Reportaje:SAN FERMINES 2001

Cien años, cien fiestas

El Ayuntamiento pamplonés celebró su primer homenaje oficial a los centenarios de la ciudad

Máximo Leoz es una de esas escasas personas que puede decir, con orgullo, que ha vivido los sanfermines de tres siglos distintos. También Crescencia Plaza Induráin ha vivido más de cien veces las fiestas. Crescencia, un dechado de locuacidad y una trabajadora incansable, no se limitó a recoger de manos de la alcaldesa de Pamplona, Yolanda Barcina, el pañuelico rojo de honor del Ayuntamiento. 'Gracias, pero ya me dio uno cuando me visitó en casa', respondió la anciana poniendo una nota de humor, que repitió al recoger un abanico de regalo. 'Bueno, yo me había traído el mío por si hacía m...

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Máximo Leoz es una de esas escasas personas que puede decir, con orgullo, que ha vivido los sanfermines de tres siglos distintos. También Crescencia Plaza Induráin ha vivido más de cien veces las fiestas. Crescencia, un dechado de locuacidad y una trabajadora incansable, no se limitó a recoger de manos de la alcaldesa de Pamplona, Yolanda Barcina, el pañuelico rojo de honor del Ayuntamiento. 'Gracias, pero ya me dio uno cuando me visitó en casa', respondió la anciana poniendo una nota de humor, que repitió al recoger un abanico de regalo. 'Bueno, yo me había traído el mío por si hacía mucho calor'. Acto seguido, Crescencia entregó a la alcaldesa un centro de flores de papel confeccionado por ella misma. 'Hago muchos y me quedan muy bien', explicó la homenajeada.

Máximo Leoz Navarlaz, nacido el 16 de mayo de 1900, Teodoro Nuin Ripa, nacido el 3 de octubre de 1900 y Crescencia Plaza, nacida el 1 de junio de 1901, fueron los tres mayores pamploneses seleccionados por el Ayuntamiento para galardonar en sus personas a casi una veintena de centenarios que residen en la capital navarra. Algunos, como Nicolasa Armendáriz, madre de un funcionario municipal, no pudieron acudir porque estaba de vacaciones en Cambrils. 'Pero, eso sí, me ha pedido que el año que viene le llamemos para recordarle la cita y poder venir', informó la alcaldesa.

Lo cierto es que Máximo, tocado con un elegante traje oscuro, corbata y txapela, Teodoro, igualmente trajeado, y Crescencia, elegantísima y con una sonrisa permanente en su cara, han sido, en los primeros sanfermines del siglo XXI, el testimonio vivo de un pasado que desapareció hace mucho tiempo. Pamplona se acababa en la Plaza del Castillo y a Crescencia no le dejaban llegar a casa más tarde de las doce. 'Entonces nos gustaban mucho los fuegos artificiales, bailar en la verbena y, por las mañanas, comer churros', recordó.

Máximo era un enamorado de la música; entonces, la de de chistu y tamboril, de orquestinas y las jotas. Aquejado de problemas en la vista, Máximo, que vivió muchos años en el extranjero, es hoy en día un radioyente empedernido. Las verbenas quedan muy lejos. El fragor de de las torres de sonido es una agresión inconcebible para ellos.

'Una barbaridad'. Con esas palabras definió Teodoro los actuales encierros, en los que apenas se ve a los toros. 'Cuando yo era mozo corríamos veinte o treinta delante de la manada'. A Máximo le parece que las ciudades han mejorado, que son más limpias, más iluminadas que antaño. Le llaman la atención los autobuses urbanos y la facilidad con la que conectan todos los rincones de una geografía invadida por multitudes que les son ajenas.

Los tres han estrenado siglo acordándose de las fiestas de hace mucho tiempo, cuando ellos fueron los protagonistas. Por algún defensivo mecanismo cerebral, el ser humano interrumpe en un momento dado su grabador mental y lo que viene después queda difuso frente a la nítida realidad del ayer más lejano.

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Crescencia, Máximo y Teodoro son el ejemplo de que una prolongada vida se protege del paso del tiempo a través de una selectiva memoria.

La alcaldesa de Pamplona pone el pañuelo a la centenaria Crescencia Plaza.LUIS AZANZA

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