Tribuna:

Vivir para ver ALEIX VIDAL-QUADRAS

En un artículo precedente prometía a Jordi Sánchez explayarme sobre mi dignidad y sobre la verdadera naturaleza de mis diferencias con la dirección nacional del PP. De hecho, ambas cuestiones están estrechamente relacionadas. Mi debelador pretende que lo digno por mi parte hubiera sido volver a mi cátedra después de haber sido requerido por la autoridad competente a no presentarme a la reelección a la presidencia del PP catalán. Su concepto de la dignidad aparece así ligeramente influido por sus opiniones y sus intereses políticos. No me cabe la menor duda de que a dos Jordis por lo menos, Puj...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

En un artículo precedente prometía a Jordi Sánchez explayarme sobre mi dignidad y sobre la verdadera naturaleza de mis diferencias con la dirección nacional del PP. De hecho, ambas cuestiones están estrechamente relacionadas. Mi debelador pretende que lo digno por mi parte hubiera sido volver a mi cátedra después de haber sido requerido por la autoridad competente a no presentarme a la reelección a la presidencia del PP catalán. Su concepto de la dignidad aparece así ligeramente influido por sus opiniones y sus intereses políticos. No me cabe la menor duda de que a dos Jordis por lo menos, Pujol y Sánchez, les habría encantado que yo me hubiera retirado del mundanal ruido para volver a explicar los misterios de la interacción de la radiación con la materia y hacer avanzar el conocimiento sobre el comportamiento de los transuránidos en el medio ambiente. Pero una cosa es la dignidad y otra la imbecilidad o la cobardía. La primera nunca la he tenido en entredicho porque mi eventual falta de coincidencia con la visión aznariana del problema nacionalista en España ha sido estratégica, no conceptual ni ética. Me consta que el presidente del Gobierno suscribe absolutamente todos y cada uno de los principios, ideas y valores que yo asumo y propago en lo referente a la concepción de España como nación ilustrada, racional, civil, democrática y plural frente a la insania tribal que enajena a los firmantes de la Declaración de Barcelona o del Pacto de Estella. Es el bagaje doctrinal que inspira respecto al nacionalismo a figuras tan valiosas, variadas y respetadas como Mario Vargas Llosa, Fernando Savater, Jon Juaristi, Francesc de Carreras, Fernando García de Cortázar, César Alonso de los Ríos, Amando de Miguel, Gregorio Peces-Barba, Álvaro Delgado-Gal, Antonio Muñoz Molina, José Ramón Recalde, y así sucesivamente. Para saber lo que José María Aznar piensa sobre los nacionalismos identitarios de corte étnico-lingüístico basta escuchar sus intervenciones públicas, enterarse de a quién invita a almorzar a La Moncloa o tomar nota de los nombramientos, sin ir más lejos, de director de la Biblioteca Nacional o de defensor del pueblo. Otra cosa es la línea de acción y la gestión de recursos humanos que adopte en cada momento, cada circunstancia y cada contexto. La traducción del pensamiento en actos admite caminos y soluciones diversas y no tengo inconveniente en afirmar que yo hubiera actuado de otra manera a partir de marzo de 1996. Por eso fui apartado de la primera línea de la política catalana, por manifestarme no disponible para llevar adelante una ejecutoria concreta en la que no creía, actitud que no menoscabó mi dignidad, sino que la reforzó. Lo indigno hubiera sido plegarme a llevar al PP de Cataluña por un rumbo que no consideraba acertado. Las convicciones jamás estuvieron en juego, porque eran y son idénticas; su plasmación en la díficil e incómoda realidad tangible suscitó divergencias de criterio y, como es natural, se impuso legítimamente la opción marcada por quien jerárquicamente tenía la primacía.Los dos nombres que Jordi Sánchez cita como ejemplos de decoro político en el seno del PP ratifican lo que acabo de exponer. Su incompatibilidad con el pensamiento del partido respecto a los nacionalismos fragmentadores es de fondo. Uno ha dedicado con sañuda pasión su cortante inteligencia a proporcionar alambicados argumentos histórico-jurídicos para la desaparición de su patria como proyecto colectivo, el otro no disimula sus simpatías con las tesis pujolianas. Por tanto, su abandono de cualquier responsabilidad pública en el PP no ha demostrado dignidad, sino lógica, de la misma forma que mi reubicación a partir del verano de 1996 no ha guardado la menor conexión con mi honor, que siempre ha permanecido a salvo, y se ha ceñido al ámbito de la asignación del personal en función de necesidades estratégicas.

El presidente del Gobierno ha llegado a la conclusión a partir de una mezcla heurística de condicionamientos coyunturales, diseños a medio plazo, intuición política, simpatías personales, gusto por la moderación centrada y astucia hermética, de que Cataluña y el País Vasco son escenarios sociológicos, políticos, históricos y culturales distintos y que,

en consecuencia, requieren tratamientos diferenciados. Lo primero es incuestionable, lo segundo está por ver. En el caso vasco, José María Aznar, después de dolorosas decepciones, ha marcado al final una senda de combate duro, implacable y sin cuartel, hasta la derrota del PNV en las urnas. Por eso, Jaime Mayor es ministro del Interior y todo apunta a que pugnará por la lehendakaritza. En el frente catalán, en cambio, ha renunciado a la conquista y ha optado por la espera paciente e incluso complaciente a la caída de la fruta madura, evitando la confrontación directa y entrando suavemente por los flancos. De ahí que haya aceptado un serio retroceso en las autonómicas de 1999, que Piqué esté en altar mayor para ser objeto de culto multitudinario y que yo haya sido colocado en una discreta y confortable capilla lateral a la que los fieles pueden acceder en pequeños grupos para depositar subrepticiamente sus exvotos.¿A quién dará la razón el curso de los acontecimientos? Yo no lo sé, y Jordi Sánchez tampoco. Pero a juzgar por su indisimulada ansia por asistir a mi prejubilación política, sospecho que está más próximo a mi enfoque interpretativo que al de la dirección nacional de mi partido. Mientras tanto, el odio homicida se ensaña sin descanso con la sociedad española, que en este envite no se juega su unidad, sino su supervivencia. Jordi Pujol no presta el menor apoyo al Gobierno central en terreno tan decisivo y, según su costumbre, no desaprovecha ocasión para apuñalarlo por la espalda mientras la nación se desangra por la herida vasca. Por ello, que sepa Jordi Sánchez que no abrigo la más remota intención de retirarme, y que, aunque transitoriamente no esté activado, permanezco activo y alerta. En cuanto a todo lo demás, vivir para ver.

Aleix Vidal-Quadras es vicepresidente del Parlamento Europeo y miembro de la Ejecutiva Nacional del PP.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En