Columna

'Botellón'

Al botellón lo han agarrado por el cuello los vecinos y le van a dejar el culo al aire. Tiene sus días contados, pero es seguro que será sustituido de inmediato por algo, normalmente peor. El pastillazo está al quite, con lo cual salimos de Málaga para entrar en Malagón. La madre del botellón fue la litrona, que también era una golfa y acabó desterrada. Pero, mientras que la madre sólo le daba a la cerveza, el hijo le pega al mólotov con similar desparpajo. Tanto el hijo como la madre que lo parió dejan tras sí un rastro canalla de cristales rotos, regüeldos,...

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Al botellón lo han agarrado por el cuello los vecinos y le van a dejar el culo al aire. Tiene sus días contados, pero es seguro que será sustituido de inmediato por algo, normalmente peor. El pastillazo está al quite, con lo cual salimos de Málaga para entrar en Malagón. La madre del botellón fue la litrona, que también era una golfa y acabó desterrada. Pero, mientras que la madre sólo le daba a la cerveza, el hijo le pega al mólotov con similar desparpajo. Tanto el hijo como la madre que lo parió dejan tras sí un rastro canalla de cristales rotos, regüeldos, broncas, carcajadas, alaridos, serenatas, pítimas inenarrables. Han hecho mártires a muchos vecinos.

Medio millón de jóvenes y adolescentes hacen el botellón los fines de semana en la Comunidad de Madrid. Se dan muchas razones para explicar el fenómeno, pero la principal es la pasta. Los precios de las discotecas son prohibitivos para ciudadanos de clases pasivas juveniles. Ahora bien, esos jóvenes que consumen sus pócimas en la calle saben por lo menos lo que se meten al cuerpo. Más patética es la situación de quienes, disponiendo de medios para acceder a locales restringidos, se dejan envenenar por dosis locas de alcohol etílico. Es peor el garrafón que el botellón, al menos desde el punto de vista sanitario. El garrafón está destrozando los mejores estómagos de la capital. No es extraño que cada vez más ciudadanos acudan a las discotecas con una petaca clandestina en el bolsillo. La justicia debiera entrar a saco en la bodega de los locales nocturnos.

Lo dicho no obsta para declarar humildemente que eso de juntarse en manada para vomitar y realizar necedades es un acto gregario, más propio de primates inferiores que de portadores de valores eternos, al margen de la edad que ponga el carné de identidad. Dice la Biblia que el número de tontos es infinito. Y dice Pino Aprile en Elogio del imbécil: 'La estupidez es una fuerza de la naturaleza necesaria para la evolución de la especie'.

Hoy se manifiestan los vecinos en la plaza de la Villa para protestar por el botellón. Pero la botella es parte de nuestra cultura.

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