Columna

Alta velocidad

Pongamos las cosas en su sitio: en lugar de un pasaje para el AVE, lo que de verdad se disputa es un billete, aunque sea de tercera, para la historia. Entre otras cosas porque de aquí a que el AVE emprenda su itinerario inaugural, la alta velocidad de hoy, será como un paseo en tartana, cuando el nuevo milenio saque pecho. Más que las ciencias, las que avanzan una barbaridad son las apariencias. Pero está muy bien que todos celebren el acuerdo de Murcia y lo califique de trascendente, de histórico y de arrollador. Aunque, en definitiva, lo que provoca toda esa euforia no es más que un trazado,...

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Pongamos las cosas en su sitio: en lugar de un pasaje para el AVE, lo que de verdad se disputa es un billete, aunque sea de tercera, para la historia. Entre otras cosas porque de aquí a que el AVE emprenda su itinerario inaugural, la alta velocidad de hoy, será como un paseo en tartana, cuando el nuevo milenio saque pecho. Más que las ciencias, las que avanzan una barbaridad son las apariencias. Pero está muy bien que todos celebren el acuerdo de Murcia y lo califique de trascendente, de histórico y de arrollador. Aunque, en definitiva, lo que provoca toda esa euforia no es más que un trazado, el que ha impuesto el ministro Alvarez Cascos, sin plazos de ejecución ni presupuestos. Ponerse de acuerdo o en desacuerdo sobre un papel con unas rayas de tinta china, hacer un brindis y felicitarse, es, en cualquier caso, un ejemplo de civismo, de cara a los votantes. Todos han cumplido finalmente, aunque todos se hayan visto obligados a ceder un poco más o menos en sus aspiraciones, por obediencia a la jerarquía o a la galería. Y todos también han representado su número en el grandioso espectáculo. No parece pertinente que se pretenda regatear méritos a nadie: cada cual ya lleva en su medalla, su penitencia.

Hasta el ciudadano de a pie está satisfecho y algo confuso, porque creía que el AVE, después de cuanto se ha dicho y escrito, ya funcionaba desde años atrás. Así es, dice el enterado, pero aún estaba sin inaugurar oficialmente. Y entonces cae. Al ciudadano tampoco le preocupa demasiado lo del AVE, porque, aparte del prestigio, es un transporte caro y encima da vértigo. Además, ¿para qué tiene él que ir a Madrid o volver de Madrid en hora y pico? Eso está bien para los negociantes, los financieros y los ricos. Exactamente, la tesis de algunos partidos de izquierda que consideran el proyecto innecesario y elitista. Y eso me parecía a mí también, hasta que el otro día un buen amigo que tiene las ideas muy claras al respecto, me lo explicó de manera sencilla y curiosa: 'Hombre,' me dijo, '¿tú te imaginas al señor que, por sus intereses económicos, está en Madrid, y llega el viernes se coge su AVE y poco después está jugando al golf tranquilamente, en su club de Alicante o de Valencia?, ¿y tú te imaginas el dineral que se deja en esas idas y venidas?, ¿ y tú te imaginas cómo van a subir los precios de apartamentos y bungalows? Es el futuro, no lo dudes'. No sé cuántos valencianos, cuántos madrileños, cuántos españoles juegan al golf todos los fines de semana, pero deben ser muchos para que a la Administración que le toque invierta más de un billón de pesetas de los dineros públicos, en un deporte tan poco patriótico. Claro que mi amigo le puso tal énfasis al asunto que me dejó abrumado con sus argumentos. Lo cierto es que el efecto golf no se ha esgrimido nunca a la hora de enumerar las virtudes del AVE, aunque debe estar implícito en su alta velocidad. Alta velocidad que tampoco se sabe con exactitud cuál es, porque en estos dos últimos años ha pasado de 250 kilómetros por hora a tan sólo 200, y como andan las cosas, aún puede ir a la baja. Pero esos detalles no importan demasiado y no tienen por qué ensombrecer a políticos, empresarios y expertos, en estos días de gozo en los que se congregan litúrgicamente en torno a la estampita del AVE, y se ovacionan o se critican, según convenga, mientras a escasa o nula velocidad muchos otros problemas, bastante más urgentes, continúan sin recibir la atención que exigen. Ahí están los inmigrantes, mano sobre mano, desde que han proliferado las inspecciones, a raíz de lo de Lorca. Los empresarios se niegan a facilitar trabajo a los sin papeles, y el Consell se muestra incapaz de afrontar una situación sangrante: el abandono en el que se encuentran unas veinte mil personas desposeídas de sus más inviolables derechos. Igual hacen algo de tiempo y los envían en el AVE, a toda prisa y gratis, a sus países de origen, en lugar de al club de golf.

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