Reportaje:

Otro peldaño hacia la verdad

Un libro recupera, casi 50 años después, la investigación de Agustín Penón sobre la muerte de García Lorca

RAÍCES

Más de cuarenta años ha permanecido guardado un trozo de la memoria de Federico García Lorca: el tiempo que ha tardado en ver la luz el libro Miedo, olvido y fantasía, de Agustín Penón, uno de los primeros investigadores que llegaron hasta Granada siguiendo el rastro de la muerte del poeta, a mediados de los años cincuenta, y que, pese al silencio oscuro y monolítico de la época, consiguieron abrir el armario de las verdades, aunque fuese a medias. Ahora, 45 años después, tras un lustro de trabajo, una escritora local, Marta Osorio, ha hilvanado y tejiendo, poco a poco, to...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

RAÍCES

Más de cuarenta años ha permanecido guardado un trozo de la memoria de Federico García Lorca: el tiempo que ha tardado en ver la luz el libro Miedo, olvido y fantasía, de Agustín Penón, uno de los primeros investigadores que llegaron hasta Granada siguiendo el rastro de la muerte del poeta, a mediados de los años cincuenta, y que, pese al silencio oscuro y monolítico de la época, consiguieron abrir el armario de las verdades, aunque fuese a medias. Ahora, 45 años después, tras un lustro de trabajo, una escritora local, Marta Osorio, ha hilvanado y tejiendo, poco a poco, todos los apuntes que dejó inconclusos Penón y que arrojan una nueva luz sobre la muerte de Lorca. Es un peldaño más hacia la verdad.

Miedo, olvido y fantasía (Crónica de una investigación sobre Federico García Lorca), editado por Comares, tiene un complejo génesis: Agustín Penón, que estuvo viviendo en Granada entre los años 1955 y 1956, y entrevistándose con toda una serie de personajes de la ciudad (desde los hermanos Rosales hasta el falangista que supuestamente hizo de confesor la madrugada de su asesinato, o los dos presos que lo enterraron), nunca concluyó su libro. Tan abrumado se sintió por toda la información recabada y por la posibilidad de perjudicar a personas que lo habían acogido en la ciudad y habían confiado en él, que regresó a Estados Unidos (él, hijo de catalanes exiliados, tenía la nacionalidad norteamericana) y empaquetó todas sus notas, todos los documentos que había recabado y los manuscritos que le habían entregado.

Poco tiempo antes de su muerte, en 1976, envió todo ese material a su íntimo amigo William Layton, en España, quien le encargó a Ian Gibson la tarea de ponerlo en orden y darle forma. Gibson, embebido entonces en sus propias investigaciones, pudo poco menos que editar una crónica de la peripecia de Penón que pasó desapercibida. Layton decidió hacer un nuevo ofrecimiento a Marta Osorio.

'Yo me he limitado a ordenar el material, desarrollar apuntes o darle la forma que Penón hubiera querido', explica la escritoria. 'Lo auténticamente valioso es todo lo que él descubrió, todo lo que él encontró en Granada'.

Lo que Penón encontró fue una ciudad oscura, atemorizada, que cerraba las puertas nada más oir pronunciar el nombre de Federico García Lorca. Sólo hablaban los vencedores, o trataban de despistar. En una selva de presiones desde el régimen franquista, de medias verdades, de bulos y rumores, Penón fue desgranando los atisbos de certeza, los lugares en los que podía haber sido enterrado el poeta. Se entrevistó con quienes lo habían conocido bien, con quienes lo protegieron, con quienes supieron de él.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Como una década después le sucedería a Ian Gibson, se topó con el recelo ante el extranjero. Aunque, eso sí: sus noches de copas y francachelas con unos y con otros, su cariñosa insistencia y el hecho de ser un norteamericano en la España de los años cincuenta, le abrieron algunas puertas. Bastantes.

Además de encontrar la partida auténtica de defunción de García Lorca, de apuntar por primera vez a quienes fueron los responsables de su muerte (el gobernador civil José Valdés o el ex diputado de la CEDA Ramón Ruiz Alonso, entre otros), Penón hizo una ingente cantidad de fotografías que hoy constituyen por sí un documento de primer orden para los investigadores: los lugares de Víznar en donde se efectuaban las ejecuciones, la Colonia, el último lugar en donde Lorca estuvo encerrado, Emilia Llanos, la mujer que amó al poeta... El recorrido de Penón, relatado en primera persona, es un viaje al corazón de las tinieblas en Granada. O la subida de otro peldaño hacia la verdad.

Archivado En