Tribuna:REDEFINIR CATALUÑA

La casita de muñecas bosteza

Es jueves (puro espejismo lo suyo del sábado), esto es mi borrador para el artículo de EL PAÍS y... resulta que ha pasado. Sí. ¡Está viva! Nuestra linda casita de muñecas ha disfrutado de un momento de lucidez, uno de esos raros momentos que aparecen en la vida de cualquiera incluso a pesar de uno mismo. Aunque el cielo amenazaba rutina y caía sobre la mañana un debate plomizo más, inoperante, ineficaz y oportunamente a destiempo, como tienen que ser los debates parlamentarios... Pues no: de golpe, los diputados socialistas despertaron de la siesta cósmica que embarga a Cataluña desde que la r...

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Es jueves (puro espejismo lo suyo del sábado), esto es mi borrador para el artículo de EL PAÍS y... resulta que ha pasado. Sí. ¡Está viva! Nuestra linda casita de muñecas ha disfrutado de un momento de lucidez, uno de esos raros momentos que aparecen en la vida de cualquiera incluso a pesar de uno mismo. Aunque el cielo amenazaba rutina y caía sobre la mañana un debate plomizo más, inoperante, ineficaz y oportunamente a destiempo, como tienen que ser los debates parlamentarios... Pues no: de golpe, los diputados socialistas despertaron de la siesta cósmica que embarga a Cataluña desde que la reina madre se pinchó el dedito en la rueca del poder y, ¡zas!, decidieron hacer algo. Podrían decirme que tampoco estamos ante la caída de Roma, que sólo se trata de un plante político para unos y de una pataleta para otros. 'Inmadurez parlamentaria', creo que ha dicho Pujol desde su nuevo reinado báltico. Por cierto, ¡qué lindo ese importante encargo que el presidente de Estonia ha depositado en las muy honorables manos para gloria de los dos países! ¿Intercambio de grandes plumas culturales para enriquecer el conocimiento literario entre pueblos? ¿Petición de ayuda económica? ¿SOS para que no se convierta el cercano suelo ruso en el retrete nuclear europeo? Mucho más elevado: un SOS mayúsculo para convencer al Barça que se pasee por Tallin y les haga un partidito. Que estos presidentes son como niños jugando con sus paisitos, sus soldaditos y sus trenecitos...

Decíamos lo de los diputados socialistas. Era comisión parlamentaria. El día había amanecido cargado de plomo: plomo de incendios que se comen la tierra milenaria con voracidad pantagruélica; plomo de cerdos aftosos que matan a mazazos, terrible alegoría de la repugnante locura de nuestra opulencia; plomo de huelgas que cada vez son más reaccionarias, de tan gremiales, de tan insolidarias; plomo de gobernantes que no saben, no oyen y, encima, hablan. Plomo de mucho malo y muy poco resuelto. Y en el Parlament, feliz en su paraíso autista, querían hablar de los aguaceros del año pasado. Está bien el truco: padecemos la tormenta perfecta, que nos deja el país hecho un trapo, y nuestros diputados hablan de ello un año después, justo cuando no llueve nada y encima luce un sol de narices que celebra la alegría de un país incendiado. Pretenden hablar del agua cuando nos quemamos. ¿Hablaremos del fuego cuando nos inundemos? Y por una vez, como si atisbáramos un bostezo reparador en el sueño milenario, los diputados socialistas dijeron que no. Que para nada aceptaban tamaña broma en un día tan cargado. El gesto ha quedado en poco más que eso: un gesto político, algunos comentarios periodísticos, un par de improperios de la convergencia superior y la casi segura indiferencia ciudadana. Pero si me permiten, para mí tiene una importancia sustancial, puesto que puede ser realmente sólo un gesto, pero ¿y si fuera un síntoma? ¿Se imaginan si estuviéramos ante los primeros indicios de una revuelta parlamentaria real, harta de vivir La vida es sueño en versión lemosina y decidida a despertar sonoramente, con todas las consecuencias? ¿Y si cunde el ejemplo y de golpe nuestros diputados deciden hablar de lo que pasa, como si padecieran alguna epidemia de lucidez? Pánico en las aulas, pronostican los augures del adormilamiento general, guardianes de un país que no protesta porque no está despierto.

Hemos dicho por activa y más activa que el Parlament tenía que ser el escenario de la vida interior catalana, con sus entrañas abiertas, vibrantes de ideas, de confrontación, rasgadas por todo lo que no funciona y sin embargo tendría que funcionar. Foro de la vida colectiva, pero no de la vida vivida, cual bolero inocuo, sino de la vida sufrida, enganchado a la vena de la realidad sin concensiones a metafísicas, estéticas y otras retóricas místicas. Hemos tenido, sin embargo, lo contrario: un Parlament que trata lo importante meses después, cuando ya ni es importante ni casi nadie se duele. De manera que trata lo importante, pero no lo resuelve, condenado a repetir sus graves faltas y sus graves problemas. ¿Qué me dicen de los incendios...? Y a la vez, un Parlament que vive sus momentos álgidos cuando se dedica a la retórica hueca, estetas de la palabra que no pincha en hueso, y por eso gusta. Mociones de censura, himnos..., qué sé yo. Pero los cerdos... para el año que viene.

Para mí lo malo de la casa de muñecas es que realmente jugamos. Tenemos presidente, diputados, oposición, hasta sillitas con respaldo..., y un poco de poder para parecer altos. Pero ni quien gobierna se atreve a ejercer el poder, y de ahí el descontrol en tantos aspectos, ni quien está en la oposición le obliga. Falta algo más que responsabilidad de gobierno: falta cultura de gobierno. Quizá cultura de estadista. Claro que si lo nuestro es hacer de embajadores del Barça por el Báltico... ¿Oposición adentro también? También falta cultura de gobierno en la oposición, una cultura de gobierno que no permita dejar pasar una tierra incendiada porque hoy toca aguacero del año pasado. O porque está demasiado entretenida en buscar por el calendario qué día volverá a avisar que quizá un día presenta una moción de censura...

Cabreo parlamentario. Enfado parlamentario. Gesto parlamentario. Sí señor, de eso se trata. Se trata de salir del autismo, se trata de romper la culturita del amigueo, se trata de acabar con el gremialismo de la élite política y bajar de una vez al barro. Se trata de dejar de jugar. Porque puede que el Parlamento sea una casa de muñecas y todos estén encantados con ello. Pero afuera, señorías, esto no tiene nada de cuento.

Pilar Rahola es escritora y periodista pilarrahola@hotmail.com

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