Columna

Sensación de desgobierno

Hace menos de un año el PP alcanzó una mayoría absoluta en las elecciones generales. Los resultados de todas las encuestas desde entonces no solamente confirman que sigue siendo el partido con más aceptación para dirigir el país, sino que además lo hace con un índice de apoyo popular que supera claramente el 40% (en torno al 44%). Aunque esas mismas encuestas indican que la percepción que tienen los ciudadanos del PSOE ha mejorado notablemente desde la elección de José Luis Rodríguez Zapatero como secretario general, no parece que de las mismas pueda deducirse nada más. La lectura de los resul...

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Hace menos de un año el PP alcanzó una mayoría absoluta en las elecciones generales. Los resultados de todas las encuestas desde entonces no solamente confirman que sigue siendo el partido con más aceptación para dirigir el país, sino que además lo hace con un índice de apoyo popular que supera claramente el 40% (en torno al 44%). Aunque esas mismas encuestas indican que la percepción que tienen los ciudadanos del PSOE ha mejorado notablemente desde la elección de José Luis Rodríguez Zapatero como secretario general, no parece que de las mismas pueda deducirse nada más. La lectura de los resultados de las encuestas transmite la impresión de que los ciudadanos ven al PSOE en abstracto como un partido de Gobierno, de que incluso les gustaría que acabara siendo el partido que formara Gobierno en el futuro, pero que no lo ven todavía como la alternativa al Gobierno del PP.

El Gobierno no solamente dispone de una mayoría parlamentaria muy sólida, sino que dispone de algo todavía más importante, de más crédito que los demás. Continúa habiendo en la sociedad española la percepción de que el Gobierno presidido por José María Aznar es, entre los posibles, el que mejor puede dirigir políticamente el país en este momento. Justamente por eso, la sensación de desgobierno que se está extendiendo por la sociedad española resulta tan desconcertante. ¿Cómo es posible que un Gobierno que dispone de tanto crédito tenga tan poca credibilidad? ¿Nos podemos haber equivocado tanto los ciudadanos al darle un crédito tan amplio a este Gobierno? Éstas son las dudas, por el momento sólo dudas, que empiezan a aflorar en la valoración de la acción de Gobierno. No en la valoración general de la misma, pero sí en la respuesta gubernamental a determinados problemas: Tireless, vacas locas, uranio empobrecido, Ley de Extranjería, indulto a Gómez de Liaño...

Es verdad que, con la excepción del último, los problemas no son imputables a la acción de Gobierno. Pero no lo es menos que es para hacer frente a los mismos para lo que están los Gobiernos. Los problemas no generan nunca la sensación de desgobierno. Los problemas son, por el contrario, los que ofrecen a un Gobierno la oportunidad de demostrar su liderazgo. O, dicho de otra manera: el desgobierno no es el resultado de la existencia de uno o de varios problemas, sino de la forma en que el Gobierno da respuesta a los mismos.

Y esto es lo que le está ocurriendo al Gobierno de Aznar desde hace ya bastantes meses. Nadie hace responsable al Gobierno de la avería del Tireless y de que Gibraltar sea Gibraltar y esté donde esté y como está. Pero la inmensa mayoría de los ciudadanos sí le considera responsable de una desastrosa gestión del problema, que, como escribió Vicente Verdú, ha hecho revivir complejos que considerábamos superados. Nadie hace responsable al Gobierno de las vacas locas, pero no se entiende la respuesta que se le ha dado y, sobre todo, que un problema de esta naturaleza se continúe dejando en manos de un ministro 'sospechoso' y de una ministra incompetente de una vulgaridad espantosa. Nadie hace responsable al Gobierno de que la OTAN utilizara munición con uranio empobrecido en Kosovo, pero sí de que se mintiera al Parlamento y de que se justificara la mentira echándole la culpa al 'mando militar'. Nadie hace responsable al Gobierno de la presión inmigratoria que experimentamos, pero sí de que boicoteara la aplicación de una ley consensuada por todos los grupos parlamentarios y que promoviera la aprobación de otra, que no es siquiera capaz de aplicar.

No son los problemas, sino la errática actuación del Gobierno lo que tiene desconcertada a la sociedad. La pérdida de la credibilidad suele ser el comienzo del agotamiento del crédito. Y los primeros síntomas están empezando a aflorar. Y no es con respuestas altaneras, como la del presidente del Gobierno a Gaspar Llamazares el pasado miércoles, como se puede recuperar. Más bien todo lo contrario.

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