Escasos y pobres objetivos militares

'¿QUÉ SENTIDO tiene enviar misiles de dos millones de dólares para atacar una tienda de campaña de 10 dólares que está vacía?'. Responder a esta pregunta retórica de Bush a un grupo de senadores justo al cumplirse una semana de los atentados de Nueva York y Washington es la tarea que ocupa desde entonces a los estrategas del Pentágono.

No le faltaba razón al presidente. La extrema pobreza de Afganistán, su pavorosa devastación tras más de 20 años de guerra y el nulo interés de los talibán en crear un Estado moderno hacen que el país carezca de objetivos militares que golpear en un senti...

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'¿QUÉ SENTIDO tiene enviar misiles de dos millones de dólares para atacar una tienda de campaña de 10 dólares que está vacía?'. Responder a esta pregunta retórica de Bush a un grupo de senadores justo al cumplirse una semana de los atentados de Nueva York y Washington es la tarea que ocupa desde entonces a los estrategas del Pentágono.

No le faltaba razón al presidente. La extrema pobreza de Afganistán, su pavorosa devastación tras más de 20 años de guerra y el nulo interés de los talibán en crear un Estado moderno hacen que el país carezca de objetivos militares que golpear en un sentido clásico.

El régimen talibán no funciona como un Gobierno central, sino que es administrado por diferentes responsables que obedecen los designios del jeque Omar, su guía espiritual, que ostenta el título de príncipe de los creyentes. De la misma forma, tampoco existe un sistema legal como tal ni tribunales superiores sino que se rigen por la rígida interpret1ación de la ley islámica (sharia) que hacen los tribunales locales.

Lo más parecido, a ojos occidentales, de lo que son oficinas del Gobierno se encuentra en la capital, Kabul, una ciudad arrasada por la guerra civil tras la retirada soviética en 1989, y Kandahar, donde reside el jeque Omar. Esta ciudad del sur del país es el auténtico feudo de los talibán, y un eventual ataque contra ella tendría un enorme impacto psicológico sobre sus fuerzas. El jeque Omar vive en una villa rodeada por un muro blanco que encierra un pequeño jardín y una mezquita, y fue construida por su vecino y protegido Osama Bin Laden.

La casa se encuentra en el centro de la ciudad y en su mezquita han rezado juntos en ocasiones el millonario saudí y el príncipe de los creyentes.

Afganistán tampoco tiene infraestructuras de importancia, susceptibles de un ataque militar. Con una extensión superior a la suma de Francia y Alemania y una población de 26 millones de habitantes, cuenta con apenas 25 kilómetros de vías férreas, 21.000 kilómetros de carreteras, la gran mayoría sin asfaltar, y una producción eléctrica despreciable (420 millones de kilovatios / hora frente a casi 198.000 millones de España). En comunicaciones, la situación no es mejor: 21.000 líneas telefónicas, aunque la comunicación entre las principales ciudades se realiza por satélite, y una estación de radio y otra de televisión en Kabul, y otras estaciones regionales en nueve de las 30 provincias del país.

También cuenta con unos 45 aeródromos, pero sólo una decena de ellos tiene la pista asfaltada. Los más importantes son los de Kabul, Kandahar y Jalalabad, que tienen uso militar y son al tiempo bases talibán.

En ningún caso disponen de defensas antiaéreas o centros de comando y control en un sentido convencional. La unidad militar típica de los talibán es un puñado de hombres armados en la trasera de un todoterreno, una especie de infantería ligera motorizada, de débil organización y que atacan conjuntamente. A este panorama hay que sumar el hecho de que hay más de 10 millones de minas enterradas en Afganistán¿Qué harán entonces las fuerzas de EE UU? El general británico sir Michael Rose, ex jefe de las fuerzas especiales SAS y de las unidades británicas en Bosnia, señaló esta semana en un chat de la página web de la BBC el camino: 'Sería estúpido intentar ocupar el país. Nuestros objetivos militares son la gente que estamos buscando'. Y esa gente, los apenas mil hombres en que se estima la fuerza de Bin Laden, se reparten por un reguero de campamentos del sur al este de Afganistán.

El objetivo, coinciden la mayoría de los analistas, consistirá en acabar con el régimen talibán con una incursión de comandos especiales, apoyados con la guerrilla antitalibán de la Alianza del Norte como punta de lanza.

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