EE UU se pone en marcha

Vuelve a funcionar el correo en Nueva York, la programación habitual, la Liga y las noticias locales e internacionales

La gran señal de que la vida ha vuelto a la normalidad en Nueva York, y en todo Estados Unidos, justo una semana después del masivo ataque terrorista de las Torres Gemelas, no la ha dado sólo la reapertura, el lunes, de la Bolsa de Wall Street, sino también la vuelta del correo y de la recogida y envío de paquetes postales (suspendida desde el martes 11 en todo el país por motivos de seguridad), y, sobre todo, la programación normal de las grandes cadenas de televisión y de las ligas deportivas, especialmente la de béisbol.

Ayer y hoy se reanudaron los habituales programas de entretenim...

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La gran señal de que la vida ha vuelto a la normalidad en Nueva York, y en todo Estados Unidos, justo una semana después del masivo ataque terrorista de las Torres Gemelas, no la ha dado sólo la reapertura, el lunes, de la Bolsa de Wall Street, sino también la vuelta del correo y de la recogida y envío de paquetes postales (suspendida desde el martes 11 en todo el país por motivos de seguridad), y, sobre todo, la programación normal de las grandes cadenas de televisión y de las ligas deportivas, especialmente la de béisbol.

Ayer y hoy se reanudaron los habituales programas de entretenimiento, entre ellos los más famosos espectáculos de Estados Unidos, como los de David Letterman y Jay Jeno; y los Mets, el adorado equipo de los neoyorquinos, reabrió la Liga y dio por terminado el luto oficial de la ciudad y del país. La gran actuación del bateador Rey Ordóñez, emocionado hasta las lágrimas en el triste acto de recuerdo a las víctimas, pero implacable frente a los Piratas de Pittsburgh, ayudó más a subir la moral de muchos barrios populares de Nueva York que cualquier otro acontecimiento.

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Poco a poco, los grandes medios de comunicación, incluido The New York Times, dejan espacio para otras informaciones, tanto internacionales como nacionales, y ayer ya fue posible leer reportajes en la prensa norteamericana sobre la situación en Irlanda del Norte, Macedonia o sobre la gran sequía que sufre Río Grande. El presidente de ABC News, David Westin, anunció también ayer que su cadena no volverá a emitir las imágenes de los aviones estrellándose contra las torres.

La vida política local y estatal, que había quedado paralizada en todo el país, vuelve también a reanudar su actividad normal: en Nueva Jersey, que funciona casi como un barrio residencial de Nueva York, hay elecciones a gobernador dentro de siete semanas y los actos de campaña han vuelto a ser programados, y en la propia ciudad de Nueva York se empieza a pensar otra vez en las primarias para elegir candidatos a alcalde, que fueron aplazadas precisamente el mismo día del atentado.

Nueva York ha demostrado una vez más que es una gran urbe capaz de resistir casi todo, pero es seguro que esta catástrofe le ha dejado profundas heridas y que va a necesitar más tiempo del que parece para recuperarse, tanto emocional como económicamente. Ayer, a las 8.48, momento exacto en el que el primer avión se estrelló contra el World Trade Center una semana antes, todas las emisoras de radio y las cadenas de televisión locales interrumpieron un minuto sus programas para radiar el himno nacional, música religiosa o campanas repicando en honor de las víctimas.

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Los datos oficiales hablan de 5.500 muertos y desaparecidos, lo que significa que más de cinco mil familias están directamente afectadas y que son decenas de miles las personas que conocieron y trataron a alguna de las víctimas. Es verdad, sin embargo, que los habitantes de Nueva York saben probablemente más de sufrimiento que los de cualquier otro lugar de EE UU, porque muchos de ellos son inmigrantes que vinieron a esta ciudad huyendo precisamente de guerras, tiranías y terribles actos de terrorismo en sus países de origen. Son, y han demostrado ser, gente estoica que ha soportado ya mucho y que no se pone histérica fácilmente.

Durante todos estos días han resultado especialmente dolorosos los testimonios de muchos familiares de paquistaníes, salvadoreños, guatemaltecos o peruanos que trabajaban en los edificios destruidos y que yacen bajo sus escombros, y que recordaban, con extraña serenidad y mucho dolor, cómo habían huido del terrorismo en Cachemira, de los escuadrones de la muerte de la ultraderecha centroamericana o de la locura salvaje de Sendero Luminoso. En las largas listas de fotos que publican los diarios locales y de barrio, y en los pasquines que siguen prendidos de árboles y farolas, son muy frecuentes los nombres hispanos.

De momento, lo que resulta evidente es que la ciudad está dividida, más que nunca y como dice una conocida canción norteamericana, en dos partes: arriba y abajo (up y downtown). Abajo es la zona más afectada por el atentado: el propio distrito financiero, el barrio de Tribeca y la zona de Battery Park. En esa zona es todavía difícil hablar de normalidad, porque tienen prácticamente a la vista los efectos de la catástrofe.

Tribeca, un barrio puesto de moda hace pocos años, está justo al norte del World Trade Center y sigue teniendo aspecto de zona de guerra. Allí están varios de los restaurantes más famosos de Nueva York, entre ellos Nobu, propiedad de Drew Nieporent y del actor Robert de Niro. Para llegar allí hay que pasar una barricada policial, pero aun así Nieporent aseguró ayer a un periódico local que iba a reabrir inmediatamente: 'Somos un símbolo del barrio, y por eso tenemos que estar aquí'.

En uptown, arriba, todo es diferente. El domingo, el Lincoln Center programó La flauta mágica, de Mozart, y hubo lleno. En los vestíbulos de los hoteles vuelven a sonar musiquillas alegres y todavía no se nota que no están llegando turistas al ritmo habitual. Los niños están desde el día siguiente del atentado en sus escuelas y no se producen incidentes racistas, aunque hay que decir que, de repente, han dejado de verse por las calles de Nueva York personas que puedan ser identificadas como árabes o musulmanas. 'Aquí no llegó la onda explosiva, pero ya empezamos a darnos cuenta de que nos va a alcanzar; de otra forma, pero nos va a llegar. El daño ha sido todavía más grande de lo que nos parece', comentaba el encargado de un hotel de la Séptima Avenida. Muchos neoyorquinos, y norteamericanos en general, empiezan a pensar en los efectos económicos de esta crisis y muchos comentaban ayer (en voz baja) los malos resultados de la Bolsa, de la que millones de ciudadanos de este país dependen para sus fondos de inversión o de pensiones. 'Ésta no es una ciudad de yuppies, sino de trabajadores y pequeños comerciantes, y la mayoría se pregunta ahora si podrá conservar su empleo o si tendrá que hacer frente a otra crisis como la del 87', asegura John Solomon, asesor de empresa.

Los jugadores recuerdan en silencio a las víctimas antes del partido que marcó el lunes la reapertura de la Liga de béisbol.ASSOCIATED PRESS

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