OPINIÓN

Folclor

La sequía veraniega no favorece lógicamente el debate y la polémica acerca de la propuesta de reforma del Estatuto de Andalucía. Seguramente el otoño marcará el inicio de la campaña artillera acerca de una cuestión que, con perdón de algunos redactores de aquel documento, sigo sin ver su necesidad. Opiniones a favor y en contra existen, con razones y argumentos consistentes, lo cual indica que quedan algunas esperanzas de que ese debate que proponía el presidente Chaves pueda encaminarse por las vías de la racionalidad y el buen sentido.

Otras opiniones, por el contrario, nos abren un c...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

La sequía veraniega no favorece lógicamente el debate y la polémica acerca de la propuesta de reforma del Estatuto de Andalucía. Seguramente el otoño marcará el inicio de la campaña artillera acerca de una cuestión que, con perdón de algunos redactores de aquel documento, sigo sin ver su necesidad. Opiniones a favor y en contra existen, con razones y argumentos consistentes, lo cual indica que quedan algunas esperanzas de que ese debate que proponía el presidente Chaves pueda encaminarse por las vías de la racionalidad y el buen sentido.

Otras opiniones, por el contrario, nos abren un camino cargado de fantasías retóricas y palabrería que son las que menos necesitamos en esta encrucijada. Me refiero a la impresión causada por la lectura de las declaraciones del consejero y secretario general andalucista, Antonio Ortega, sobre la categoría nacionalista de nuestra comunidad. En unos segundos he recuperado veinte años de mi vida y he recordado aquellas bizantinas contiendas acerca de si Andalucía era una nacionalidad o una región, una formación nacional de nuevo tipo, surgida por razones diversas que las catalana o la vasca, pero nacionalidad al fin y al cabo. Cinco legislaturas después, el andalucismo político nos sigue impregnando de brillantina y florituras una cuestión decisiva como es la de la ubicación de la comunidad social y política andaluza en el contexto europeo. Sacar a la tribuna de la opinión la cuestión de la nacionalidad o regionalidad de Andalucía podrá ser una forma ya conocida de intentar dotarse por parte de un partido autodenominado nacionalista de ese protagonismo que ha perdido por razones de práctica política, pero a la vez expresa el bajo nivel al que ha podido llegar esa formación.

Nada aportamos en la perspectiva de la sociedad de la información, del desarrollo tecnológico, de la mundialización autoritaria con discursos como el de Antonio Ortega. A lo más que llegamos es a que nos digan 'tipical andalousie show'. Todo gobierno parece que debe tener su componente folcórico. En Italia parece que lo cumple Bossi, aquí ya estamos seguros de quién se lleva las papeletas.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En