Compañero, no rival

Aquella mañana del 94, Fiz iba por las calles de Helsinki en cabeza de la carrera. Tras él, García, Juzdado y un reducido grupo de rivales. No era difícil seguir la carrera por el recorrido, porque tenía varios bucles. Un grupo de periodistas andábamos de un lado para otro. De pronto, nos encontramos con Landa, responsable técnico del equipo español de maratón. Estaba enardecido: 'Se van a ir los tres. Han hablado entre ellos y están inmensos. Han visto que nadie les va a poder seguir'.

Salimos todos pitando para el estadio. Primero entró Fiz; a unos cuantos metros, García. Cuando ambos...

Aquella mañana del 94, Fiz iba por las calles de Helsinki en cabeza de la carrera. Tras él, García, Juzdado y un reducido grupo de rivales. No era difícil seguir la carrera por el recorrido, porque tenía varios bucles. Un grupo de periodistas andábamos de un lado para otro. De pronto, nos encontramos con Landa, responsable técnico del equipo español de maratón. Estaba enardecido: 'Se van a ir los tres. Han hablado entre ellos y están inmensos. Han visto que nadie les va a poder seguir'.

Salimos todos pitando para el estadio. Primero entró Fiz; a unos cuantos metros, García. Cuando ambos cruzaron la meta, se giraron para ver dónde estaba Juzdado. Le vieron que ya había entrado en la pista. García cogió del hombro a Fiz, le arrastró hacia el suelo, y ambos, de rodillas, comenzaron a hacer gestos de adoración hacia el hombre que iba a completar el podio.

Ese día no había ganado ninguno, había ganado el equipo español de maratón en una de las escenas más emotivas que se recuerdan del deporte.

A partir de entonces, los maratonianos españoles se pasearon por el mundo. Con Diego García siempre en segundo plano. Dispuesto a estar en la línea de salida para echar una mano a sus compañeros, o para dar la cara si ellos fallaban. Como compañero de entrenamiento -así murió ayer- o de carrera, pero jamás como rival.

Así recordaremos a Diego.

Juan Mora es subdirector del diario As