LA CRÓNICA

Afortunada Fortuny

¿Qué tiene él que no tenga yo?, me preguntaba aferrado a la barra del Sidecar mientras zozobraba en una tormenta de vodka. Durante años vi al dueño de ese bar, mi amigo Roberto Tierz, recibir la obsequiosa atención de las rockeras con más clase de Barcelona, que le lanzaban unos tejos descomunales con el mismo entusiasmo con el que despreciaban mis torpes balbuceos. ¿Qué tiene él que no tenga yo?, me preguntaba. Un bar. Sí, pero no era eso. Roberto conocía el arte de beber moderadamente. Eso puede que influyera un poco. Y sobre todo las mataba con la indiferencia. Las volvía locas. Muy educada...

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¿Qué tiene él que no tenga yo?, me preguntaba aferrado a la barra del Sidecar mientras zozobraba en una tormenta de vodka. Durante años vi al dueño de ese bar, mi amigo Roberto Tierz, recibir la obsequiosa atención de las rockeras con más clase de Barcelona, que le lanzaban unos tejos descomunales con el mismo entusiasmo con el que despreciaban mis torpes balbuceos. ¿Qué tiene él que no tenga yo?, me preguntaba. Un bar. Sí, pero no era eso. Roberto conocía el arte de beber moderadamente. Eso puede que influyera un poco. Y sobre todo las mataba con la indiferencia. Las volvía locas. Muy educadamente, pasaba de ellas -o fingía pasar, el muy astuto-. El tío arrasaba, mientras yo pedía aún otro chupito de Stolichnaya, Moskovskaya o lo que hubiera, intentando no escuchar el estrépito de mi propio fracaso. Espero no ser políticamente incorrecto cuando digo 'rockeras con clase'. No me refiero a las clases sociales, aquellas de la antipática lucha de clases. O quizá sí, de algún modo. Esas guapas mujeres comulgaban con los valores de la cultura del rock, pero la que no era arqueóloga submarina diseñaba en el equipo de Toni Miró. Eran chicas cultas, elegantes y rockeras. Eran superapetecibles y yo las deseaba con locura. Ellas me daban la espalda y clavaban sus ojos húmedos en el trasero de Roberto, que se había estirado para coger una botella de vodka.

Buenos tiempos para la Dharma: ha estado en el festival 'Rock in Rio', codeándose con lo mejor del rock mundial. Lo explica Maria Fortuny

Pues bien: la que se llevó el gato al agua, la que consiguió atrapar a este soltero de oro fue Maria Fortuny, la teclista de la Companyia Elèctrica Dharma. Rockera con clase, es miembro destacado -por méritos propios y saga familiar- de la aristocracia del rock catalán. Espero no ser políticamente incorrecto cuando digo 'aristocracia del rock'... bueno, me da igual.

Acudo al hogar de los Tierz/Fortuny para entrevistar a Maria. La pequeña Julia está en la guardería. Su mamá llegó ayer de Brasil y se va mañana a Holanda. Roberto -aquel legendario culito, hoy algo más fondón- prepara café mientras la artista de la casa se somete a las exigencias de la fotógrafa. La Companyia Elèctrica Dharma acaba de compartir cartel, en el macrofestival Rock in Rio, con músicos como Sting, Neil Young, James Taylor, Beck, R.E.M., Oasis, Guns 'n' Roses, Iron Maiden , Sheryl Crow, Red Hot Chili Peppers y Britney Spears. Toma castaña. No menos impresionante es la lista de las glorias locales: Carlinhos Brown, Milton Nascimento, Gilberto Gil, Daniela Mercury y Fernanda Abreu, por ejemplo.

-Qué, Maria, te has codeado con las más grandes estrellas del firmamento rockero, ¿eh?

-Encantada de la vida. Fue maravilloso. No nos creíamos que estuviéramos ahí. Tocamos en un escenario envolvente, con sonido por todos lados, como un circo. La reacción de la gente fue escalofriante: desde el primer tema todos aullando como locos.

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-¿La comunidad catalana de Río de Janeiro?

-¡¡No!! No seas malo. Eran brasileños de pura cepa. Había varios escenarios; nosotros actuamos dos días en uno llamado Tienda Raíces, dedicado a los sonidos étnicos o world music.

-Pero no has contestado a mi pregunta. ¿Confraternizaste con los monstruos del rock?

-Pues no. Una foto con Sting no hubiera estado mal. Pero los grandes no se dejaron ver por las zonas comunes del backstage. Nos llevaban y traían en furgoneta. Los camerinos estaban en un espacio enorme, con mucha policía y tal. Si salías a pasear tenías que esconder tu credencial, porque si no, la gente te la habría robado para intentar ver a sus ídolos. Nosotros también fuimos con espíritu de fans, pero nos quedamos con las ganas. Claro que no tuvimos tiempo para lamentarnos, porque gustamos mucho, tuvimos críticas fabulosas y los medios de comunicación nos tuvieron muy ocupados. No nos codeamos con Sting, pero triunfamos.

-Ayer Brasil, mañana Holanda. ¿Dónde más habéis estado últimamente?

-En Polonia, México, Hungría, Croacia, Eslovenia. Y pronto iremos a Pakistán.

-Serás de las pocas personas que saben distinguir Eslovenia de Eslovaquia... Al parecer, la Dharma está viviendo su mejor época.

-Es verdad. Hemos estado sembrando en el ambiente de la world music, yendo a ferias y festivales, y ahora empezamos a recoger los frutos. Son buenos tiempos para la música mestiza. Buenos tiempos si tienes un buen manager.

-¿Quién es el vuestro?

-Hay una persona que trabaja con la Dharma, Teresa Baltar, pero en el fondo somos nuestros propios managers. Y desde que lo somos nos va mejor que nunca.

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