Las velocistas del Estatuto

Pilar Carvajal, una de las primeras empleadas de la Junta, mecanografió el texto ultimado por los ponentes

La letra autonómica mide tres días, los que tardaron Conchita Pérez y Pilar Carvajal en pasar a limpio con dos máquinas de escribir eléctricas -un lujo al que se enfrentaban por vez primera- el texto del Estatuto de Autonomía. Las eligieron entre el escuálido personal de la Junta de Andalucía porque eran las más veloces en el arte del tecleo, pero incluso ellas con su rapidez tuvieron que echar el resto la víspera de la inscripción del texto en el registro del Congreso de los Diputados, fijada para el 13 de febrero de 1981, para que pudiera estar a punto.

Ángel Pérez, que a la postre se...

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La letra autonómica mide tres días, los que tardaron Conchita Pérez y Pilar Carvajal en pasar a limpio con dos máquinas de escribir eléctricas -un lujo al que se enfrentaban por vez primera- el texto del Estatuto de Autonomía. Las eligieron entre el escuálido personal de la Junta de Andalucía porque eran las más veloces en el arte del tecleo, pero incluso ellas con su rapidez tuvieron que echar el resto la víspera de la inscripción del texto en el registro del Congreso de los Diputados, fijada para el 13 de febrero de 1981, para que pudiera estar a punto.

Ángel Pérez, que a la postre sería el primer presidente del Parlamento andaluz, las llevó el 12 de febrero en su coche hasta Carmona, donde estaban reunidos los ponentes. Desde las 8.00 hasta las 21.00 mecanografiaron sin cesar lo que José Rodríguez de la Borbolla y Ángel López les iban dictando en una pequeña sala cerca del lugar donde ultimaba su trabajo la ponencia redactora del borrador. 'Sólo paramos una hora para comer con los ponentes', recuerda Pilar Carvajal.

Fueron años entusiastas, donde la pasión compensaba cualquier carencia. Pilar Carvajal Salinas estaba harta de contar billetes en la ventanilla de un banco cuando escribió a la Junta para ofrecerse como secretaria. Le hicieron una prueba y la contrataron en aquella institución donde todo estaba por hacer. A veces por pagar porque no había fondos: 'Un día nos cortaron la luz y Plácido Fernández-Viagas nos repartió una vela a cada uno'.

Con esas mismas velas, recuerda, se concentraron en la plaza de América para solidarizarse con el entonces presidente Rafael Escuredo durante su huelga de hambre. 'Fue el segundo día que utilizamos aquella vela y el último de la huelga de hambre del presidente, luego le hicimos un caldo y una tortilla francesa', rememora.

Eran tiempos en los que el personal autonómico cabía literalmente en la mitad de un autobús, aunque se apiñaban en el Pabellón Real del parque de María Luisa, en Sevilla. Pilar Carvajal comenzó a trabajar el 20 de julio de 1978 en el gabinete de información de la Junta: 'Éramos tan pocos y estábamos tan contagiados por el entusiasmo autonómico que íbamos a todos sitios'. 'Cantábamos el himno cada dos por tres', agrega. 'Aquello era una familia', apostilla Manuel Sánchez, de 69 años, el segundo empleado contratado por la Junta después de Maite de Pablo.

Carvajal, que trabaja ahora en la Oficina del Portavoz del Gobierno, es una especie de memoria cotidiana de lo que acabó siendo historia, que se azora con el protagonismo aunque algunos símbolos de aquellos años hayan perdurado gracias a ella.

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