LA AZAROSA PERIPECIA DE UN FONDO ARTÍSTICO EXCEPCIONAL

Muñoz Ramonet inició su colección con 225 piezas, que compró en 1950

El Ayuntamiento reclama las obras a las hijas del empresario fallecido

Julio Muñoz Ramonet no agregó más valor a la colección de arte que ahora lleva su nombre, que el de su apellido, el de un hombre que murió en Suiza, huido de la justicia española. Adquirió la colección en 1950, 14 años después de la muerte de quien la forjó: Ròmul Bosch i Catarineu, también empresario, igualmente del sector textil, navegante y coleccionista, cuya galería artística alcanzó 2.535 piezas. Pero Muñoz Ramonet sólo llegó a poseer 225, una cifra estimable, sobre todo si se tiene en cuenta que este conjunto no le costó prácticamente nada. Una parte del resto se perdió en el fragor de ...

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Julio Muñoz Ramonet no agregó más valor a la colección de arte que ahora lleva su nombre, que el de su apellido, el de un hombre que murió en Suiza, huido de la justicia española. Adquirió la colección en 1950, 14 años después de la muerte de quien la forjó: Ròmul Bosch i Catarineu, también empresario, igualmente del sector textil, navegante y coleccionista, cuya galería artística alcanzó 2.535 piezas. Pero Muñoz Ramonet sólo llegó a poseer 225, una cifra estimable, sobre todo si se tiene en cuenta que este conjunto no le costó prácticamente nada. Una parte del resto se perdió en el fragor de la guerra civil; la otra pertenece al Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC), al Arqueológico y al de Artes Decorativas.

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La colección de arte que el Ayuntamiento de Barcelona -como heredero de Muñoz Ramonet- reclama judicialmente a las cuatro hijas del empresario, las hermanas Muñoz Villalonga, tiene su origen en la que el 3 de noviembre de 1934 fue depositada en los Museos de Barcelona. El Institut Contra l'Atur Forçós (ICAF) la había tomado como garantía del préstamo otorgado a la Unió Industrial Cotonera. Era ésta una agrupación de 12 empresas del ramo textil que, juntas, confiaban en afrontar con mayores garantías la grave crisis que sufría el sector. A esa unión, y con el propósito de revalorizar el patrimonio del grupo, había aportado Ròmul Bosch i Catarineu su fabulosa colección artística.

Siguiendo las directrices del entonces director de los museos de Barcelona, Joaquim Folch i Torres, las piezas fueron inventariadas y numeradas con los números 35.000 a 37.534. Es decir, que la colección constaba de 2.535 piezas, entre las que había de todo: pintura en múltiples soportes, escultura, dibujo, objetos de gran interés arqueológico, piezas de las llamadas artes decorativas... El valor del conjunto, en opinión de José Bardolet, perito arqueólogo nombrado por el ICAF, ascendía a 4.145.770 pesetas de entonces, unos 1.033 millones de ahora.

Las piezas fueron repartidas por distintos museos: unas fueron al Arqueológico, otras al de Artes Decorativas; el Museo de Arte de Cataluña, antecedente del actual MNAC, recibió 374, las que habían sido fichadas, fotografiadas y registradas con los números 35.436 a 35.809. De ese contingente surgiría años después la ahora llamada colección Julio Muñoz Ramonet, que, si prospera la acción judicial emprendida por el Ayuntamiento, deberá ser exhibida en el palacete de la calle de Muntaner que el empresario legó a Barcelona 'con todo su contenido completo', presumiblemente las 225 piezas que el Museo de Arte de Cataluña le devolvió en 1950, o las que aún estuvieran en su poder cuando murió, en 1991.

Pero nada se sabe con seguridad. Fundamentalmente porque el Ayuntamiento de Barcelona -y también la familia, que no ha respondido a las llamadas de este diario- se ha negado a facilitar cualquier dato sobre el inventario del contenido del palacete realizado por el juzgado de Barcelona que tramita el caso. Para el concejal Ernest Maragall, presidente de la Fundación Julio Muñoz Ramonet, 'la prudencia', 'la normalidad de relaciones' con las hermanas Muñoz Villalonga, que se niegan a entregar al Ayuntamiento los bienes que su padre legó a la ciudad, parece más importante que el interés o el derecho de los ciudadanos a saber qué se está demandando en su nombre.

