OPINIÓN DEL LECTOR

Museos y minusválidos

Castilblanco de los Arroyos (Sevilla) -

María es minusválida, va al instituto, pero ¿podrá ir al museo otra vez?...

Cualquiera que lea esta carta, puede pensar que la pregunta que la encabeza no debe formularse nunca. Efectivamente, vivimos en una sociedad donde se habla continuamente de los derechos de los minusválidos (permítanme usar esta palabra). Cuestionar que estas personas tienen derecho a integrarse en ella es una brutalidad. Sin embargo, todavía existen barreras que impiden el acceso a la cultura de las personas con limitaciones físicas.

María estudia y vive en Castilblanco de los Arroyos, un hermoso puebleci...

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María es minusválida, va al instituto, pero ¿podrá ir al museo otra vez?...

Cualquiera que lea esta carta, puede pensar que la pregunta que la encabeza no debe formularse nunca. Efectivamente, vivimos en una sociedad donde se habla continuamente de los derechos de los minusválidos (permítanme usar esta palabra). Cuestionar que estas personas tienen derecho a integrarse en ella es una brutalidad. Sin embargo, todavía existen barreras que impiden el acceso a la cultura de las personas con limitaciones físicas.

María estudia y vive en Castilblanco de los Arroyos, un hermoso pueblecito de la sierra norte sevillana. Soy profesor de su instituto y el 20 de diciembre realizamos una excursión al Museo Arqueológico de Sevilla.

El primer problema que nos encontramos fue el del transporte. María debía abrazarse a mí con fuerza para poder subir al autobús, yo tenía que subir las escaleras con ella en brazos y después soltarla en el suelo, para que así, ella pudiera arrastrarse hasta el primer asiento del vehículo y yo la cogería de nuevo para sentarla. La bajada era más fácil, pues María que es una adolescente muy corpulenta, sólo tenía que arrastrarse por el suelo del autobús, bajando las escaleras, hasta alcanzar su carrito. Sin embargo, aquí no terminó todo.

La visita al museo fue muy bien hasta que nos encontramos con otro obstáculo: el ascensor que nos llevaría hasta la planta sótano (donde comienza la visita) llevaba un año estropeado. ¡Increíble!.

Sin embargo, el deseo de aprender es mayor que las dificultades que nos íbamos encontrando; María pidió a cuatro compañeros que la bajaran a pulso por las escaleras, y así fue.

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Después de este incidente, una compañera y yo, indignados, pusimos una reclamación. Ese mismo día, dos alumnos de Primaria no pudieron acceder a esta misma planta; aguardaron pacientemente, sentados en sus sillitas de ruedas, a que los demás terminaran su privilegiada visita a la prehistoria andaluza.

Por último, fuimos a la antigua ciudad romana de Itálica, donde la lluvia y los socavones de las calles, provocaron que al carrito de María se le salieran dos veces una de las ruedas delanteras.

Seis días después de esta excursión, nos llegó una carta del director del Museo Arqueológico de Sevilla. En ella decía que ya estaba aprobada la sustitución del ascensor y nos deseaba que en la próxima visita no tuviéramos estos inconvenientes.

¿Deberíamos agilizar los trámites burocráticos y eliminar los problemas de competencias administrativas que impiden atender mejor a estas personas? ¿Cuándo dedicarán las empresas y la Administración más tiempo y medios a estas personas, que no producen beneficios bursátiles ni rentabilizan votos a corto plazo?

María, ¿podrás ir al museo otra vez?...-

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