Editorial:

Cubanos en Barajas

Nueve de cada diez solicitantes de asilo político en el aeropuerto de Barajas son cubanos, y la mayoría de ellos acaban obteniendo un permiso temporal de residencia por motivos humanitarios. Se trata de una variante de asilo que les otorga un plazo de dos meses para obtener un empleo y regularizar su situación, de acuerdo con la Ley de Extranjería. Esa facilidad ha sido contrapuesta a los crecientes obstáculos que encuentran los llegados de otros países. La diferencia tiene que ver con el carácter dictatorial del régimen castrista, que impide a los cubanos salir libremente de la isla.

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Nueve de cada diez solicitantes de asilo político en el aeropuerto de Barajas son cubanos, y la mayoría de ellos acaban obteniendo un permiso temporal de residencia por motivos humanitarios. Se trata de una variante de asilo que les otorga un plazo de dos meses para obtener un empleo y regularizar su situación, de acuerdo con la Ley de Extranjería. Esa facilidad ha sido contrapuesta a los crecientes obstáculos que encuentran los llegados de otros países. La diferencia tiene que ver con el carácter dictatorial del régimen castrista, que impide a los cubanos salir libremente de la isla.

Frente a las dificultades de los cubanos para obtener un visado de salida hacia Estados Unidos, por ejemplo, les basta con mostrar la invitación de algún ciudadano ruso para viajar a ese país. Es un residuo de otros tiempos que sirve ahora para que quienes puedan pagarse un billete de ida y vuelta a Moscú con escala en Madrid aprovechen el tránsito por Barajas para pedir asilo político. Como demostrar persecución política específica no siempre es fácil, esa solicitud suele ser denegada de entrada, pero 24 horas después, y tras un interrogatorio con asistencia letrada -según la normativa sobre extranjería-, lo normal es que se acuerde un permiso provisional de residencia de 60 días.

Este sistema viene funcionando desde hace años como una situación de hecho reconocida y aceptada por los dos países. En el verano de 2000 la policía de Barajas intentó cortarla de improviso, denegando el refugio a algunos cubanos. Ello provocó una huelga de hambre de los afectados en el propio aeropuerto y algunos recursos ante los tribunales que fueron admitidos a trámite. El resultado fue la vuelta a la tolerancia anterior. Desde entonces el número de cubanos que recurren al sistema no ha dejado de aumentar. Entre enero y diciembre del pasado año, las solicitudes de asilo se multiplicaron por tres.

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Coincide esta situación con la entrada en vigor desde el día 3 de la exigencia de visado para los colombianos en toda la UE. Durante 40 años, en virtud de un convenio bilateral, los colombianos podían permanecer tres meses en España sin ningún requisito especial. Ahora necesitarán visado, y para obtenerlo deben acreditar arraigo en Colombia y solvencia económica. La medida se justificó por la especial conflictividad, en relación con el narcotráfico, que la policía atribuye a la colonia colombiana. Ello provocó la protesta de un grupo de intelectuales de ese país, encabezados por García Márquez. Sigue pendiente algún gesto del Gobierno español para intentar superar ese desencuentro. Pero resultan confusos los argumentos de quienes toman pie en las facilidades de acceso al asilo por parte de los cubanos para acusar al Gobierno español de discriminación ideológica.

Esa discriminación positiva se basa en la singularidad del régimen cubano. Porque, aunque sea cierto que hay otros Estados en los que el respeto a los derechos humanos es harto vacilante, en muy pocos existe la prohibición de salir del país: como aquí durante el franquismo para los no afectos al régimen. Y ello obliga moralmente a facilitar las cosas a los que logran salir, aunque sea por vías rocambolescas.

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