CARTAS AL DIRECTOR

Mataron a McVeigh

Mataron a McVeigh mientras en su cabeza rondaban los versos del poema Invicto, las orgullosas y hondas palabras de un extinto poeta inglés.

Le mataron los hombres, los eficientes y pulcros políticos y funcionarios, defensores de la ciega justicia implacable, del frío y legal asesinato de Estado, de la muerte aséptica entre blancas paredes.

Ellos opusieron al orgulloso corazón del criminal la mediocridad de sus mentes, sus efímeras leyes fraguadas en el rencor de escuálidas almas, en la especulación permanente de los que nunca arriesgan nada.

Mataron a McVeigh, pero ...

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Mataron a McVeigh mientras en su cabeza rondaban los versos del poema Invicto, las orgullosas y hondas palabras de un extinto poeta inglés.

Le mataron los hombres, los eficientes y pulcros políticos y funcionarios, defensores de la ciega justicia implacable, del frío y legal asesinato de Estado, de la muerte aséptica entre blancas paredes.

Ellos opusieron al orgulloso corazón del criminal la mediocridad de sus mentes, sus efímeras leyes fraguadas en el rencor de escuálidas almas, en la especulación permanente de los que nunca arriesgan nada.

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Mataron a McVeigh, pero muchos pensamos que su premeditado asesinato es tan horrible y repudiable como su desesperada locura homicida.-

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