Barcelona gasta cada año más de 721.000 euros en limpiar las paredes de pintadas

La ciudad dispone de una máquina quitachicles

Barcelona gasta 721.000 euros (casi 120 millones de pesetas) cada año en limpiar las paredes de sus edificios. Limpiarlos de pintadas y de carteles. Una tarea difícil porque no todas las superficies son iguales, de ahí que antes de decidirse a contratar este servicio se hiciera un estudio sobre los tipos de pintura y el espacio en el que se sitúan. La eliminación de los chicles que los peatones arrojan al suelo es la otra gran tarea de un equipo especializado en estas limpiezas.

El estudio descubrió que, a efectos de pintadas, hay tres zonas diferenciadas: una, con uso comercial, lúdico...

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Barcelona gasta 721.000 euros (casi 120 millones de pesetas) cada año en limpiar las paredes de sus edificios. Limpiarlos de pintadas y de carteles. Una tarea difícil porque no todas las superficies son iguales, de ahí que antes de decidirse a contratar este servicio se hiciera un estudio sobre los tipos de pintura y el espacio en el que se sitúan. La eliminación de los chicles que los peatones arrojan al suelo es la otra gran tarea de un equipo especializado en estas limpiezas.

El estudio descubrió que, a efectos de pintadas, hay tres zonas diferenciadas: una, con uso comercial, lúdico y residencial intenso. En este grupo se hallan Gràcia, partes de Horta, Poble Sec y Ciutat Vella. El tipo de pintadas en estas paredes no es el mismo que pueda haber en un segundo bloque que forman los grandes viales. En este caso, la superficie que predomina es el gran muro de cemento. El tercer grupo es la pintada ocasional, con frecuencia reivindicativa. Puede aparecer en cualquier momento y en cualquier punto de la ciudad.

Para combatir estas actuaciones, a mitad de camino entre el activismo y el incivismo, la brigada de limpieza especial dispone de 17 personas dotadas con mecanismos complejos, incluidos ordenadores, grupos electrógenos para trabajar durante la noche, productos químicos biodegradables, abrillantadores, pulidores, decapantes y pinturas que repelan futuras pintadas. El material y los vehículos han supuesto una inversión de 421.000 euros, que se añaden al coste anual de la contrata.

Chicles en el suelo

A estas cantidades habría que sumar otros 42.000 euros empleados en la compra de una máquina especial destinada a arrancar una lacra que azota a las modernas ciudades: el chicle escupido en el suelo. Se trata de un aparato especial. El vehículo que lo transporta dispone de dos compresores, de cepillos y chorros de agua. Tras un primer pulido que basta para suprimir del todo los restos de la goma de mascar, se utiliza agua a una presión equivalente a 500 kilogramos y a 150 grados de temperatura.

Los operarios que limpian muros forman seis grupos de actuación. Los de mantenimiento programan seguimientos regulares de zonas de la ciudad donde se sabe que, por norma, alguna mano embadurna las paredes con mensajes de diverso tipo. Los de intervención inmediata actúan en un plazo máximo de dos horas a partir de que se detecta la pintada, aunque la resolución definitiva puede prolongarse más según la extensión de la pintura y el tipo de pared. Las superficies que se deben limpiar con más frecuencia son obra vista, piedra, mármol, estuco, hormigón y madera.

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La mayoría de las pintadas que se encuentran en la ciudad de Barcelona se hacen sobre paredes, pero no quedan a salvo los armarios de la empresa de electricidad, las farolas, los semáforos, los bancos y el conjunto del mobiliario urbano, en general.

El principal sistema utilizado para limpiar los grafitos y los carteles consiste en un potente chorro de agua caliente mezclado con aire a presión y tierra, en proporciones diferentes, en función de la superficie que haya que tratar.

Una casuística especial es la tipología de los carteles: los hay adhesivos, pegados con celo, esparadrapo o con diversas colas. Otro asunto son sus contenidos. El 45,9% son anuncios de alquiler, venta de pisos o aparcamientos. Con frecuencia son particulares quienes utilizan este sistema de comunicación, pero no faltan inmobiliarias que juegan a la ambigüedad de fingirse particulares, con el señuelo de que el comprador se ahorra la comisión.

Cerrajerías

El 18,9% de anuncios en paredes son de cerrajerías. Todos los demás se sitúan por debajo del 2% en importancia cuantitativa. Hay sugerencias para casi todo: desde quien asegura que ve el porvenir con las cartas del Tarot hasta los destinados a hacer publicidad de circos, teatros, fiestas, viajes o dietas para adelgazar tan eficaces como cualquier tipo de videncia. Las reivindicaciones sólo suponen el 0,08% de los carteles pegados a las paredes de la ciudad. Un tercer tipo de comunicación urbana no reglada lo forman las pancartas. Son más fáciles de quitar y se hallan situadas en puentes y otros sistemas de altura. Las de carácter reivindicativo son las más numerosas y suponen el 18,18% del total, seguidas de las que anuncian conciertos (13,63%) y las que publicitan fiestas diversas (11,36%). El resto se sitúa en todos los casos por debajo del 10%. Las hay que reclaman amnistía para presos; otras anuncian concentraciones de protesta, pero en no pocos casos el lector podrá enterarse de la celebración de diferentes encuentros deportivos. La pintada se ha convertido ya en un elemento consustancial del paisaje urbano de las grandes ciudades, incluida Barcelona. Unas son grafitos para transmitir un mensaje concreto, y otros pintores urbanos, en cambio, optan por contenidos más creativos. No obstante, los servicios municipales se empeñan en combatirlos por motivos de decoro, y lo hacen con tanta rapidez que no dan tiempo siquiera a responder a una pregunta que alguien, preocupado por cuestiones geométrico-matemáticas, pintó en un inmenso muro de la Zona Franca. Decía así: 'Si a es igual a b y b es igual a c ¿por qué tienen nombres diferentes?'.

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