a instancias del Ministerio de Sanidad y Consumo, los ciudadanos 'han mostrado una creciente preocupación por la incidencia que pudiera tener en la salud la exposición voluntaria o inconsciente a campos electromagnéticos' y 'demandan información objetiva, clara y transparente a las diferentes administraciones públicas'. Por supuesto que el problema no es nuevo, ni exclusivamente nuestro. A nive...

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El uso generalizado de teléfonos móviles y la instalación progresiva de las correspondientes antenas ha sido recientemente tema de actualidad. Según reconoce el informe que realizó un comité de expertos a instancias del Ministerio de Sanidad y Consumo, los ciudadanos 'han mostrado una creciente preocupación por la incidencia que pudiera tener en la salud la exposición voluntaria o inconsciente a campos electromagnéticos' y 'demandan información objetiva, clara y transparente a las diferentes administraciones públicas'. Por supuesto que el problema no es nuevo, ni exclusivamente nuestro. A nivel oficial, y en el entorno que nos incumbe, ya en julio de 1999 el Consejo de Ministros de Sanidad de la Unión Europea planteaba a los Estados miembros una serie de medidas entre las que se incluía 'proporcionar al público información en un formato adecuado sobre los efectos de los campos electromagnéticos y las medidas para prevenirlos'. En esa línea, el Comité de Expertos español, en el citado informe al MSC con fecha de mayo de 2001, recomienda concretamente, entre otras cosas, 'promover una campaña informativa que explique a los ciudadanos -en un formato fácilmente comprensible- los conocimientos actuales acerca de los efectos de las radiofrecuencias en la salud'.

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Tras esas recomendaciones, y aunque circunstancias paralelas -como pueden ser los sucesos de Valladolid- renueven la evidencia de que es imprescindible actuar, no se ha hecho nada. Las distintas administraciones comenzaron a mirar para otro lado o a pasarse la pelota de quién debe asumir esa tarea de información al gran público: de Sanidad y Consumo la cosa podría pasar a Ciencia y Tecnología, o bien a las compañías de telefonía, comunicaciones y electricidad implicadas, y también a los Ayuntamientos o a las autonomías. Ignoro si al Ministerio de Educación. Nadie parece tener competencias, ideas, presupuesto o ganas para iniciar la campaña que recomiendan los expertos y para facilitar los conocimientos que demandan los ciudadanos, que una vez más han perdido la sensación de equilibrio con su entorno. De sobra sabemos que la actualidad nos irá ofreciendo periódicamente motivos y temas para que nos sintamos incómodos, sean ellos los priones, la clonación, la desertización o las radiaciones.

No debe olvidarse que el objetivo de la educación y de la información científica no es otro que contribuir a que las personas se encuentren cómodas con su entorno natural y cultural, incluyendo aquí la tecnología. Para que todos puedan vivir en equilibrio con lo que les rodea necesitan información y educación en una cultura que integre auténticamente la ciencia de cada momento. Por tanto, y con urgencia, se han de diseñar y poner en funcionamiento instrumentos y canales para la comunicación de la ciencia con todos los ciudadanos. No es fácil. Por ejemplo, cuando uno vuelve a leer las recomendaciones citadas arriba se detiene inevitablemente en algunas palabras: ¿qué es un formato 'adecuado' o 'fácilmente comprensible'? Las preguntas concretas sobre el tema de la telefonía móvil y las radiaciones electromagnéticas son muchas y no resulta sencillo encontrar el modo adecuado en todos los casos. Por supuesto, se necesita que alguien tenga el conocimiento, pero también que sepa y pueda comunicarse con el profano, lo cual incluye en primer lugar el que éste quiera escucharle y luego que le entienda o que le crea. Ello restringe inevitablemente el número de fuentes que de hecho son aceptables por el público. Pero ello no es disculpa.

Curiosamente, cuando estaban en nuestras mentes muchas de las preguntas sugeridas por la situación expuesta, el Ministerio de Educación pone sobre el tapete el tema de la insatisfacción con los resultados del actual sistema educativo y la idea de recuperar la reválida para estudiantes. Es inevitable preguntarse si hay relación entre una y otra insatisfacción, entre la del ministerio y la de los ciudadanos maduros que (habiendo aprobado la reválida en su día) hoy demandan conocimientos. Si el objetivo de la educación es el mismo, no debemos ignorar esta otra reválida propia de una sociedad culta, la que implica la prueba que los ciudadanos plantean mirando hacia ministerios y administraciones: ¿cómo van a hacer ustedes para que todos podamos acceder a la cultura científica que necesitamos para vivir adecuadamente en este mundo? Y ahora pregunto yo: ¿qué Administración aprobará esta reválida?

Ramón Núñez Centella es director de mc2 (Museos Científicos Coruñeses)

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