Cartas al director

Vergüenza propia

Y. es una estudiante japonesa que lleva varios meses viviendo en Madrid. Está perfectamente integrada en nuestra sociedad e incluso tiene un novio español. El miércoles 27 de septiembre, a las 17.30, sufrió una brutal agresión en la calle Arriaza. Resultó herida por arma blanca. Necesitó 12 puntos de sutura.Algunas de sus amigas japonesas fueron a verla al hospital. Dos de ellas decidieron ir al cine al día siguiente, el jueves 28 de septiembre. Camino de éste, en la calle Martín de los Heros, junto al cine Renoir, a las 21.55, K. F. e Y. K. sufrieron un tirón de sus bolsos. Una de ellas, al r...

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Y. es una estudiante japonesa que lleva varios meses viviendo en Madrid. Está perfectamente integrada en nuestra sociedad e incluso tiene un novio español. El miércoles 27 de septiembre, a las 17.30, sufrió una brutal agresión en la calle Arriaza. Resultó herida por arma blanca. Necesitó 12 puntos de sutura.Algunas de sus amigas japonesas fueron a verla al hospital. Dos de ellas decidieron ir al cine al día siguiente, el jueves 28 de septiembre. Camino de éste, en la calle Martín de los Heros, junto al cine Renoir, a las 21.55, K. F. e Y. K. sufrieron un tirón de sus bolsos. Una de ellas, al resistirse, resultó contusionada. K. F intentó seguir a los asaltantes (tres individuos jóvenes) que se iban andando tranquilamente ante la pasividad de todos (muchos) los presentes.

Tan sólo les suplicaba: "Por favor, devolvedme mis gafas correctoras, podéis quedaros con el resto". Ellos sólo respondieron con amenazas. No era la primera vez que les sucedía algo parecido. Ni siquiera querían llamar a la policía ni denunciar los hechos ante la certeza de que poco o nada conseguirían. Los turistas, estudiantes y hombres de negocios japoneses llevan años sufriendo estas agresiones. La embajada japonesa en España aconseja a sus compatriotas no viajar a Madrid. Las comisarías del centro de Madrid están llenas de sus denuncias. La policía te dice: "Algunos días, el 80% de los que vienen son japoneses". "No podemos hacer nada. Nosotros los detenemos, pero los jueces los ponen en la calle". "Son muy violentos; esta misma mañana hirieron con un machete a un japonés que intentó resistirse al robo". "Incluso a nosotros nos agreden y nos causan lesiones, pero si les tocamos nos buscamos un problema". "Ayer, en los calabozos, uno se volvió loco e hirió a tres compañeros". "Cinco de ellos reconocieron a un compañero nuestro en la plaza de Santa Ana. Le pegaron una paliza, y encima le quieren expedientar por haberse dejado robar la placa". "Estamos quemados, trabajamos mucho para nada".

Los japoneses son los mejores de cuantos visitantes recibimos. A diferencia de los hooligans futboleros de otras nacionalidades, los japoneses son educados y respetuosos. No cometen delitos ni crean problemas. Tienen un altísimo poder adquisitivo. Tan sólo vienen a dejarnos dinero, amistad, y a veces, como Y., incluso amor. A su generosidad respondemos con pasividad e indiferencia ante las salvajes agresiones que diariamente sufren. Me sorprende que aún continúen viniendo. Como ciudadano madrileño y español, a mí se me cae la cara de vergüenza ante esta situación. ¿A ustedes no, señores Álvarez del Manzano, Ruiz-Gallardón y Aznar?- D. R. D.

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