Sopa de Cabra anima el Senglar Rock con un concierto autohomenaje

El recinto de Montblanc acogió en su segunda jornada a unas 3.000 personas

Entre todos los actuantes, Sopa de Cabra ofreció la actuación más regular. Traicionó al conjunto un equipo de sonido insuficiente que sólo ofrecía agudos omitiendo graves y la consecuente pegada. Además, un viento racheado y molesto quitaba y ponía las melodías del grupo de los oídos del público, que aun así celebró con Sopa de Cabra un concierto planteado como despedida. Por ello, el repertorio repescó temas antiguos que pocas veces habían sido tocados antes, como L'estació de França, y de alguna manera la banda se autohomenajeó en esta recta fina de su carrera. Sin llegar a pro...

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Entre todos los actuantes, Sopa de Cabra ofreció la actuación más regular. Traicionó al conjunto un equipo de sonido insuficiente que sólo ofrecía agudos omitiendo graves y la consecuente pegada. Además, un viento racheado y molesto quitaba y ponía las melodías del grupo de los oídos del público, que aun así celebró con Sopa de Cabra un concierto planteado como despedida. Por ello, el repertorio repescó temas antiguos que pocas veces habían sido tocados antes, como L'estació de França, y de alguna manera la banda se autohomenajeó en esta recta fina de su carrera. Sin llegar a protagonizar una actuación brillante, supo manejar sus armas sin parecer un grupo abandonado a su suerte. La experiencia es un grado.

De falta de experiencia pecó precisamente una de las bandas que últimamente se comenta más en Cataluña. Como el panorama es tan insípido, todo el mundo se obceca en hallar una nueva esperanza blanca, y el papelón le ha caído a Pomada. Se trata de un dúo que toma la música popular como punto de partida y con intención juguetona la mezcla con lenguajes de sabor contemporáneo. Un acordeón, un pandero, dos voces y unas bases pregrabadas bastan para que Pomada redondee un discurso musical travieso que en directo está aún muy verde, en ocasiones sonrojantemente verde. Si se les deja crecer, probablemente madurarán, pero la presión que les envuelve pueden dar al traste con este dúo del Vallès que aún no justifica el interés despertado.

El resto de la jornada en el Senglar transcurrió sin sobresaltos y con pocos elementos que mereciesen ser fijados en la memoria. Bien, alguno hubo, pero anecdótico. En el túnel que pasa por debajo de las vías del tren volvió a instalarse el mismo hippie del año pasado, vendiendo de nuevo alimentos que no se atrevería a catar ni un ministro de Agricultura. La ecología también estuvo presente en forma de vasos reciclables y reutilizables, que la organización desea que no se separen de su usuario a lo largo del festival. Toda una curiosidad verdaderamente incómoda.

Y sólo curiosidad merecieron Gossos, Kitsch, Kop y Brams, los otros grupos del día. Kop suena actual gracias a su contundente metal, pero aún se ven más intenciones que logros. Gossos estuvo algo soso y bastante lejano de sus mejores momentos, igual que Brams, sólo que éste aún espera la llegada de sus mejores momentos. Kitsch acertó a remozar un sonido que ya resulta ochentero y algo desfasado. En suma, que el Senglar sólo vivió de un grupo, Sopa de Cabra, que para vivir no necesita un festival así.

Gerard Quintana, cantante de Sopa de Cabra , en el Senglar.JOSEP LLUÍS SELLART
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