Tribuna:

'Semana blanca'

Villapalos no tiene vergüenza. El consejero de Educación de la Comunidad de Madrid ha presentado esta semana la reforma educativa que pretende negociar con los padres, los partidos y los sindicatos de la enseñanza, y entre las novedades que trata de introducir figura la erradicación de una de las grandes conquistas sociales de este país, la semana blanca. Aunque el título pueda confundirse con ese periodo del año en que El Corte Inglés rebaja un 20% el precio de la ropa de cama y hasta un 30% y un 40% el de las toallas, la semana blanca de la que hablamos son los días de febr...

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Villapalos no tiene vergüenza. El consejero de Educación de la Comunidad de Madrid ha presentado esta semana la reforma educativa que pretende negociar con los padres, los partidos y los sindicatos de la enseñanza, y entre las novedades que trata de introducir figura la erradicación de una de las grandes conquistas sociales de este país, la semana blanca. Aunque el título pueda confundirse con ese periodo del año en que El Corte Inglés rebaja un 20% el precio de la ropa de cama y hasta un 30% y un 40% el de las toallas, la semana blanca de la que hablamos son los días de febrero en que se paraliza la actividad lectiva. Unas vacaciones invernales para que los niños y sus profesores acudan a las estaciones de montaña y puedan deslizarse plácidamente por las pistas de esquí calzando unas tablas de manufactura austriaca o francesa.Es increíble que el señor consejero haya mostrado tal insensibilidad sabiendo que la inmensa mayoría de los escolares madrileños, incluidos los de Vicálvaro, Vallecas o Fuenlabrada, practican regularmente el esquí, ya sea en su modalidad alpina o de fondo. Era inimaginable el que pudiera tomar esta decisión sabiendo lo que supone la industria de la nieve para un país nórdico como el nuestro cuyas cumbres se mantienen tapizadas de blanco la mayor parte del año y en el que contamos con pistas e instalaciones de montaña equiparables a las de Suiza. Está claro que se ha vuelto loco. Sólo a él se le ocurre causar un daño irreparable a un sector estratégico de la economía nacional como es éste de los deportes de invierno y enfrentarse a los cientos de miles de muchachos que, sin duda, marcharán en manifestación con el carné de la federación de esquí en la boca encolerizados por impedirles su anual y necesaria comunión con el blanco meteoro. Porque, además, según parece, está demostrado científicamente que la práctica del esquí no sólo aumenta la capacidad de los niños de adquirir conocimientos matemáticos, históricos e incluso filosóficos, sino que favorece el potencial pedagógico de los profesores y, sobre todo, su afán por situar a los alumnos a la misma altura del saber humano que las cumbres nevadas. Y esto de privarles de esquiar, con ser importante, no es lo peor; lo más grave es que suprime un periodo vacacional indispensable para la recuperación física y psíquica de los estudiantes y el personal docente.

Estremece imaginar cómo podrán soportar en los colegios e institutos el trabajo continuado desde la primera decena de enero, en que concluyen las vacaciones de Navidad, hasta el mes de marzo, en que suelen situarse las de Semana Santa. Son más de dos meses seguidos sin respiro alguno. Los chicos, de momento, no dicen nada porque aún no son conscientes del tremendo esfuerzo que tendrán que hacer por culpa de Villapalos, pero en los sindicatos de profesores, siempre preocupados preferentemente por la educación de los niños, ya están echándose las manos a la cabeza ante semejante despropósito. Ellos no están dispuestos a que la Consejería de Educación de Madrid rebaje irresponsablemente la calidad de la enseñanza haciéndoles trabajar una semana más. Y es que su titular últimamente parece escuchar con atención las demandas de los padres de alumnos, muchos de los cuales no creen que a los docentes les mueva otro interés que el de currar lo menos posible. La mayoría de los progenitores son desconfiados y les mosquean los argumentos a favor del ocio en las técnicas educacionales. Ellos son ignorantes y nada saben de pedagogía; sólo se declaran hartos de ver a sus vástagos golfeando por la calle o pasando las horas muertas aplastados contra el sillón y empuñando el mando del televisor como si fuera una pieza ortopédica de la mano. El consejero lo sabe y aviesamente ha lanzado su propuesta de incrementar los días lectivos justo cuando los padres cuentan ansiosamente los días y las horas que restan para el comienzo del curso, porque los niños llevan tres meses tocándose las narices y otras partes de su anatomía cuyo detalle no viene al caso. No contento con dar más trabajo al exhausto profesorado, el responsable máximo de la educación en Madrid encima pretende obtener un mayor rendimiento de este colectivo introduciendo incentivos económicos que estimulen el esfuerzo y la productividad.

Es evidente que el consejero está dispuesto a diezmar la plantilla del sector docente quitándole su semana blanca y reventándola a trabajar. Villapalos, dimisión.

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