Tribuna:

De la ciencia-ficción a la política-ficción

El profesor Gil Calvo ha magnificado en estas columnas un pequeño rifirrafe que tuvimos él y yo en un aula universitaria de Madrid. Casi lo había olvidado cuando publicó su artículo La izquierda y el sistema solar. La discrepancia que lo originó surge muy a menudo en una época en la que, tras el hundimiento del sistema soviético, está de moda considerar eterno al sistema capitalista y apuntarse al neoliberalismo. En esos casos suelo dejar clara mi actitud y casi me resigno a esperar que cambie la moda, y con ella, las ideas de los muchas veces ocasionales seguidores del ...

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El profesor Gil Calvo ha magnificado en estas columnas un pequeño rifirrafe que tuvimos él y yo en un aula universitaria de Madrid. Casi lo había olvidado cuando publicó su artículo La izquierda y el sistema solar. La discrepancia que lo originó surge muy a menudo en una época en la que, tras el hundimiento del sistema soviético, está de moda considerar eterno al sistema capitalista y apuntarse al neoliberalismo. En esos casos suelo dejar clara mi actitud y casi me resigno a esperar que cambie la moda, y con ella, las ideas de los muchas veces ocasionales seguidores del pensamiento único.

Antes de meterme en polémica debo decir que en la última parte del artículo hay ideas que fuera de contexto podría compartir. Por ejemplo, el rechazo 'de la nueva construcción de la realidad que la derecha nos propone para definir este cambio de siglo: determinismo tecnológico, imperialismo financiero, sociedad digital, nueva economía virtual'.

También pienso que, en esta época, una transformación socialista tiene que venir impulsada desde abajo, fruto de la voluntad de las mayorías, animada por una nueva cultura de masas, pluralista y no impuesta desde arriba, y sin negar los derechos de los oponentes. No pocos comunistas, que no quisimos convertirnos en estatuas de sal, habíamos planteado ideas semejantes, quizá con más rigor, reconociendo que en los países desarrollados no correspondían ya ciertas tesis marxistas sobre la conquista y el ejercicio del poder, formuladas en una época en que el proletariado era una clase que 'no tenía más que sus cadenas que perder'.

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Pero, por lo que veo, el grueso del artículo del profesor Gil Calvo es una reafirmación de las ideas que provocaron el rifirrafe, ideas que se contradicen, a mi juicio, con las explicaciones finales de su artículo, con las que acabo de expresar mi coincidencia.

Cuando en la mesa redonda ante universitarios yo expuse mi criterio de que una izquierda de hoy debía incluir en sus fines la transformación del sistema capitalista, el profesor me respondió -como escribe en su artículo- que la izquierda 'no mandurará hasta que no renuncie a esta ingenua ilusión anticapitalista'. Y para sostener tal aserto utilizó lo que ahora califica de metáfora: 'Querer transformar el sistema capitalista sería tanto como querer transformar el sistema solar'.

Estoy acostumbrado a las ampulosas y sorprendentes metáforas de la imaginación oriental. Una vez en Pekín, hace casi medio siglo, Mao Zedong me dijo: 'Ofrezcan ustedes diez mil años de vida a su burguesía', que me enseñó a pensar en la levedad del tiempo. Pero la metáfora del sistema solar sólo me pareció una manera de indicar que el sistema capitalista es intransformable, en la opinión del profesor Gil Calvo.

Mi respuesta fue irónica y fácil: las leyes que rigen el movimiento del sistema solar son naturales, funcionan desde hace miles de millones de años y seguirán funcionando mientras el universo mundo exista. Se trata de leyes en las que el ser humano no ha puesto su pecadora mano. En cambio, el sistema capitalista empezó a existir y a dominar, como quien dice, ayer, hace tres siglos, y las leyes que le rigen no son naturales, ésas sí son obras de seres humanos. Antes de que pasen otros millones de años, ¿cuántos nuevos sistemas sociales habrán conocido las sociedades humanas? De aquí se deducía que el sistema capitalista no era, por principio, intrasformable y que la izquierda debía definirse en este tema.

Pero el profesor Gil Calvo considera que tanto esa actitud como la tendencia opuesta de la socialdemocracia conducen a sacralizar el sistema, mientras que a él se le ha ocurrido una original tercera vía. 'Pues siguiendo con la metáfora', escribe, 'no se trata de acabar con el sistema solar, sino de conquistarlo y colonizarlo. Ésa es la tarea que habrá de ralizar la izquierda a lo largo del siglo que comienza: refundar su pensamiento para averiguar el modo no de superar el sistema capitalista, sino de adaptarse a él para domesticarlo'. Seguimos, pues, en el mundo de la por lo menos desafortunada metáfora del profesor. Conquistar y colonizar el sistema solar hoy es el motivo que inspira un género literario, el de la ciencia-ficción, que ha producido muy buenas novelas, algunas claramente anticapitalistas, que a veces parecen más una crítica del sistema imperante en la Tierra. Pero es muy pronto para asegurar hasta dónde llegará lo que hoy es exclusivamente ciencia-ficción. En cualquier caso, no creo que el tratamiento de la conquista del sistema solar pueda valer para el capitalismo. Hay una contradicción en los términos que utiliza el señor Gil Calvo: adaptarse a él para domesticarlo. Pero domesticar una fiera, un animal salvaje, no es adaptarnos a él, sino conseguir que él se adapte a nosotros, se pliegue a nuestra voluntad.

Precisamente uno de los problemas de la izquierda -de amplios sectores de la izquierda- es la excesiva facilidad con que se adaptan al capitalismo y a sus formas cada vez más extremadas de dominación. Ésa es una de las causas de las actuales dificultades para reconstruir una ideología actualizada de la izquierda: que el neoliberalismo ha penetrado profundamente sus actitudes. De ahí que muchos ciudadanos tengan dificultades a veces para diferenciar a la izquierda de la derecha. Al fin y al cabo, si nos adaptamos al capitalismo, aunque sea con el pretexto de dominarle mejor, ¿no estamos ocupando el lugar de la derecha?

Estimado profesor Gil Calvo: que la izquierda tiene que reconocer y aprender de sus fracasos, que debe comprender los cambios que se han producido en siglo y medio entre el mundo de Marx y Engels y el mundo globalizado de hoy, que sus estrategias, instrumentos y medios tienen que variar y abrazar decididamente las vías de la democracia, es evidente. Pero, por favor, su metáfora es inaceptable. Y dudo mucho que Galileo, víctima de quienes defendían el sistema dominante en su época, estuviera de acuerdo con usted para adaptarse a los que dominan hoy. ¿No está usted proponiéndonos pasar de la ciencia-ficción a la política-ficción?

Santiago Carrillo es ex secretario general del PCE y comentarista político.

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