Editorial:

Fractura racial y social

Los violentos choques en la ciudad de Cincinnati confirman el diagnóstico sobre la situación delicada de las relaciones interraciales en la sociedad estadounidense. El alcalde levantó ayer el toque de queda que decidió imponer tras varios días de vandalismo, pillaje y enfrentamientos con la policía a causa de la muerte de un joven negro desarmado por disparos de un agente. Desde el pasado mes de noviembre han muerto en esa ciudad cuatro ciudadanos negros en similares circunstancias, y desde 1995, 16. Como ha sucedido en ocasiones recientes en otros lugares, parece evidente que el simple hecho ...

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Los violentos choques en la ciudad de Cincinnati confirman el diagnóstico sobre la situación delicada de las relaciones interraciales en la sociedad estadounidense. El alcalde levantó ayer el toque de queda que decidió imponer tras varios días de vandalismo, pillaje y enfrentamientos con la policía a causa de la muerte de un joven negro desarmado por disparos de un agente. Desde el pasado mes de noviembre han muerto en esa ciudad cuatro ciudadanos negros en similares circunstancias, y desde 1995, 16. Como ha sucedido en ocasiones recientes en otros lugares, parece evidente que el simple hecho de que un sospechoso sea negro tiene relación directa con la facilidad con que la policía recurre a las armas de fuego.

Al margen de poner en evidencia las actuaciones de la policía, los acontecimientos en Cincinnati revelan el inmenso potencial de enfrentamiento civil que la falta de políticas sociales ha generado. Grandes comunidades negras, que son mayoría en algunas grandes ciudades, viven en la pobreza, cuando no en la miseria, sin acceso real a la educación, al mercado de trabajo y a la sanidad, en guetos de los que parece imposible salir si no es por medio del crimen. La impermeabilidad entre las comunidades blanca y negra sigue siendo enorme.

La sociedad de EE UU se ha fraccionado crecientemente a medida que las minorías aumentaban su peso demográfico y también las diferencias entre ricos y pobres. El melting pot se ha quedado en quimera. No parece que el talante de la nueva Administración de Bush le lleve a reducir estas tensiones. El nombramiento de unos cuantos ciudadanos negros para cargos de importancia en Washington es poco más que un gesto hacia una comunidad que votó masivamente a favor del candidato demócrata. Y la reducción del gasto social augura un progresivo aumento de ese Tercer Mundo en sus propias metrópolis, siempre con la amenaza de que un caso concreto haga estallar juntos muchos de los polvorines en que se han convertido los cascos urbanos.

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