Tribuna

Unidos en el dolor y en la indignación

Tras la horrible tragedia que ha afectado a nuestra nación, los estadounidenses de todos los orígenes y creencias se han unido en el profundo dolor, la indignación y la condena de los cobardes actos de asesinato perpetrados en la ciudad de Nueva York y en la capital de nuestra nación. Los musulmanes estadounidenses nos unimos a nuestros conciudadanos en el duelo por las pérdidas y ofrecemos nuestras más sentidas condolencias y oraciones a las familias de los muertos y heridos, y de quienes todavía siguen desaparecidos. Como leales ciudadanos estadounidenses, y como musulmanes devotos, esperamo...

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Tras la horrible tragedia que ha afectado a nuestra nación, los estadounidenses de todos los orígenes y creencias se han unido en el profundo dolor, la indignación y la condena de los cobardes actos de asesinato perpetrados en la ciudad de Nueva York y en la capital de nuestra nación. Los musulmanes estadounidenses nos unimos a nuestros conciudadanos en el duelo por las pérdidas y ofrecemos nuestras más sentidas condolencias y oraciones a las familias de los muertos y heridos, y de quienes todavía siguen desaparecidos. Como leales ciudadanos estadounidenses, y como musulmanes devotos, esperamos que los responsables de estos atroces crímenes contra civiles inocentes sean identificados y llevados ante la justicia con la mayor rapidez.

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Los criminales que perpetraron estos ataques coordinados -independiente-mente de que tengan su base en un país extranjero o que hayan nacido aquí en Estados Unidos- han mostrado la máxima cobardía y falta de consideración hacia el valor fundamental de la vida humana. Cuando el polvo se asiente en medio de la carnicería de Nueva York y Washington -y se revelen los nombres de las numerosísimas víctimas-, quedará claro que ninguna fe, ningún grupo étnico, ninguna raza se ha visto libre de este acto de terror. Las víctimas serán identificadas simplemente como estadounidenses, cristianas, judías, budistas, hindúes y musulmanas. Blancas, negras, rojas, amarillas, morenas. De hecho, las víctimas reflejarán la diversidad de nuestro país, uno de nuestros más notables puntos fuertes como nación. Y los relatos de heroísmo y rescate que indudablemente surgirán en los próximos días reflejarán también la unidad y la diversidad del país.

Los líderes musulmanes estadounidenses han condenado rápidamente estos actos terroristas, al mismo tiempo que han hecho un llamamiento a la comunidad para que done sangre y fondos para ayudar a aquellos que se han visto arrollados por los atentados. Por desgracia, de forma paralela, los líderes musulmanes estadounidenses también han tenido que centrar su atención en otra parte. Los líderes de nuestra comunidad han instado a los medios de comunicación y a las autoridades del Gobierno a que proporcionen datos y eviten conjeturas en la medida de lo posible a la hora de informar sobre los atentados y sobre la investigación en marcha. En especial, hemos instado a los miembros de los medios de comunicación a que eviten unas acusaciones que podrían provocar una reacción violenta contra nuestra comunidad.

En la mente de los musulmanes estadounidenses está todavía fresca la caza generalizada de chivos expiatorios contra árabes y musulmanes que se produjo en las horas y en los días inmediatamente posteriores al atentado de Oklahoma, en abril de 1995. Poco después de dicho atentado, las empresas de comunicación se apresuraron a publicar rumores y conjeturas que vinculaban a árabes y a musulmanes con el crimen. Naturalmente, al final, se descubrió que estos rumores eran infundados, cuando Timothy McVeigh fue detenido. Sin embargo, el daño ya estaba hecho. Como secuela inmediata de ese atentado, se informó de más de 200 incidentes de amenazas, acoso y violencia contra árabes o musulmanes. La irresponsable cobertura de los medios de comunicación contribuyó, sin duda, a la atmósfera de sospecha y desconfianza que condujo a algunos a dirigir su descaminada ira contra los musulmanes y los árabes de Estados Unidos.

Poco después de los horribles acontecimientos, los musulmanes estadounidenses y las mezquitas y colegios musulmanes desde Nueva York hasta Dallas pasando por California, ya han sido objeto de amenazas de muerte y de bomba. Se han publicado noticias no confirmadas de que taxistas neoyorquinos originarios de Oriente Próximo fueron arrastrados a la fuerza fuera de sus taxis y atacados. Y los líderes de la comunidad han aconsejado a las mujeres musulmanas que utilizan vestimenta islámica que se queden en casa, por temor a los ataques de los que puedan ser objeto.

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A la espera de que se determinen los verdaderos motivos y la identidad de quienes perpetraron los ataques terroristas de ayer, los musulmanes estadounidenses declaran unánimemente que ninguna causa política puede promoverse mediante actos tan inmorales y carentes de conciencia. Incluso si -Dios no lo quiera- se demuestra finalmente que los criminales que llevaron a cabo este cobarde atentado son musulmanes, instamos a nuestros conciudadanos a abstenerse de condenar a toda una fe que profesan mil millones de fieles, siete millones de los cuales son también estadounidenses. Culpar a los musulmanes o a la religión islámica sería tan ridículo como culpar a la cristiandad por los insultos a las colegialas católicas de Belfast, o condenar al judaísmo por las transgresiones israelíes contra los palestinos. En esta hora de abrumador dolor común, cada segmento dispar de nuestro país debe unirse en un despliegue de unidad nacional. Estamos unidos en la angustia -cierto- pero estamos también unidos en nuestra resolución.

Riad Z. Abdelkarim es director del Consejo de Relaciones Islámicas con Estados Unidos. © The Washington Times.

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