Tribuna:

Y Berenguer cogió su fusil

En los últimos días mi buen amigo Luis Berenguer se ha echado al monte dispuesto a disparar a mansalva contra todo lo que huela a 'popular'. Esta semana le largó una buena perdigonada al presidente Zaplana y la anterior se empeñó en meterle plomo en las alas al propio José María Aznar. La ocasión, la presidencia española de la Unión. Para demostrar la falta de ambición del proyecto europeo del Gobierno español acude a un argumento de autoridad: el profesor de esquí de Aznar. Cuenta Berenguer que cuando a aquél le preguntaron cómo esquiaba el presidente respondió: 'Igual que gobierna, rígido y ...

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En los últimos días mi buen amigo Luis Berenguer se ha echado al monte dispuesto a disparar a mansalva contra todo lo que huela a 'popular'. Esta semana le largó una buena perdigonada al presidente Zaplana y la anterior se empeñó en meterle plomo en las alas al propio José María Aznar. La ocasión, la presidencia española de la Unión. Para demostrar la falta de ambición del proyecto europeo del Gobierno español acude a un argumento de autoridad: el profesor de esquí de Aznar. Cuenta Berenguer que cuando a aquél le preguntaron cómo esquiaba el presidente respondió: 'Igual que gobierna, rígido y mal'. Luego se le acusa de adjudicarse triunfos como la lucha contra el terrorismo o la implantación del euro. Siempre he pensado que una forma simple de hacer valoraciones consiste en recurrir a las comparaciones más próximas.

En materia de terrorismo la comparación no es difícil. Cuando gobernaba Felipe González los belgas se negaban a extraditar a España etarras convictos y era frecuente encontrarse con asesinos confesos comprando guisantes en el Carrefour de Bayona. La cosa cambió mucho cuando Aznar empezó a gobernar. Desde entonces, en el Parlamento Europeo hemos aprobado, con la ayuda de los socialistas españoles, el celebrado informe Watson sobre terrorismo. Luego, gracias a la tenacidad del Gobierno español, se aprobó el plan de acción contra el terrorismo, la euroorden, la armonización del delito de terrorismo, las medidas dirigidas a secar sus fuentes de financiación... Ahora toca emplear los equipos conjuntos de investigación, dar más medios a Europol, poner en marcha la task force de directores de Policía, desarrollar el sistema de información de Schengen... A mí me parece que se puede tachar a este programa de cualquier cosa menos de ambicioso. Es probable que no le haya gustado al profesor de esquí de Aznar pero estoy seguro de que sí gustó a Nicolás Redondo Terreros, porque ahora a los asesinos los ponen en un avión a Madrid en cuanto los cogen y ya no es fácil encontrarse con etarras en supermercados franceses. Y todo respetando la ley.

Lo del euro tiene aún más guasa. En ningún momento el presidente Aznar pretendió atribuirse el éxito de su implantación, aunque estoy seguro de que de haber salido mal hubiésemos tenido que venir a Bruselas con casco. A lo mejor conviene subrayar que si en 1996 no hubiésemos ganado nosotros, el presidente español hubiese tenido que hablar de su entrada en circulación desde el tendido de los sastres, es decir, felicitándose de que todos los europeos disfrutasen de una moneda común... menos nosotros. ¿O es que ya no se acuerda Berenguer de que en los tiempos de González no cumplíamos ninguno de los requisitos exigidos para estar en la moneda única? Entonces se hablaba en los pasillos del Parlamento del Club Med para referirse a los países -sobre todo el nuestro- que no eran capaces de controlar los precios, reducir los tipos de interés o disciplinar las cuentas públicas. Hoy España aprueba con nota alta mientras que a Alemania y Portugal, sabiamente gobernadas por partidos socialistas, hay que darles un tirón de orejas porque no son capaces de ajustar sus cuentas públicas a lo previsto en el Plan de Estabilidad.

