LA OFENSIVA TERRORISTA

Rabia e impotencia repetidas

La misma rabia, la misma impotencia y las mismas caras de tristeza. Ése era el panorama que se observaba ayer en pleno centro de Madrid, donde unas 200.000 personas, según datos oficiales, se agolparon para repudiar una vez más a la banda terrorista ETA. Desde las siete y cuarto de la tarde y hasta pasadas las nueve, el tramo comprendido entre la plaza de Cibeles y la Puerta del Sol se convirtió en una inmensa masa humana que clamaba, en silencio, por la paz. Sólo en algunos instantes ese silencio pesado como una piedra se transformaba en un clamor infinito colmado de aplausos."Sin pistolas no...

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La misma rabia, la misma impotencia y las mismas caras de tristeza. Ése era el panorama que se observaba ayer en pleno centro de Madrid, donde unas 200.000 personas, según datos oficiales, se agolparon para repudiar una vez más a la banda terrorista ETA. Desde las siete y cuarto de la tarde y hasta pasadas las nueve, el tramo comprendido entre la plaza de Cibeles y la Puerta del Sol se convirtió en una inmensa masa humana que clamaba, en silencio, por la paz. Sólo en algunos instantes ese silencio pesado como una piedra se transformaba en un clamor infinito colmado de aplausos."Sin pistolas no sois nadie", gritaba la multitud. Los ciudadanos que acudieron a la marcha de protesta contra la banda terrorista ETA portaban pancartas con duros mensajes. Al tradicional "ETA no, vascos sí" o "Por la libertad, ETA no", se unieron gritos contra del líder del PNV, Xabier Arzalluz. "Etarras al paredón, Arzalluz al manicomio", decían los carteles. Y "Arzalluz, maldito, eres el jefe del terrorismo". Y también: "ETA, bastardos hijos puta, asesinos, fascistas y abertzales, efectivamente sois una raza especial. Fuera de nuestras vidas", y "ETA, no. Paz. Discrepar sin matar".

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Durante las casi dos horas que duró la marcha, se mezclaron bajo una misma consigna familias enteras, niños, ancianos y jóvenes. Allí, en medio de la multitud, se encontraba Anselmo de Cuenca, compañero de trabajo de Jesús Sánchez Martínez, el conductor del autobús que resultó gravemente herido tras el atentado del lunes. "Estoy aquí no sólo como un ciudadano más en contra del terrorismo, sino como una persona directamente afectada", dijo con voz entrecortada. Le acompañaban sus dos hijos pequeños, a quienes intentaba explicar la situación: "A mis hijos trato de explicarles que con el terrorismo no se consigue nada".

A unos cuantos metros de Anselmo caminaba una mujer de la mano de su hijos de 9 años. Lo llevó a la manifestación para que, según ella, "aprenda a defenderse", aunque, dijo, "no creo que las manifestaciones cambien las ideas de los etarras porque son todos asesinos. De todas maneras este tipo de actos sirven para que los etarras se vayan quedando en un reducto más pequeño".

Mientras la mujer hablaba, un puñado de manifestantes pedía la cadena perpetua para los etarras. Algunos secundaban la propuesta y otros, en cambio, iban más allá. "Pena de muerte", decían. Esta idea no encontró eco alguno.

"Ya sé que en estos momentos uno dice muchas cosas porque siente rabia e impotencia, pero pedir la pena de muerte es injusto para cualquiera. En eso tendríamos que ser más reflexivos", comentaba una manifestante.

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Al llegar a la Puerta del Sol los aplausos se intensificaron, y ante el comunicado leído por Luis Delgado, secretario de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, la multitud respondió con espontáneas manifestaciones de solidaridad.

La concentración empezó a disolverse a eso de las 20.30. Muchos, sin embargo, permanecieron durante casi una hora más en la Puerta del Sol. Allí volvieron a escucharse otra vez gritos y consignas en repulsa a ETA. En esta ocasión, la petición de cadena perpetua se escuchó con más fuerza.

Gonzalo, un niño de 9 años, no entendía qué es eso de la cadena perpetua. Sólo pedía paz: "Que paren de una vez, que están haciendo mucho daño".

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