Columna

Deseos

Ni el Olentzero ni Papá Noel han acabado con el protagonismo de la noche de Reyes. La monarquía de los tres Reyes Magos sigue siendo absoluta y un puntillo despótica. Ellos tres acaparan la ilusión y de ellos dependen los balances de las jugueterías. Ellos tres representan el deseo en su esencia más pura, los deseos posibles e imposibles, cumplidos e incumplidos de mujeres y hombres desde que abren los ojos a la vida y a los escaparates. Nada nuevo, por tanto, en el inicio de este tercer milenio que ha llegado, como ustedes habrán podido ver y puede que sufrir, montado en patinete.

No t...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Ni el Olentzero ni Papá Noel han acabado con el protagonismo de la noche de Reyes. La monarquía de los tres Reyes Magos sigue siendo absoluta y un puntillo despótica. Ellos tres acaparan la ilusión y de ellos dependen los balances de las jugueterías. Ellos tres representan el deseo en su esencia más pura, los deseos posibles e imposibles, cumplidos e incumplidos de mujeres y hombres desde que abren los ojos a la vida y a los escaparates. Nada nuevo, por tanto, en el inicio de este tercer milenio que ha llegado, como ustedes habrán podido ver y puede que sufrir, montado en patinete.

No tengo la impresión, como afirman algunos sociólogos, de que por nuestros juguetes nos conocerán. Soy más bien optimista respecto a los efectos de la juguetería en las personas. Mis regalos preferidos de Reyes fueron un tren eléctrico humeante y un Fuerte Apache de madera de pino, pese a lo cual ni he dado en ferroviario ni he servido en ejército alguno, aunque quizás haya hecho un poco el indio manejando la pluma, la Olivetti e incluso este flamante ordenador portátil que acaba de dejarme Baltasar encima de la mesa. No creo que los chiquillos se conviertan en bichos por jugar con la tribu Pokemon ni que terminen cojos de andar en patinete.

Lo importante sin duda es el deseo. 'De mi deseo gozo', decía un viejo lema rescatado por González Ruano. Desde un Ferrari Testarrosa a un cuerpo, el deseo incumplido puede ser la propiedad más pura y más inmarchitable. Son los cuerpos pensados, los cuerpos deseados, los que no se abandonan ni traicionan. Cavafis habla de todo esto en un poema titulado Deseos. Los deseos para él son como 'cuerpos hermosos de muertos que no envejecieron'. El deseo, los deseos, no envejecen. Tenerlo todo puede ser peligroso, aunque no tanto, claro, no vamos a ponernos estupendos este día de Reyes, como no tener nada y desearlo todo.

En fin, acepten la corbata y la colonia que no habían pedido, sonrían y agradezcan lo que nunca les van a regalar. No olvidaré jamás el Citroën Tiburón que nunca me trajeron los Reyes.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En