Y puestos a hablar de economía, bueno será hacer referencia a las reformas que el Gobierno español se propone acelerar durante nuestra presidencia. En tiempos de González cualquier proceso de liberalización o de apertura al exterior de nuestra economía se contemplaba con temor, ya que se creía que la eliminación de las fronteras traería consigo un desembarco masivo de empresas extranjeras. Anatema era entonces hablar de liberalización del sector eléctrico, del energético, de las telecomunicaciones o de los servicios financieros. Los monopolios de Endesa, Repsol, Telefónica... etc. se defendían como una nueva Numancia para resistir los embates foráneos. Hoy hay que pedir que desmantelen ellos, sobre todo a los franceses, curiosamente con gobierno socialista, empecinados en mantener los monopolios públicos sostenidos por los contribuyentes. Actualmente el Gobierno español es el que más prisa tiene en construir un auténtico mercado interior de los servicios financieros ya que nuestros bancos, compañías de seguros etc. pueden aguantarle el pulso al más chulo. ¿Quiénes son ahora los reformistas? ¿Quiénes los progres?

Más aún, considerando que el clima no es nada favorable. Nos encontramos ante una crisis que por primera vez desde el crack del 29 azota al mismo tiempo a las tres grandes economías; la americana, la europea y la japonesa. Y ya se sabe que en tiempos de crisis los gobiernos suelen caer en la tentación de dejar los cambios para mejor ocasión. Y todo ello, cuando hay elecciones a la vista en prácticamente todos los países de Europa y muchos de los gobiernos que deberían acompañarnos en el proceso de reformas encuentran que los tiempos están más para la prudencia que para la audacia.

Aquí parece como si a Berenguer, mi montaraz amigo, se le hubiese mojado la munición, porque no dirige ni un proyectil contra el resto de las prioridades españolas. ¿Por qué silencia el protagonismo que España va a tener en el lanzamiento de una Convención concebida para reformar la arquitectura institucional europea? ¿Por qué no dice nada del propósito español de coordinar mejor las políticas económicas nacionales, para mantener sólidos unos fundamentos que nos han permitido capear el temporal mejor que nunca? ¿Por qué calla sobre nuestro proyecto de otorgar visibilidad internacional (G-7, FMI, etc.) a la moneda única, cuando ese es uno de los leit-motiv de mi amigo Solbes? ¿Por qué nada dice de nuestro deseo de crear un espacio europeo de transportes y comunicaciones? ¿Cómo ocultar que el Consejo de Barcelona aspira a consolidar el proceso de Lisboa y así progresar hacia el objetivo del pleno empleo en el 2010? ¿Cómo ignorar que pretendemos hacer lo posible para que las negociaciones de ampliación se puedan cerrar a finales de este año? ¿Cómo pasar por alto el protagonismo que España quiere asumir en Hispanoamérica y el Mediterráneo? Como conozco bien a Luis, estos pecados de omisión no pueden deberse a la ignorancia, ni a súbitas amnesias. Sólo pueden explicarse por un intento deliberado de oscurecer las prioridades más importantes de nuestra presidencia. Como terapia de urgencia, cariñosamente le recomendaría un curso de esquí con el ex profesor de Aznar. Nada como reconfortarse mutuamente hablando de los fracasos de un presidente que, con un estilo de gobierno rígido y malo, según la docta opinión de su ex instructor, ha ganado dos elecciones y nos ha dado un peso en el concierto europeo que nunca habíamos tenido.

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PS. Me acaban de decir que los socialistas españoles quieren contribuir al éxito de la presidencia española con aportaciones tan originales como denunciar la discriminación que en España sufren los curas homosexuales. ¿Acaso no hubiese sido más razonable inquirir sobre esta cuestión al ordinario del lugar en vez de preguntárselo al extraordinario presidente del Consejo?

José Manuel García-Margallo y Marfil es vicepresidente por el PP de la Comisión Económica y Monetaria del Parlamento Europeo.

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