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Mientras no estén disponibles documentos de mayor actualidad, no existe mejor fuente para valorar la importancia de la colección Muñoz Ramonet que el resultado de la minuciosa investigación documental realizada por el departamento de Documentación y Registro del MNAC, en el que figura, entre otros textos de importancia, la lista de las 225 obras que Muñoz Ramonet retiró en 1950 -como nuevo propietario de la Unió Industrial Cotonera, que había comprado años antes, como señala Francesc Cabana en su libro La burgesia catalana (Proa) - del entonces Museo de Arte de Cataluña: pinturas sobre tabla (53), tela (102), cartón (4), latón (9), cobre (2) y sobre otros soportes (9); dibujos (10), acuarelas (4), esculturas (31) y muebles (1).

En la relación de autores de las obras aparecen nombres importantes: singularmente, por el número de piezas, Fortuny, pero también Anglada Camarasa, Bayeu, Madrazo, Ribera, Sorolla, Tiepolo, Urgell (Modest y Ricard), Viladomat... Pero, en contra de lo que se ha dicho, no figura Goya: o, mejor, sí aparece, pero sólo como autor supuesto o probable: por ejemplo, la ficha de El reyecillo de las manzanas, óleo sobre tela con el número de registro 35.527, señala: 'Obra de la escuela de Goya que también puede atribuirse al maestro'. Se estima también de Goya otra pintura sobre tela (registro 35.530) titulada Arrepentimiento, y se presumen también del mismo autor el Retrato del abad Antonio Pinazo (35.531) y La virgen del Pilar, 'proyecto para la decoración de la basílica del Pilar de Zaragoza', según consta en el registro de la obra. Pero ninguna de estas cuatro piezas fue exhibida jamás mientras el Museo de Arte de Cataluña las tuvo en su poder, lo que no deja de ser un indicio sobre el débil fundamento de la atribución.

Con Goya o sin él, las 225 obras que Muñoz Ramonet se llevó finalmente a casa le salieron baratas: el pago del viejo crédito de 1934, imprescindible para recuperar la colección, lo realizó el empresario cediendo al museo -por venta o donación- una parte de las piezas: las instituciones le abonaron, al parecer, una cantidad prácticamente idéntica a la que quedaba por pagar.

Fragmento del retablo de Sant Andreu de la catedral de Barcelona que se exhibe en las salas de arte gótico del MNAC.MNAC (Calveras / Mérida / Sagristà)

Un 'yachtman' educado en Liverpool

No hay demasiados textos que glosen la figura de Ròmul Bosch i Catarineu, fallecido en 1936. Debió de ser un personaje, si no popular, cuando menos conocido en la sociedad barcelonesa de la época. Al margen de su labor empresarial, para la que se preparó en Suiza, Alemania e Inglaterra, especialmente en Liverpool, presidió un tiempo el Club Natación Barcelona y fue 'uno de los yachtmen más distinguidos' de la ciudad, según puede leerse en una breve nota necrológica firmada por Joaquim Folch i Torres, entonces director general de los Museos de Arte de Barcelona, de cuya junta formaba parte Bosch i Catarineu como 'representante técnico' del Ayuntamiento de la ciudad. Émulo de su padre (Ròmul Bosch i Alsina, político y naviero que legó a los museos de la ciudad un importante fondo numismático), Bosch i Catarineu inició en 1923 una colección de retratos en miniatura para la que adquirió 'notabilísimas series inglesas, francesas y españolas' hasta convertirla 'en uno de los núcleos más importantes de esta especialidad existentes en Europa', en opinión de Folch i Torres. Más tarde, sus intereses como coleccionista de arte se extenderían a la 'arqueología antigua, la pintura antigua y moderna, el arte románico y gótico de Cataluña y Valencia o la pintura de época barroca de arte flamenco, francés y español'. La colección, en su conjunto, llegó a tener 2.535 piezas, que el empresario aportó a la Unió Industrial Cotonera 'para evitar el cierre de las fábricas en un momento de crisis de trabajo', concluye Folch i Torres.

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