Columna

Calidad

Resulta muy preocupante la frecuencia de noticias relativas a la baja calidad de los servicios y productos que consumimos los ciudadanos. Desde el pánico desatado ante el asunto de la carne de vaca hasta la ausencia de bondad en playas y servicios turísticos de Andalucía, los consumidores asistimos a una creciente desconfianza y distanciamiento respecto de la capacidad y autoridad de productores, técnicos y administración para servir un producto de calidad. La obligación de dotar de servicios y productos de consumo a toda la población, cota alcanzada en los últimos años, debe ser revisada resp...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Resulta muy preocupante la frecuencia de noticias relativas a la baja calidad de los servicios y productos que consumimos los ciudadanos. Desde el pánico desatado ante el asunto de la carne de vaca hasta la ausencia de bondad en playas y servicios turísticos de Andalucía, los consumidores asistimos a una creciente desconfianza y distanciamiento respecto de la capacidad y autoridad de productores, técnicos y administración para servir un producto de calidad. La obligación de dotar de servicios y productos de consumo a toda la población, cota alcanzada en los últimos años, debe ser revisada respecto de los índices de calidad. Constatamos que consumimos productos de baja calidad, por no decir con peligro para la salud.

Leemos que el agua, bien indispensable, es de muy mala calidad o incluso carece de potabilidad en amplias zonas de Almería y Granada. Las redes de abastecimiento de este producto o no existen o suministran un líquido imbebible. ¿Quién será el responsable de esta carencia? ¿A quién se deben dirigir los ciudadanos de esos municipios a la hora de exigir sus derechos como consumidores?

De todos modos, además de los controles bioquímicos, un nuevo filtro de calidad ha nacido a la hora de revisar los productos de la tierra. La empresa suiza Migros, dedicada a la distribución de alimentos, exige que el producto almeriense que va a comprar esté garantizado respecto a las condiciones sociales de su producción. Los empresarios almerienses se quejan de lo que ellos llaman 'una trama del Foro Cívico Europeo'. No tienen razón. La crónica social de los últimos meses nos ha abierto los ojos respecto a las condiciones de vida de los trabajadores immigrantes en España. Hasta ahora el trabajo en el campo había sido duro, ligado a muy injustas condiciones de vida y de contratación. Creíamos haber superado todo eso con el Estatuto de los Trabajadores y los convenios laborales, lo cual es cierto respecto de los trabajadores nacionales, no de los immigrantes. Cuanto antes incorporemos al producto agrario los índices de calidad social, de respeto a los derechos humanos en el mundo de las relaciones laborales en el campo, antes recuperaremos el prestigio de nuestros productos.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En