Tribuna:EL PACTO ANTITERRORISTA

Acuerdo

El Acuerdo unitario firmado entre PP y PSOE ha venido a clarificar la correlación de fuerzas establecida en el País Vasco, pues excluye la principal incógnita que quedaba por despejar, que era la de si el PSE estaría dispuesto tras las elecciones a reeditar su tripartito con los nacionalistas. Ahora queda claro que no está dispuesto, pues las condiciones para hacerlo que ha firmado son tan taxativas (ruptura formal de Lizarra y aceptación explícita del marco constitucional y estatutario) que el PNV nunca podría aceptarlo. De este modo, tras la exclusión de un posible tripartito, ...

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El Acuerdo unitario firmado entre PP y PSOE ha venido a clarificar la correlación de fuerzas establecida en el País Vasco, pues excluye la principal incógnita que quedaba por despejar, que era la de si el PSE estaría dispuesto tras las elecciones a reeditar su tripartito con los nacionalistas. Ahora queda claro que no está dispuesto, pues las condiciones para hacerlo que ha firmado son tan taxativas (ruptura formal de Lizarra y aceptación explícita del marco constitucional y estatutario) que el PNV nunca podría aceptarlo. De este modo, tras la exclusión de un posible tripartito, la suerte ya está echada, pues de las urnas futuras sólo pueden salir dos resultados: o la repetición de la actual mayoría nacionalista, por estéril y precaria que sea, o la difícil alternancia, si los españolistas superan al nacionalismo moderado.¿Quiere esto decir que el PP se ha salido con la suya, llevándose el gato al agua? Probablemente, pues además de recuperar la imagen de dialogante, que el PSOE le ha reconocido con su firma, ha obtenido lo que al PP más le interesaba, que era la garantía de que el PSE no pactará con el PNV tras las elecciones. Y esto es casi lo mismo que haber firmado un pacto preelectoral de gobierno, en el caso de que los electores vascos lo permitan. De este modo, el PSOE le ha vendido su primogenitura a Mayor Oreja, firmando su seguidismo del PP a cambio de lo que podría parecer un plato de lentejas.

¿Qué es lo que por su parte ha salido ganando el PSOE con este acuerdo? Dos cosas en absoluto despreciables. Ante todo, la paridad política con el PP, que le otorga la mitad del control de la política contraterrorista, lo que en la práctica significa corresponsabilidad por consenso: es decir, cierto poder de veto. Y además ha obtenido un seguro contra los intempestivos ataques que puedan lloverle procedentes de Génova, cuya lengua demasiado larga siempre estaba dispuesta a denunciar a los socialistas acusándolos de tibieza, ambigüedad o equidistancia, dada su tentadora posibilidad de pactar con el PNV tras las elecciones. Luego el PSOE también ha salido ganando, y la mejor prueba es que el Gobierno se resistía a firmar el acuerdo, pues no creía necesitarlo. Tuvo que producirse el asesinato de Lluch, con la catarsis ciudadana que se despertó a favor del retorno al diálogo, para que la Moncloa cambiase de opinión y decidiese firmar el pacto.

Por tanto, ambos firmantes salen ganando. Pero en cualquiera de los casos, y de cara al ciudadano, el mejor fruto de este acuerdo es la recomposición de la unidad entre Gobierno y oposición. Según han demostrado todos los expertos (como Charles Tilly, por ejemplo) lo que más favorece las oportunidades de éxito de los movimientos revolucionarios es la división de la élite del poder. Por lo tanto, bienvenido sea este acuerdo, que perjudica claramente a ETA. Ahora bien, en este mismo sentido, la mayor crítica que cabe hacerle al acuerdo es que no sea suficientemente unitario, pues falta el Gobierno vasco. El que continúe la división entre Madrid y Vitoria favorece claramente a ETA. El último punto del acuerdo, que convoca a los nacionalistas a compartirlo, es falaz, pues el PNV no puede aceptar como trágala el respeto al "marco de la Constitución y el Estatuto".

¿Hubiera sido posible llegar más allá? Creo que sí, pues bastaría con exigir respeto no a la Constitución, rechazable como símbolo para muchos, sino al Código Penal y a los Derechos Fundamentales. El problema sigue siendo el sagrado anatema dictado contra el separatismo, y en esto se equivocan PP y PSOE, pues el problema no reside ahí sino en la tolerancia con el asesinato. El legítimo separatismo del PNV no sólo es admisible sino además preferible a su odiosa ambigüedad, que le lleva a disfrazarse de autonomismo para seducir a electores incautos. Al revés, lo que debe hacer Madrid es alentar el separatismo del PNV para lograr que decante su ambigüedad, opte claramente por el soberanismo y acuda con un programa independentista a las urnas, para que así los electores lo coloquen en su verdadero lugar.

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