Editorial:

Mejor, pero no mucho

Durante la última semana, dos condiciones decisivas para la economía europea están mejorando de forma considerable. El precio del barril de crudo, a cuya elevación de los últimos meses se atribuye el empeoramiento generalizado de las expectativas de crecimiento en las economías occidentales, ha caído en torno al 15% en los últimos siete días, y la cotización del euro respecto del dólar se ha recuperado, de forma lenta pero bastante segura, en el 5%, hasta un valor equivalente a 0,8943 centavos de dólar. El efecto de la caída del precio del petróleo ha devenido de forma casi inmediata en rebaja...

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Durante la última semana, dos condiciones decisivas para la economía europea están mejorando de forma considerable. El precio del barril de crudo, a cuya elevación de los últimos meses se atribuye el empeoramiento generalizado de las expectativas de crecimiento en las economías occidentales, ha caído en torno al 15% en los últimos siete días, y la cotización del euro respecto del dólar se ha recuperado, de forma lenta pero bastante segura, en el 5%, hasta un valor equivalente a 0,8943 centavos de dólar. El efecto de la caída del precio del petróleo ha devenido de forma casi inmediata en rebajas de los precios de los carburantes, que, casi con seguridad, amortiguarán la inflación correspondiente a diciembre. Todavía cabe mencionar otro cambio importante que despeja parte de los nubarrones que se cernían sobre la economía mundial: Alan Greenspan, el todopoderoso presidente de la Reserva Federal (Fed), acaba de ponderar la elevada probabilidad de que la economía estadounidense pueda realizar un aterrizaje suave que soslaye el riesgo de una recesión.Son, pues, datos esperanzadores, sobre todo porque abren el camino a que se invierta la tendencia dominante de la política monetaria, que hasta ahora es de dureza. Hay que suponer, tras la declaración de Greenspan, que la Fed no volverá a subir los tipos de interés en los próximos meses; es más, en atención a las mejores perspectivas de inflación, cabe alguna probabilidad de que los baje. La semana que viene puede ser crucial. Tanto el Banco Central Europeo (BCE) como la Fed, en sus reuniones de los días 14 y 19 de este mes, pueden despejar muchas incertidumbres para el ejercicio 2001 con las decisiones que adopten sobre los tipos de interés para la eurozona y para Estados Unidos.

En el caso de Europa, no hay razones macroeconómicas para el pesimismo. La inflación en la zona, descontado el precio del crudo, está bajando (salvo en España), las tasas de crecimiento son razonables y en todo caso mejorarán con un crudo más barato, y en el promedio de los 11 de la UEM se registra un moderado superávit fiscal, gracias a los ingresos de las subastas de las licencias telefónicas UMTS (también España es, en este caso, una excepción). La curva de tipos de deuda, que suele marcar, al menos a grandes rasgos, el coste del dinero a medio y largo plazo, está históricamente en niveles bajos. Si el barril se aproxima a los 25 dólares y el euro se acerca a la paridad con el dólar, se darían casi todas las condiciones para recuperar las expectativas de una nueva etapa de crecimiento continuado.

Las consideraciones anteriores despliegan las hipótesis más favorables que se pueden desprender de la caída del crudo y del ascenso del euro. Pero conviene excluir cualquier tipo de certeza o de euforia, como antes hubo que hacer con el pesimismo enfermizo. Al fin y al cabo, son hipótesis que dependen en demasía de factores externos, como el precio del crudo, o demasiado dependientes de la reacción del mercado de divisas estadounidense a la delicada evolución de las elecciones presidenciales. No es posible asegurar hoy que el petróleo se mantendrá muy por debajo de los 30 dólares por barril o que el euro seguirá su escalada hacia el 1 por 1 con el dólar.

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En el caso de España, la proyección es menos favorable. Primero, porque es muy dudoso que la inflación española pueda encauzarse por debajo del 3% en un plazo inferior a seis meses para converger con la media de la Unión; en parte porque las reformas de los mercados, ejecutadas con éxito en otros países de la UEM, brillan aquí por su ausencia. Después, porque en condiciones tan precarias de inflación, la competitividad de la economía española va a seguir cayendo y será muy difícil que el comercio exterior releve a la demanda interna como motor de crecimiento.

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